ABC - Viajar

Cien días de intensidad apabullant­e

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vesar y muchos días seguidos de navegación (a veces cinco y muchas veces cuatro) que pese a lo que pueda parecer no se hacen pesados. Al contrario, los días que tocas tierra son tan intensos que los paréntesis se hacen necesarios para recuperar fuerzas, estudiar el siguiente destino, ordenar fotos (todo un desafío con tanto dispositiv­o) y lavar la ropa.

Entrar en puerto siempre es una incógnita, pues cada uno es totalmente diferente al anterior. Por ejemplo, en Sidney, el barco atracó a las mismas puertas de la Ópera en pleno corazón de la ciudad… Fascinante. Y dejar un puerto también resulta de lo más gracioso: cientos de personas pañuelo en mano despidiend­o «a los de la vuelta al mundo».

Y el mar es inmenso, y las aguas diferentes. En la travesía por el Atlántico camino del Caribe y las Américas pasábamos días sin ver ni un barco, ni tan siquiera un palo flotando, nada, solo agua. El Pacífico es muy azul, un azul diferente al Atlántico, y muy pacífico hasta que deja de serlo. En Cairns (Australia) el mar nos azotó con tal fuerza que ni siquiera pudimos bajar del barco para bucear en la Gran Barrera de Coral. Pero fue una excepción ya que el trayecto (que varía cada año) está tan estudiado que pillas muchos días de sol y tranquilid­ad y muy pocos de tormenta.

Fue llegar al Índico y todo cambió. Tone-

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