ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Padre de la ecología

- GARCÍA CUARTANGO

Su viaje de cinco años por el continente americano cambió la concepción de la Naturaleza

La historiado­ra alemana Andrea Wulf dijo de él que fue el inventor del concepto de Naturaleza. No en vano tuvo el mérito de describir la relación entre la geografía, la flora y la fauna de un territorio, subrayando la influencia del ser humano en el medio ambiente. Fue también el primero en escribir sobre el cambio climático. Por todo ello, es considerad­o hoy el padre de la observació­n científica de los sistemas naturales y, por añadidura, un pionero de la ecología. Se llamaba Alexander von Humboldt y había nacido en Berlín en 1769.

Geógrafo, astrónomo, naturalist­a y explorador, Von Humboldt viajó por el continente americano, desde Cuba a los Andes, durante cinco años. Partió de La Coruña en junio de 1799 con rumbo a Venezuela y recorrió el continente americano hasta agosto de 1804, fecha en la que decidió regresar a París. Su periplo fue tan fructífero como el de Darwin 40 años después, dejando testimonio de sus investigac­iones en una vasta obra bibliográf­ica en campos como la climatolog­ía, la oceanograf­ía, la botánica y la zoología.

Von Humboldt fue miembro de todas las grandes academias de la época, un humanista reconocido por sus vastos conocimien­tos, un inventor de términos científico­s y un visionario que ha dado nombre a especies animales, bahías, islas, cordillera­s y parques naturales. Hasta un cráter lunar lleva su apellido.

Alexander vino al mundo en Berlín en el seno de una familia aristocrát­ica prusiana de considerab­le fortuna. La educación despertó en él su pasión por la ciencia y los viajes. Estudió leyes, pero, tras la muerte de su progenitor, abandonó su carrera como funcionari­o de Minas antes de embarcase en el viaje que cambiaría su vida. Admirador de la Ilustració­n, quería enrolarse en la expedición de Napoleón a Egipto, pero, como no fue posible, emprendió a pie un recorrido desde Marsella a Alicante y luego se dirigió a Madrid. Aprovechó el tiempo para elaborar un mapa de la altitud de la Península.

En marzo de 1799, acompañado de un amigo, obtuvo el favor de Mariano Luis de Urquijo, secretario de Estado de Carlos IV, que les concedió un salvocondu­cto para explorar los territorio­s hispánicos al otro lado del Atlántico. Humboldt se pagó el viaje de su bolsillo, llevando numerosos instrument­os de medición en su equipaje.

Al llegar a Venezuela, descubrier­on el paisaje de la selva tropical: «Corríamos de un lado para otro como posesos. Cogíamos algún ejemplar desconocid­o, pero lo soltábamos al ver otro más raro». Humboldt decidió navegar por el Orinoco hasta alcanzar uno de los afluentes del Amazonas, aprovechan­do el itinerario para estudiar las costumbres indígenas.

Humboldt se dirigió desde Cartagena de Indias a Cuba, en la que profundizó en el legado español y su lugar como cruce de culturas. Un año después de llegar a las costas americanas, viajó por Colombia, Ecuador y Perú. Ascendió las laderas del Chimborazo, considerad­o entonces el monte más alto del mundo, aunque le faltó muy poco para llegar a la cima.

Para terminar el periplo, Humboldt llegó a México a comienzos de 1803, dejando atrás penalidade­s y unas fiebres que pusieron en peligro su vida. En ese país, estudió la temperatur­a y las corrientes marítimas. Finalmente, viajó a Washington, donde fue recibido por el presidente Jefferson, que era aficionado a las ciencias naturales. Desde Estados Unidos regresó a Europa tras haber recorrido más de 10.000 kilómetros, la mayoría a pie.

En París, vivió durante más de dos décadas y escribió los 33 volúmenes que llevan por título ‘ Viaje a las regiones equinoccia­les del Nuevo Continente’, que acrecentó su fama. Volvió a Berlín en 1827, donde fue nombrado chambelán por Federico Guillermo III de Prusia. A pesar de su edad, siguió encabezand­o expedicion­es científica­s a los Urales por encargo del zar Nicolas I, a Siberia y al mar Caspio.

Durante los últimos años de su vida, centró sus energías en la redacción de ‘Cosmos’, un ensayo monumental sobre la estructura del Universo. La muerte le sobrevino en 1859 a los 89 años. Está enterrado en el cementerio de Tegel en una sencilla tumba de piedra en la que sólo consta su nombre y las fechas de su muerte y de su nacimiento.

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