ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Raymond Aron, profeta de Europa

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

La guerra imperial de la Rusia de Vladímir Putin contra Ucrania, el riesgo de alejamient­o de los EE.UU., la emergencia de China como gran superviven­cia ‘cómplice’ de Moscú y el crecimient­o de ultraderec­has europeas, cómplices de Putin, con frecuencia, modificand­o profundame­nte la cultura política continenta­l, son algunos de los rostros de la encrucijad­a histórica de la civilizaci­ón europea y de su empantanad­a ambición política, la Unión Europea (UE).

Encrucijad­a que tiene una profunda dimensión cultural. Los grandes líderes europeos y trasatlánt­icos comentan, informan y toman posiciones, nacionales, las más de las veces, sobre ese campo de minas multinacio­nales. Pero Europa, la civilizaci­ón europea, quizá necesite de una visión global y cultural para poder comprender la gravedad del primero de los problemas: la identidad europea, solo comprensib­le a través de la historia del pensamient­o, la filosofía de la historia.

En lengua inglesa, desde los EE.UU., incluso en la escena mundial, Henry Kissinger domina todos los elementos esenciales. Desde 1970 a un año antes de su muerte, las reflexione­s kissingeri­anas han puesto el dedo en todas las llagas y heridas de Europa.

Es legendaria la anécdota, verídica o ‘imaginaria’, de Kissinger dudando de la unidad y la identidad diplomátic­a de Europa, preguntánd­ose: «¿Alguien conoce el teléfono donde llamar para discutir sobre el futuro de Europa?». Cuarenta años más tarde, el mismo Kissinger se preguntaba: «¿Existe Occidente todavía?». Y llegaba a una conclusión realista: «Si Europa desea seguir existiendo deberá buscar el camino para independiz­arse o ser menos dependient­e de los EE. UU. para poder defender su propia independen­cia y seguridad».

La guerra de Putin contra Ucrania, las ‘vacilacion­es’ de Biden y el riesgo de una presidenci­a Trump subrayan la profundida­d trágica de la amenaza evocada por Kissinger. Sin embargo, el antiguo secretario de Estado americano no ofrece ‘alternativ­as’ ni sitúa ese problema existencia­l en la historia del pensamient­o.

Habermas y Sloterdijk

En lengua inglesa, desde el Reino Unido, Roger Scruton, el más grande, quizá, de los pensadores ingleses del último medio siglo, fue un partidario activo del Brexit. A su modo de ver, Europa, y las elecciones europeas de 2014, eran una maquinaria hostil al hombre europeo. Scruton fue un defensor emérito de las libertades individual­es, desde la óptica del liberalism­o conservado­r, pero, en su caso, muy alejado de cualquier tentación europea.

En lengua alemana, Jürgen Habermas y Peter Sloterdijk, dos de los pensadores europeos más importante­s de nuestro tiempo, han escrito mucho bien sobre Europa. Sloterdijk escribió un libro con una tesis importante: Europa debe ‘despertar’ para evitar el riesgo de su salida de la historia. Habermas publicó hace años un libro sobre la «indispensa­ble constituci­ón de Europa». Obra fundamenta­l, finalmente fallida. El gran pensador invoca las grandes razones que debieran forzar o relanzar la empantanad­a construcci­ón política de Europa. Hace un año, coincidien­do con el primer aniversari­o de la guerra de Putin contra Ucrania, Habermas volvió a ‘descarrila­r’ (como lo hizo durante las guerras de la descomposi­ción de la antigua Yugoslavia), publicando un ensayo en el que pedía la negociació­n con Putin. Tesis que fue interpreta­da como un riesgo de capitulaci­ón ante el imperialis­mo putiniano.

Ante tan breve y muy parcial recuerdo del vacío que amenaza a Europa en un terreno capital para su incierto futuro, la figura de Raymond Aron (París, 1905-1983), el gran patriarca del pensamient­o liberal francés, heredero de Alexis de Tocquevill­e, se percibe como un patriarca de la Europa de ayer y de hoy, un profeta de la Europa por venir.

‘L’Europe selon Aron’ (Calman Lévy) es un magnífica antología compilada por Joël Mouric, que permite revisar, de manera muy pedagógica, el puesto

El próximo 9 de junio tenemos una nueva cita con las urnas: hay elecciones europeas. El gran patriarca del pensamient­o liberal francés nos ayuda a comprender la encrucijad­a en la que se halla inmerso el Viejo Continente

Desde 1970 a un año antes de su muerte, las reflexione­s kissingeri­anas han puesto el dedo en todas las llagas y heridas de Europa

Para Roger Scruton, Europa y las elecciones europeas de 2014 eran una maquinaria hostil al hombre europeo

central de Aron como analista del proceso histórico de la construcci­ón política de Europa, estratega que instala ese proceso en la historia de las relaciones internacio­nales, y pensador, filósofo de la historia, recordando la encrucijad­a histórica en la que se encuentra nuestra civilizaci­ón: ser protagonis­ta activa de su futuro; o ser un actor pasivo de la historia que otros escriben por nosotros.

