«Le expulsamos de monaguillo por simular ‘misillas’ vestido de cura»

«Son unos farsantes», cuenta a ABC un sacerdote jienense que conoció a Pablo y Francisco cuando eran niños. El hoy obispo comenzó siendo monaguillo en la parroquia de San Francisco, en su Linares natal. «Era raro, tenía una mirada penetrante, siempre muy callado», nos cuenta sobre él. «Le pillamos alguna vez simulando ‘misillas’, revestido con casullas que había cogido de la sacristía», explica. Su único respaldo en la parroquia era don Carmelo, un cura muy tradicional , pero la actitud era tan extraña que lo acabaron expulsando.

Recaló entonces en la cercana parroquia del Sagrado Corazón, donde estaba Fran Ceacero como monaguillo, lo que forjó una amistad que les mantiene unidos hasta hoy. Adolescentes, con apenas 13 años, comenzaron una actividad fiscalizadora que sorprendió a los curas de Linares. «Les llamábamos los chivatos, porque se presentaban en misa de improviso y si el cura se equivocaba o se saltaba algo del rito, entraban en la sacristía a quejarse», nos narran.

La obsesión por lo religioso era una constante en Pablo desde la niñez. En alguna foto familiar aparece de niño, junto a sus hermanos, sonriente y vistiendo lo que parece una sotana episcopal. «Siempre andaba dibujando cristos y vírgenes» nos explica un compañero de clase. «Era muy callado, se relacionaba poco, pero llamaba la atención por esa mirada». La mirada de Pablito Terrores. Quienes le conocieron de pequeño destacan esos ojos esquivos, introspectivos e indefinidos, «que daban miedo». «Es un manipulador, consiguió subyugar a Fran», nos cuenta un feligrés de la parroquia.