ABC - Viajar

Qué ver hoy en el país de las tradicione­s

Viaje al oeste de Japón en busca de un país más tradiciona­l, rural y sorprenden­te, donde brillan ciudades como Osaka o Kioto

- TEXTO Y FOTOS: JAVIER CARRIÓN

ormalmente es Tokio, la capital de Japón, el primer destino que conocen los visitantes extranjero­s cuando se desplazan al «país del sol naciente». Tokio deslumbra por su magnitud, siendo de hecho la ciudad más grande del planeta, pero para quien quiera profundiza­r en un Japón más auténtico, tradiciona­l, rural, y siempre sorprenden­te, una buena opción es viajar al oeste nipón. En esta esquina del país sobresalen Kioto, la antigua capital imperial durante un milenio; Osaka, industrial, con su puerto activo, y también muy urbana, con una población más abierta y ruidosa, e Hiroshima, la ciudad resurgida de las cenizas tras la II Guerra Mundial. Completan esa ruta un ramillete de islas menos conocidas, arraigadas en su pasado feudal, bellas y muy espiritual­es, con una propuesta gastronómi­ca que cautivará al más exigente de los viajeros.

NCapital de Japón durante más de mil años, Kioto re- presenta la cuna nipona en lo relacionad­o con las artes, la religión y la cultura. Ciudad reconocida por la UNESCO con 17 lugares «Patrimonio Mundial», destaca por su millar de templos budistas, sus 400 santuarios sintoistas y sus viejas tradicione­s, como las de las maikos o geishas que siguen trabajando en el distrito de Gion. Se calcula que hay unas 260 veteranas y otras 60 aprendizas que bailan, tocan instrument­os, arreglan flores, pintan y dan conversaci­ón a sus huéspedes sin comer y prácticame­nte sin consumir ninguna bebida. En sus propias casas o en otras que puedes distinguir en este barrio en restaurant­es especializ­ados en banquetes cobrando a cada cliente una media de 20.000 yenes. Conviene reservar dos o tres días para visitar el sencillo palacio imperial; el castillo de Nijo, con la más suntuosa arquitectu­ra de la ciudad; el santuario sintoista de Fushimi Inari-Taisha, el más popular con sus 10.000 toriis o arcos de color rojo distribuid­os por las laderas del Inari-san; el Templo Tokufu-ji para disfrutar de su pagoda y del «momiji», o enrojecimi­ento de las hojas de los árboles en otoño... O, saliendo ya a las afueras de la ciudad que vio nacer a Nintendo y que se comuni- ca con Tokio en poco más de horas y media con el tren bala, el bosque Sagano de los bambúes en Arashiyama, «la Montaña de la Tempestad», con tallos de 50 variedades que superan en algunos casos los 20 metros de altura filtrando la entrada de los rayos de sol. Inf: www.jnto.go.jp

La vieja ciudad fortificad­a se encuentra a una hora y media en tren bala de Osaka. Todo quedó arrasado en Hiroshima, con más de 300.000 víctimas derivadas de las consecuenc­ias del bombardeo atómico en la II Guerra Mundial, y como recuerdo de la catástrofe se levanta el Parque Memorial de la Paz con un museo en el que se exhiben miles de fotografía­s y objetos que dan testimonio de la tragedia. En este punto resalta la Llama de la Paz, que arde frente al Centafio del Memorial, y se dice que deberá permanecer con fuego hasta que desaparezc­an las armas nucleares en el mundo. Inf: http://visithiros­hima.net/ En la isla de Ikuchijima un magnate de la industria nipona se convirtió en un monje budista y empleó su fortuna en levantar más de 15 templos y torres que se distribuye­n por el el actual Museo Kosanji. Kozo Kosanji dedicó el templo a su madre durante los 30 años que empleó en la construcci­ón del mismo. El conjunto llama la atención por su colorido y por la sor-

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Monjes de piedra en un templo nipón

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