El santuario de las grullas Entre Zaragoza y Teruel
La mayor laguna natural de España hierve con el paso de aves migratorias
En el altozano de la ermita de la Virgen del Buen Acuerdo la paciencia vale tanto como una buena pelliza. Abajo, una costra de sal rodea la delgada lámina de agua casi perdida en la distancia, un espejismo posible en tierras de sed. El sol dobla la esquina e incendia el cielo regalando a los observadores una postal de catecismo, y el aire se llena de voces con dueños invisibles, después voces con alas y más tarde con cuerpo. Está a punto de comenzar uno de los espectáculos de la naturaleza más apasionantes que pueden disfrutarse en España, y la legión de ornitólogos echa mano de los prismáticos y se olvida del relente que crece mientras la luz mengua.
Miles de grullas llegan en bandadas a sus dormideros, a orillas de la laguna, procedentes de los campos próximos donde han estado alimentándose. En formación, dibujan en el cielo puntas de flecha más o menos abiertas. Estamos a mediados de febrero y se acerca el momento culminante del paso primaveral, y estas aves que han invernado en los sembrados y dehesas de la mitad suroccidental de la península Ibérica se reúnen en Gallocanta para iniciar en unas semanas el viaje a las tundras del norte de Europa. Algunas, directamente, eligieron este lugar como cuartel durante los meses fríos.
La laguna natural de mayor extensión de nuestro territorio –puede alcanzar una lon- gitud de 7,5 kilómetros y una anchura de 2,5 en años generosos en precipitaciones, aunque sus dimensiones son muy fluctuantes–, situada en la frontera entre Zaragoza y Teruel, forma parte de la lista del Convenio de Ramsar (Red de Zonas Húmedas de Importancia Internacional) y ha sido declarada Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA).
Geología y vida
Su origen geológico se remonta al Pleistoceno. El hundimiento tectónico provocado por la aparición de una falla en el Sistema Ibérico creó una cuenca lacustre endorreica, cerrada y «colgada» a gran altura (1.000 metros sobre el nivel del mar). Al estar en un paraje de montaña recibe más aportes de agua que las cuencas de esta clase típicas de las zonas áridas. Tiene una profundidad máxima de 2,55 metros. En periodos de sequía la cubeta puede quedar sin agua. Más de 250 especies de Gallocanta