MÁS QUE PIEZAS DE CATÁLOGO
Este año que está a punto de echar el telón ha conmemorado dos centenarios importantes para los amantes de la naturaleza: hace un siglo, Estados Unidos aprobó el Organic Act, la ley que creó su Sistema de Parques Nacionales. El país ya había protegido una docena de ellos (Yellowstone, el primero, en 1872), pero este documento firmado por el presidente Wilson el 25 de agosto de 1916 fue la culminación de un sueño por el que lucharon el escritor y filósofo Henry David Thoreau o John Muir, probablemente el primer ecologista moderno. «No hay nada tan americano», presumió Obama en el discurso en que recordó el aniversario. «La idea que hay tras los parques es que el país pertenece al pueblo». Coincidente en el tiempo es la primera Ley de Parques Nacionales de España, aprobada el 8 de diciembre de 1916, que consiguió, con sus únicos tres artículos, que fuéramos uno de los países pioneros en Europa en esta apuesta ambiental. En 1918 se declararon los dos primeros parques, el de la Montaña de Covadonga y el de Ordesa y Monte Perdido. No ha habido fastos que recuerden la efeméride. En realidad, el asunto ha pasado bastante desapercibido, poco dados los españoles a presumir de lo nuestro. El eco que llega estos días es el del proyecto de un gasoducto en Doñana que nos pone los pelos de punta a los que amamos ese lugar.
La belleza de los quince parques nacionales españoles es homologable a la de los grandes espacios naturales del mundo, y como tantos otros deben su protección a viajeros y naturalistas románticos. En el caso de Ordesa, por ejemplo, a los franceses Ramond de Carbonnières, conquistador del Monte Perdido en 1802, y Lucien Briet, fotógrafo y divulgador, cuya insistencia fue clave. Como lo fue la de Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias, que propuso la creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga para conmemorar el XII centenario de la histórica victoria de Don Pelayo sobre el invasor árabe.
Este parque «de vistas, de excursiones, de horizontes, de contemplación de rocas y de abismos, de picos esbeltos y atrevidos...» (como lo describe el preámbulo de la ley de 22 de julio de 1918), no tuvo fácil su nacimiento. El señor marqués, en un acalorado debate en el Congreso de los Diputados, sacó la pistola y persiguió por el hemiciclo al presidente del Consejo de Ministros, conde de Romanones, que no demostraba una actitud muy ecologista. A Covadonga (hoy Picos de Europa) le siguieron Ordesa y Monte Perdido, Cañadas del Teide, Caldera de Taburiente, Aigüestortes y Lago de San Mauricio, Doñana, Tablas de Daimiel, Timanfaya, Garajonay, Archipiélago de Cabrera, Cabañeros, Sierra Nevada, Islas Atlánticas, Monfragüe y Sierra del Guadarrama. Mucho más que piezas de un catálogo.
SE CUMPLE UN SIGLO DE LA PRIMERA LEY DE PARQUES NACIONALES DE ESPAÑA