BRINDEMOS CON CICUTA
Cada vez es más complicado discernir entre el ruido y los sonidos articulados con ritmo y armonía. El ecosistema de la comunicación atraviesa una etapa donde casi todo el mundo siente que está en posesión de la verdad absoluta, defendiéndola con ignorancia, sin darse cuenta de que lo que están experimentando son sus verdades particulares, que si se alimentasen sosegadamente con otras permitirían un debate que llevaría a conclusiones más cercanas a una verdad.
Este ciclo está favoreciendo un caldo de cultivo para que las «fake news» o bulos inunden el mundo de la información, llegando a convertirse en una industria que mueve cantidades ya nada despreciables de dinero y que tienen en Twitter, Facebook, Instagram, ... a sus grandes aliados. Un gran porcentaje de la masa social se informa ya sólo a través de las redes sociales, un canal que llegó para democratizar la información pero que ha puesto en jaque al periodismo actual. La rueda empezó a girar y ahora la gente consume cada vez más la información en formato tapa. Toma una, toma otra y sin haberla digerido, toma la siguiente, ahorcando a la información y derivándola a lo que se llama la posverdad, que no es más que una mentira sin más.
El Papa se lamentó del auge de la desinformación comparándola con la coprofagia, el Brexit se fundamentó en falacias y hasta tenemos presidentes de algunos gobiernos que son fruto del magnetismos de las «fake news». Pero dentro de nuestro mundo del mar no estamos libres de pecado. Cada vez es más complicado conseguir información veraz, teniendo a gabinetes de comunicación que son verdaderos expertos en tanatoestética. ¿Tiene responsabilidad el periodismo? En parte sí. La responsabilidad del buscar fuentes fiables y luego contrastarlas con una segunda o tercera, si fuese necesario, hasta estar convencidos de que lo que se va a publicar es veraz. Esto lleva tiempo y ahí está el quid de cuestión. La mentira es mucho más veloz, se fabrica mucho más rápido que la verdad, y esto está acorralando a las redacciones. La posverdad está alimentando la precariedad que está viviendo el sector del periodismo y la comunicación, donde los periódicos cada vez tienen plantillas de profesionales más reducidas y estos son exprimidos por sueldos amorales. El tiempo es oro y cada vez más se ve caer a medios de lo más respetados en la tentación de buscar contenidos en las redes sociales. Hasta a la BBC le han colado en alguna ocasión noticias falsas que consideraron veraces.
Ante esta situación, creo firmemente que a las nuevas generaciones se les debería formar específicamente en la búsqueda de información veraz, dándoles herramientas que les ayuden a identificar las verdades a medias. Si no somos capaces, siempre nos quedará brindar con cicuta.
CADA VEZ MÁS SE VE CAER A MEDIOS DE LO MÁS RESPETADO EN LA TENTACIÓN DE BUSCAR CONTENIDOS EN LAS REDES SOCIALES