C. Nacional
misos necesarios para realizar lo que muchos consideraban una locura: reconvertir esa finca en un paraíso natural. Y no solo logró su objetivo, sino que hoy en día este campo está reconocido a nivel internacional como un ejemplo de recuperación ambiental y de fomento del golf popular. Gracias a las imágenes del pasado Open, que se vieron en 300 millones de hogares de todo el mundo, los espectadores de todo el planeta pudieron admirar el milagro surgido en el extrarradio madrileño y se dieron cuenta de que se puede jugar a este deporte en todo tipo de recorridos.
El campo de La Cartuja
No menos degradada se quedó La Cartuja sevillana después de la Expo 92, y lo que había sido una isla de ensueño se convirtió en un erial en pocos meses. Afortunadamente, de nuevo una federación de golf (en este caso la Andaluza) decidió pelear por convertir una pequeña parte del terreno en una instalación deportiva dedicada a la promoción del golf. Así surgieron la escuela y el primer campo de nueve hoyos público de Sevilla, que hoy en día es un semillero de jugadores y al que acuden niños de los colegios de la ciudad y multitud de jubilados. En este caso, no solo se ha recuperado una zona inhóspita, sino que se ha logrado completar una gran labor social.
Un tercer ejemplo de reutilización del territorio impulsado por las instituciones públicas se encuentra cerca de Bilbao. En 2005 la Diputación de Vizcaya inauguró el campo de Meaztegi, que diseñó el gran Severiano Ballesteros en los terrenos abandonados y agostados de las minas de La Arboleda. Gracias a dos años y medios de obras y de movimientos de tierras, hoy en día el golf está plenamente integrado en el entorno.