ABC - Viajar

La esencia de una fiesta única

Una saeta en la noche, mantillas, el sonido de las cadenas, los pasos de Salzillo o Gregorio Fernández... Y así hasta diez estampas esenciales de la tradición de Semana Santa

- POR CÉSAR JUSTEL

acto suave de las túnicas de terciopelo, olor a cera, golpes de varas sobre el empedrado, sonido de campanilla­s, canto de saetas, mujeres con mantilla y peineta, costaleros que se asoman al detenerse el Paso, penitentes con cadenas, quema de Judas... Imágenes que llevamos en el recuerdo y aún nos impresiona­n.

TLos pasos

Conjuntos de gran valor artístico que se conocen como andas o tronos, y se apoyan sobre maderos (zancos) u horquillas. Pasos de Cristo son aquellos en los que figura el crucificad­o; en cambio, son Nazarenos si van con la cruz a cuestas. Cuando está la Virgen (sola o acompañada de San Juan) va cubierto con palio y lleva cirios en su parte delantera. En el siglo XVII empiezan a aparecer los pasos más grandes, y los del Cristo siempre eran mayores que los de la Virgen. Destacan los de Sevilla y Málaga por su alegría y riqueza; los de Valladolid, Zamora o León por su caracterís­tica sobriedad; o los de Murcia por su barroquism­o.

Saetas

Saeta viene del latín sagitta (flecha). Dicen que porque es un lamento que se lanza hacia la imagen. Su época de esplendor es el primer tercio del siglo XX. Con las de Manuel Torres, surgió la costumbre de mecer o bailar los pasos, porque los costaleros no querían perderse el cante. Requiere voz potente para hacerse oír. Ahora es más musical y aflamencad­a. La saeta antigua se oía sin acompañami­ento de olés ni aplausos y su origen se halla en un canto sinagogal de los cristianos nuevos para que la Iglesia creyera en ellos. Se escuchan principalm­ente en Andalucía, sobre todo en Sevilla.

Mantillas y peinetas

Viene del latín mantellum (manto) y es un paño, principalm­ente de seda o lana con encaje, que llevan las mujeres cubriendo la cabeza. Las mantillas se utilizaban para visitar los sagrarios. Hasta el siglo XVIII no empezaron a llevarla las mujeres de condición elevada, copiando su uso de la maja, mujer del pueblo bajo de Madrid. En Semana Santa se luce la negra, excepto algunas cofradías que salen el Domingo de Resurrecci­ón con mantilla blanca. Va acompañada de peineta y pueden ser grandes de fantasía, o pe- queñas para sujetar el cabello. Su uso se ha extendido por todas partes, pero las de Madrid tienen fama.

Menú de la Última Cena

En la Sagrada Cena debió servirse cordero asado, pan ácimo, hierbas amargas y vino, ya que Jesús y sus discípulos celebraban la Pascua judía. Los alimentos que se consumían eran frutas, queso de cabra, aceite de oliva y especias como tomillo y salvia. Jesús estaba en el centro, y Pedro, Juan y Judas a su lado. En aquella época se tomaba la comida con los dedos y se utilizaban vasijas para lavarse las manos y cálices de dos asas. Se comía recostado sobre el lado izquierdo apoyado en cojines y pieles. Destacan las Últimas Cenas « de verdad » en Murcia.

Cadenas

De noche impresiona el silencio solo roto por el sonido de grilletes y cadenas sujetas a los tobillos y arrastrada­s por penitentes descalzos con cruces al hombro. Lo hacen para cumplir promesas hechas. Destacan las que llevan – mujeres principalm­ente– en la procesión del Cristo de Medinaceli madrileño, en la del Silencio en Tomelloso ( Ciudad Real), las de Ronda ( Malaga), el Viernes Santo en Guadalajar­a, y – una de las más impactante­s– en Segovia a su paso por el acueducto.

LA SEMANA SANTA TRANSMITE UNA EMOCIÓN Y VISTOSIDAD IMBORRABLE­S

Procesión de palmas

En la primitiva religión judaica se ofrecía la primera gavilla (haz de mieses) a la divi-

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