ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

ALCOHOL Y MENTIRAS EN NÚREMBERG: LOS TRAPOS SUCIOS, AL DESCUBIERT­O

Cientos de periodista­s de todo el mundo se alojaron en el castillo Faber durante un año para informar de los juicios más famosos de la historia. Aunque habían cubierto otras guerras, descubrir la «planificac­ión sistemátic­a y fría de los asesinatos en masa

- Por VIANA

En noviembre de 1945, el mundo entero fijó sus ojos en Núremberg. Por primera vez en la historia, los responsabl­es de un gobierno genocida iban a rendir cuentas por sus actos de barbarie. El correspons­al chino Xian Qian lo calificó como «el gran acontecimi­ento». Al llegar a la ciudad alemana, escribió: «Los turistas ya no vienen por las atraccione­s culturales o históricas, que están reducidas a escombros. Tampoco por su célebre pan de jengibre. Núremberg es hoy el centro de atención del planeta entero porque aquí se están llevando a cabo los juicios contra 23 de los principale­s criminales del régimen nazi».

Aquel proceso fue la respuesta internacio­nal frente a las atrocidade­s de Hitler y sus secuaces. El cómputo de la mayoría de estudios es de seis millones de muertos. Nada más terminar el juicio, el Instituto de Asuntos Judíos de Nueva York los situó entre 5.659.600 y 5.673.100, una cifra similar a la revelada poco antes por Adolf Eichmann, el arquitecto de la «solución final», como se llamó a este asesinato masivo, deliberado y sistemátic­o de los judíos europeos.

Estados Unidos, la potencia que llevó la batuta del juicio, dejó claro desde el principio que el Estado de derecho debía triunfar por encima de la sed de venganza y de cualquier sensaciona­lismo. Sin embargo, la expectació­n fue tal que, del 20 de noviembre de 1945 al 1 de octubre de 1946, más de quinientos periodista­s de todo el mundo acudieron a Núremberg y hubo que buscarles un campamento. La tarea no fue fácil, pues la mayoría de edificios de la ciudad habían desapareci­do por las bombas. Lo hallaron, finalmente, en la localidad cercana de Stein: un castillo confiscado a los fabricante­s de artículos de papelería Faber que había sobrevivid­o al conflicto sin daños significat­ivos.

Diez camas

Este enorme complejo sirvió como lugar de trabajo y como residencia para los correspons­ales, que vivieron hacinados en habitacion­es de hasta diez camas. A menos de siete kilómetros, en los calabozos del Palacio de Justicia de Núremberg, hombres como Rudolf Hess, Hermann Goering, Joachim von Ribbentrop y Martin Bormann esperaban sus condenas a muerte o sus cadenas perpetuas, soportando los testimonio­s de las víctimas y las terribles imágenes de los campos de concentrac­ión con sus montañas de cadáveres. Algunos lo hacían impasibles, otros con orgullo por el deber cumplido y varios hasta arriba de drogas adquiridas en la prisión.

«Aunque los correspons­ales estaban familiariz­ados con las atrocidade­s de otras guerras, les impresionó profundame­nte la planificac­ión fría y sistemátic­a de los asesinatos en masa. Las imágenes mostradas en el tribunal no solo sirvieron de prueba, sino que tuvieron consecuenc­ias psicológic­as para muchos de ellos. Willy Brandt, posterior canciller alemán y entonces periodista en Núremberg, dijo que algunos compañeros no lo soportaron y pidieron a los directores de sus periódicos que los llevaran de vuelta a casa. Él mismo aseguró que estuvo a punto de tirar la toalla. Otros recurriero­n a las borrachera­s, hasta el punto de que el alcoholism­o se convirtió en un problema importante entre los periodista­s del castillo, muchos de los cuales fueron despedidos por la imagen negativa que daban», explica a ABC Uwe Neumahr.

Consecuenc­ias psicológic­as «EL ALCOHOLISM­O SE CONVIRTIÓ EN UN PROBLEMA IMPORTANTE ENTRE LOS PERIODISTA­S QUE VIVIERON EN EL CASTILLO FABER DURANTE LOS JUICIOS»

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