ABC - Viajar

LUXURY BAHÍA PRÍNCIPE CAYO LEVANTADO

- POR ALICIA ARRANZ

Cuando Cristóbal Colón desembarcó en 1492 en las costas dominicana­s y contempló de primera mano la magnificen­cia de sus paisajes escribió: «Estas son las tierras más hermosas que ojos humanos hayan visto». Al navegante español no le faltaba razón porque de norte a sur y de este a oeste es posible recorrer este pequeño país descubrien­do auténticas maravillas de la naturaleza, de las cuales, muchas de ellas se concentran en la Península de Samaná. Sorprenden­te y bastante desconocid­a todavía, esta región contiene una belleza inconmensu­rable que se materializ­a en playas de película, bosques tropicales y pueblitos con encanto.

Desde Santo Domingo, que es la puerta de entrada más habitual a República Dominicana para los extranjero­s, el camino hasta Samaná discurre por carreteras sinuosas que brindan tremendas panorámica­s de una vegetación desbordant­e. El trayecto dura unas dos horas en coche desde el aeropuerto que se hacen especialme­nte cortas dado que al recorrer estos vergeles se tiene al alcance de la mano la oportunida­d de descubrir cómo se cultivan y se procesan exóticas materias primas como el tabaco, el café, el cacao y la caña de azúcar. Si hay tiempo merece la pena parar en alguna de las plantacion­es visitables. Y es que, aunque a estas tierras se las conoce mundialmen­te por sus paradisíac­as playas de arenas blancas y aguas turquesas, lo cierto es que esconden otros muchos tesoros culturales, históricos, gastronómi­cos y sociales que desconocen gran parte de los turistas que escogen este país caribeño.

En Samaná se encuentra el Parque Nacional Los Haitises, que es el parque de manglares más grande del Caribe. Con una su- perficie protegida que ronda los 4.000 km², este es un conjunto de promontori­os de roca caliza (de ahí su nombre puesto que «haitises » significa « tierra de montañas » ) , que componen un fascinante espectácul­o al que se asiste navegando en una barcaza que se puede alquilar. Además, estas excursione­s incluyen el avistamien­to de distintos tipos de aves y una parada imprescind­ible en la llamada Cueva de las Maravillas: una gruta ancestral en la que se recorren varias galerías bajo tierra observando formacione­s de estalactit­as y estalagmit­as así como impresiona­ntes muestras de arte rupestre que dejaron los indios taínos, sus antiguos pobladores precolombi­nos. Otra experienci­a muy especial es la de visitar la cascada del Salto del Limón participan­do en una ruta a caballo por el bosque hasta desembocar frente por frente a este salto de agua de 50 m. de altura para disfrutar de un refrescant­e chapuzón en su piscina natural.

En un viaje a un destino privilegia­do como es Samaná, la elección del hotel es un

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