Panerai y sus Clásicos, en la cumbre
Éxitosa Copa del Rey de vela clásica y de época en Mahón
No esperábamos que fuera tan largo. Ni nosotros, ni los aficionados y seguidores. Me temo que tampoco en las filas del «Oracle», cuando después de los primeros ocho encuentros, el marcador señalaba un rotundo 6-0. Hasta ahí el dominio del «New Zealand» era apabullante, pese a que los norteamericanos habían logrado ganar dos encuentros y poner a cero su casillero, tras compensar los dos puntos de penalización, por las trampas detectadas en sus barcos AC45 empleados en la fase previa. Pero la cosa empeoraba al situarse 8-1 y disfrutar de siete «match points».
Parecía que iba a ser un paseo, pero cuando el tercer día los americanos hicieron uso de su «comodín» para no disputar la segunda prueba de la jornada, hicieron un reset. Lo evidente, y lógico, fue que desembarcaron al táctico John Kosteki, remplazado por Ben Ainslie. Pero además empezaron a tunear el barco radicalmente, hasta que en la octava regata dieron con la fórmula mágica. Derivas, foils y botalón fue lo perceptible, pero seguro que hubo más, pues cada día «Oracle» salía con un nuevo certificado de medición. Su casco, entiéndase por flotadores y cubierta, ya no sólo era más estilizado, menos voluminoso y más aerodinámico, sino que ahora era más efectivo. Aceleraba mejor, era más estable cuando volaba y lo hacía más a ras de agua que los neozelandeses. El hándicap de hundir el flotador de sotavento parecía solventado.
Y si los kiwis ganaron seis de las primeras siete mangas, el «Oracle» ganaba las dos siguientes para ponerse 6-1, tras «lavar» los dos puntos de penalización. Los kiwis le devolvían la jugada enlazando dos victorias, aunque muy ajustadas: sólo 16 y 15 segundos de margen. Y llegábamos al encuentro número doce, con regata de «match» para Dean Barker, que veía como James Spithill se defendía como gato panza arriba, encadenando cinco victorias seguidas. Se dice pronto, ¡¡cinco!!. Eso en muchas de las anteriores ediciones (al mejor de nueve o me- nos) ya era poder llenar la Jarra de Plata con cava y brindar, pero esta edición se jugaba al mejor de 17 encuentros, y hacía falta sumar nueve victorias. Ya se preveía que iba a ser la más larga, pero luego la resistencia del Oracle y las dos posibles mangas extras que le pudiesen permitir sumar nueve y compensar su -2 inicial, suponía un potencial de 19 encuentros.
Es lunes por la noche y ha terminado el encuentro número 16. El marcador 8-6 y el director que ya no espera más, «Nene, que es un suplemento mensual y sale, si o si, el último jueves de mes. Mañana prontito el texto enviado», me recuerda Perico. Y claro, no se puede apurar más.
No sé si cuando lea estas páginas ya habrá ganador. Si es un puntual lector del ABC de la Náutica y el miércoles por la mañana ya hay un vencedor, será «New Zealand», pero algo me dice que no está tan claro. Nunca, jamás, había visto a Dean Barker descompuesto.
Y esa es la imagen que mostraba al ser entrevistado a bordo justo al término de su octava derrota, sexta a efectos del marcador. Tanto que ni respondió más que un par de palabras a las preguntas de los comen-
CUANDO LOS AMERICANOS HICIERON USO DEL COMODÍN, CAMBIÓ TODO RADICALMENTE
taristas estadounidenses. Su mirada perdida y su silencio son inauditos. Nadie duda, y un servidor todavía menos, que Barker es un superdotado, a quien se le puede perdonar cómo le chulearon las salidas de la última fase.
Ha sido su talón de Aquiles que impidió entrar a matar con éxito sumando un 9-1. Pero sus errores permitieron resucitar al «Oracle». Fue una pena esa manga con poco viento que dominaba apabullantemente el «New Zealand » y se anuló por agotar el tiempo límite, y hubiera sido el punto final, pensaran los seguidores del equipo kiwi. Pero los fans del equipo yanqui, pensarán que sin esos dos puntos de penalización, a lo mejor el jueves leían estas páginas con su equipo ganador de la 34 Copa América. Pero eso es otra historia, muy fea por cierto.
Espero comprendan nuestra desilusión por esta crónica inacabada, pero continuará.