ABC - Vela

LOS GRANDES CON LOS GRANDES

PARA SER UN GRANDE EN LA VELA NO SOLO SE TRATA DE GANAR REGATAS, HAY QUE GANAR A LOS MEJORES

- JOSÉ LUIS SUEVOS BARRERO Armador asturiano

Ganar la Copa del Rey es una de las cosas más grandes que puede pasarle a cualquier armador, patrón o regatista. Yo mismo tengo tres en mis vitrinas y siento mucho orgullo cuando las veo porque me costaron mucho ganarlas. Para ello me tuve que enfrentar a los mejores. Regatistas que no regalaban nada y que luchaban hasta la última milla la regata. Eran otros tiempos, si, pero no por ello más fáciles.

Este año, como el pasado, la Copa del Rey ha tenido ocho clases. Unas más profesiona­les que otras. Unas a tiempo real y otras a compensado. Los verdaderos regatistas de raza siempre quieren ganar a los mejores y por eso se enrolan en las clases de más calidad. Regatistas que han navegado conmigo infinidad de veces, como Juan Vila ganador este año en la clase TP 52 (tiempo real) con el «Quantum», o Pichu Torcida ganador también de esta edición en Soto 40 (tiempo real) con el «Noticia IV»... y otros regatistas de mucha calidad como José María Van der Ploeg, Rayco Tabares, Jaime Arbones, Chuni Bermúdez... que buscan barcos competitiv­os para dejarse la piel en el campo de regatas. Si ganan, bien, sino, a por otra pero con la cabeza bien alta. Hasta el Rey regatea en una clase muy dura y con un barco de 20 años de antigüedad y se somete a los resultados que depare el agua.

En España, al menos hace años, era muy importante que los armadores, los patrones y los regatistas tuvieran un palmarés real de verdadera calidad. Aquellas victorias del Marqués de Vargas en las tres regatas más importante­s del calendario (Copa del Rey, Semana Náutica y Trofeo Príncipe de Asturias) era lo que perseguíam­os todos los que íbamos de cara a darle alegrías a nuestros patrocinad­ores. No era una vela para cobardes, pero como en casi todas las competicio­nes deportivas siempre hay quien busca la «trampa» legal o el escaqueo en el terreno de juego para ganar y luego subirse a lo más alto de podio para engordar su palmarés.

Una cosa muy absurda porque los que estamos en la vela no tenemos la sensación de que estamos delante de un gran deportista. La cobardía es libre y se engaña a los patrocinad­ores hasta que te descubren y se marchan. A mi jamás me han puesto la cara colorada en los corrillos de la náutica porque mis triunfos hayan sido como «robarle un caramelo a un niño». Nunca se me ha echado en cara el haber navegado en una clase inferior mientras los grandes regatistas lo hacían en una superior.

La Copa del Rey debería hacer como hacen ya otras regatas, que limitan la participac­ión a los profesiona­les en ciertas clases para evitar que los «enfermos» se vanaglorie­n de triunfos que no les ha costado nada.

Ser un grande en la vela es mucho más que ganar regatas.

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