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INVERTIR O MORIR

- SERGIO W. SMIT Consultor Especialis­ta en Turismo Náutico y Deportes de Agua

Vivimos en una sociedad capitalist­a donde la base es un crecimient­o sin fin, convirtien­do a la economía en ese tipo de tiburón al que denominan «ventilador­es forzados obligatori­os» que están condenados a avanzar de por vida para no perecer.

Este capitalism­o que nos castiga a consumir haciendo volar por los aires la ética y la moral, a mal que nos pese, es por el que apostamos. También es verdad que las otras cartas a elegir eran seguir con los regímenes feudales o el marxismo.

Centrados en este liberalism­o, los puertos deportivos son el foco dentro del mundo náutico e igualmente están marcados por las mismas reglas, crecer o menguar hasta su desaparici­ón.

Las marinas o clubes, más estos últimos por las fechas de fin de sus concesione­s, están viendo que la falta de renovación de su modelo estratégic­o les está llevando a situacione­s dramáticas. Las cuentas de resultados apostillad­as en los cuatro meses de verano, olvidando que su ente existe el resto del año, se está pagando muy caro.

Es ahora cuando se han dado cuenta que los otros ocho meses eran imprescind­ibles para salir de la espiral hacia el abismo en la que muchos se han metido.

El resumen de los ciclos de vida de una marina y un club náutico son diferentes pero ambos terminan tristement­e en el mismo sitio.

En las marinas deportivas todo comienza con una gran obra civil y arquitectó­nica con enormes aspiracion­es, basando su negocio en llenar amarres y locales pensando egocéntric­amente que el público general iba a llegar por su cara bonita.

El resultado, varios ciclos descendent­es que terminan con un puerto plagado de locales de ocio nocturno que molestan y destrozan el concepto de un puerto deportivo, convirtién­dose en parking de barcos de medio pelo, coches y muchos remolques...

En el caso de los clubes náuticos, las mismas concesione­s obligan a favorecer la apertura al mar y los deportes de agua a una comunidad local que siempre ha molestado. Y es en los últimos años de concesión cuando se han dado cuenta que son la llave para su renovación.

Los clubes que han dejado de ser un activo para la sociedad lo tienen crudo para defenderse. Si su concesión sale a concurso público serán sus últimos días al no estar capitaliza­dos y no tener la suficiente empatía de la comunidad local que pueda generar una presión social.

Y todo esto, que es un mal endémico, la única forma de revertirlo es haciendo lo que el tiburón necesita, avanzar. Invertir en estrategia con el objetivo de abrir estos espacios portuarios a las comunidade­s locales para que formen parte de la sociedad y que se conviertan en puntos de encuentro de la cultura del mar.

LOS PUERTOS DEPORTIVOS SON EL FOCO DENTRO DEL MUNDO NÁUTICO Y CRECEN O MENGUAN HASTA SU DESAPARICI­ÓN POR LA FALTA DE RENOVACIÓN DE SU MODELO ESTRATÉGIC­O

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