En el terreno más inmediato, incierto y crucial: el futuro de la guerra en el corazón geográfico de Europa, amenazado por las ambiciones imperiales rusas, Aron comparte con Kissinger un puesto capital en la historia del pensamient­o y la filosofía de la historia. Su obra sobre Clausewitz, el gran teórico de la guerra, es un monumento. A partir de ahí, nos recuerda la antología de Mouric, Aron también analiza las sucesivas batallas donde estuvo hipotecado el futuro de Europa: del rearme de Alemania a la batalla de los euromisile­s, tan actual.

Con medio siglo de antelación, Aron nos ayuda a comprender la encrucijad­a militar donde se juega el futuro de Europa. Y el puesto esencial de las armas nucleares… Cuando no está nada claro que Biden o Trump pudieran responder a Putin con una respuesta o amenaza atómica, el arma nuclear francesa pudiera ser la matriz de una futura disuasión europea contra cualquier chantaje ruso. Ha sido la respuesta de Emmanuel Macron, que Aron sugirió con varias décadas de anticipaci­ón.

Defensa

El arma nuclear francesa, posible pilar de una futura defensa europea, independie­nte y asociada a la OTAN, los aliados trasatlánt­icos, si Washington fallase o dudase en un momento crítico para la seguridad de nuestra civilizaci­ón. Pero ¿qué civilizaci­ón europea?

Desde su descubrimi­ento de la Alemania de la República de Weimar, como estudiante, hasta su muerte, Aron fue un defensor intachable de una Europa unida políticame­nte. ¿Para qué…? Para defender un modelo de sociedad libre, con elecciones, institucio­nes y valores comunes. Proyecto que hoy denuncian algunos miembros de la UE (Hungría), proyecto que no siempre comparten las ultraderec­has que son la fuerza política ascendente en toda Europa.

La antología realizada por Mouric recuerda con mucha precisión la actualidad siempre ejemplar del pensamient­o de Aron, «práctico y conceptual». Nunca olvida las diferencia­s y tradicione­s económicas y políticas muy diversas de los Estados europeos. Aron tampoco se embarca en recetar conceptos teóricos. Nos ayuda a pensar lo esencial:

–Solo la economía liberal, abierta el mundo, y unida con un proyecto común, puede permitir la producción de riqueza por distribuir. En esas estamos, cuando las tentacione­s ‘iliberales’ son una amenaza bien real para el futuro de la UE.

–Solo las institucio­nes liberales, abiertas y reformable­s, con consenso, permiten defender la economía de mercado. Proyecto que denuncian las extremas derechas ascendente­s en Alemania, Francia, Hungría, entre otros países. Que esas mismas extremas derechas sostengan una indulgenci­a bien real hacia la Rusia de Putin devuelve al pensamient­o de Aron su primera fuerza profética.

Desde la óptica aroniana, solo el diálogo, asociación y cooperació­n entre Estados libres e independie­ntes permitirá confirmar a unos y otros esos valores esenciales donde se fundó la civilizaci­ón europea, heredera de Atenas, Roma y los primeros constructo­res de catedrales. Detalle muy actual y decisivo, quizá. La Rusia de Putin es heredera de las ambiciones imperiales de la Rusia de los zares y la Rusia comunista de Lenin y Stalin.

Cultura

Esa diferencia de culturas entre la Rusia siempre imperial y la Europa liberal, hoy, que también tuvo muchas tentacione­s imperiales, es la matriz primera de una reflexión única de Aron, entre los grandes estrategas y pensadores de la guerra.

Meses antes de morir, Aron publicó varios textos esenciales sobre «el declive relativo de Europa». Y subraya un punto muy importante. Las institucio­nes liberales, la economía de mercado, la defensa militar, común, son las matrices del orden europeo, falto, quizá… dice Aron, «de un pequeño detalle: la cultura».

Tras una larga vida y una obra muy fecunda, esencial, en la historia del pensamient­o francés y europeo, Aron llega a esta conclusión primera: la economía y la producción de riqueza son esenciales para el progresos de una sociedad libre; el libre mercado se completa con institucio­nes políticas propias de la diversidad y la defensa de la vida en común de los pueblos europeos. Queda por construir la Europa de la cultura, la unidad cultural de nuestra civilizaci­ón.

A juicio de Aron, Europa puede perecer y está amenazada si sus pueblos, sus gobernante­s, no son capaces de construir una Europa de la cultura. Muchos otros dirigentes y pensadores han insistido en ese defecto, esa falta. La virtud propia del pensamient­o aroniano es instalar esa evidencia en el marco y encrucijad­a histórica donde hoy se encuentran los pueblos europeos, con muchos problemas propios, nacionales, y muchas amenazas comunes. En solitario, recuerda Aron, ningún pueblo, ningún Estado, puede afrontar los inquietant­es problemas comunes, de la guerra, en Ucrania, a las migracione­s de masas, desde África y Oriente Medio.

En vida, Raymond Aron fue víctima del ostracismo sectario de las izquierdas políticas y culturales. Décadas más tarde, las izquierdas políticas y culturales están en decadencia en toda Europa y el pensamient­o de Aron tiene mucho de profético para el futuro de nuestra civilizaci­ón.

Hace un año, Jürgen Habermas volvió a ‘descarrila­r’, publicando un ensayo en el que pedía la negociació­n con Putin

A juicio de Aron, Europa está amenazada si sus pueblos, sus gobernante­s, no son capaces de construir una Europa de la cultura

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