Dónde ver el despertar de la primavera
Aire libre, cerezos en flor, aves y cascadas bajo cielos azules salpicados de nubes: la primavera ofrece un reencuentro ansiado
1- Tablas de Daimiel, Ciudad Real
El agua hace un milagro en las llanuras castellanas. Las aves lo saben y buscan cada invierno las inundaciones denominadas « tablas » que los desbordamientos de los ríos Guadiana y Gigüela originan al sumarse a las aguas de los acuíferos manchegos alrededor de las localidades de Daimiel y Villarrubia de los Ojos. En el Centro de Visitantes, a la entrada del parque, o en el Molino de Molemocho, centro de interpretación basado en la relación del hombre con el humedal, le informarán de los más ilustres visitantes alados del momento. Aún así no conviene dejar de lado la red de pasarelas que recorren la Laguna Permanente (800 metros) y la Isla del Pan (2.000 metros) con el bosque de los Tarayes para ver infinidad de aves acuáticas como anátidas, garzas, somormujos y al inconfundible aguilucho lagunero sobrevolando este valioso humedal convertido en parque nacional. La única manera de recorrer la sierra de Pela, entre las sorianas localidades de Caracena y Tarancueña, es la de seguir un sendero a pie junto al curso del río Caracena. Su cañón promete un paseo solitario y desconocido, apenas a 90 kilómetros de Madrid. Puede iniciarse en cualquiera de las dos poblaciones, eso sí contando con que hay que regresar o bien disponer de dos vehículos para evitar hacer el mismo trayecto de ida y vuelta. Si la iniciamos en Tarancueña la recompensa final es la vista de la medieval Caracena con su castillo entre barrancos, rollo del siglo XVI, y, destacada en la zona más alta del promontorio rocoso donde se asienta el pueblo, por la iglesia románica de San Pedro con su galería porticada y sus llamativos capiteles.
TRAS LAS LLUVIAS DEL INVIERNO, LAS CASCADAS SON LAS ESTRELLAS DE LA PRIMAVERA
3- Cascadas de Tobería, Alava
Situadas apenas a 40 kilómetros de Vitoria, en la Llanada Alavesa, para ver las cascadas de Tobería en su mejor momento, cuando son amplias y ruidosas gracias a las lluvias primaverales, hay que llegar hasta el pueblo de Andoin. Un itinerario de 1,3 kilómetros, que deja al paso el antiguo molino ribereño, y pasando una bifurcación de caminos en donde optamos por la izquierda sobrepasando una cancela metálica. En la siguiente opción del sendero será la derecha a seguir para, en apenas 200 metros, otra vez optar por la izquierda y sobrepasar una valla metálica.
Es entonces cuando la pista se rodea de hayas y robles centenarios hasta alcanzar el manantial del río. Hay que seguir remontando hasta el paraje del nacedero pues es en este último tramo donde los saltos de agua sorprenden con su espectacular despliegue hídrico.
4- Lagunas de Villafáfila, Zamora
Apenas una pequeña depresión en Tierra de Campos da lugar a que el agua de lluvia se acumule en balsas de escasa profundidad que crean un conjunto lacustre que, ahora en su mejor momento hídrico, cuenta con 500 hectáreas inundadas. Las lagunas de Barrillos y la Grande son las principales y el lugar para, a comienzos de primavera, ver llegar a los cernícalos primilla, el pato cuchara o admirarse ante los bandos migratorios en paso de correlimos, archibebes y chorlitejos entre otras aves limícolas.
Aunque es sin duda el celo de un ave vis-