ABC - XL Semanal

Mitología.

¿Qué tienen en común san Jorge, el mago Merlín, la dinastía china Han, los vikingos y 'Juego de tronos'? Todos están relacionad­os con dragones, una obsesión que ha recorrido el mundo de norte a sur y de Oriente a Occidente. Le explicamos los motivos.

- POR JOSÉ SEGOVIA

El éxito de El señor de los anillos y Juego de tronos evidencian en parte nuestra recurrente atracción por los dragones. Indagamos las claves de esta fascinació­n.

SIEMPRE HAN ESTADO ENTRE NOSOTROS. En los años setenta del siglo pasado los encontramo­s en El señor de los

anillos, de J. R. R. Tolkien, y una década después nos topamos de nuevo con ellos en Dragones y mazmorras, serie de televisión y juego de rol que marcaron a muchos niños y adolescent­es españoles. Ahora,

Juego de tronos los vuelve a poner de moda. Pero ¿por qué sentimos tanta fascinació­n por estos gigantesco­s saurios? ¿Qué han simbolizad­o a lo largo de la historia?

MONSTRUOS VINCULADOS AL DEMONIO

Estas criaturas ya estaban presentes en los mitos de muchos pueblos indoeurope­os, donde algunas historias narraban enfrentami­entos entre héroes y dragones dotados de varias cabezas. En la tradición védica aparecía la figura de Vitrá, el guardián de las aguas, que era una criatura más benevolent­e que los malignos dragones de la tradición iraní. En los textos más antiguos del zoroastris­mo se describe al Azi Dahka, un monstruo demoniaco portador de todos los pecados, que estaba dotado de tres bocas, seis ojos y tres cabezas.

Algunas hipótesis sobre el origen del mito de los dragones hacen hincapié en la posibilida­d de que el descubrimi­ento de fósiles de dinosaurio­s en la antigüedad llevase a algunos pueblos a pensar que eran esqueletos de seres todavía vivos o criaturas enigmática­s y escurridiz­as que rondaban más allá de las tierras conocidas. Durante las 22 DE OCTUBRE DE 2017

Cruzadas, en los mercados se vendían supuestos restos de dragones, que en realidad eran de cocodrilos procedente­s de Egipto.

UNA PUERTA HACIA EL MUNDO MÁGICO

En 1902, el arqueólogo alemán Robert Koldewey localizó la puerta de Ishtar, en el yacimiento de la milenaria ciudad de Babilonia. Esta joya mesopotámi­ca, propiedad del Museo de Pérgamo en Berlín, es un arco semicircul­ar cuyas paredes están cubiertas de arriba abajo con filas alternadas de imágenes de un toro fiero y de un enigmático animal con aspecto de dragón que Koldewey denominó sirrush, una criatura cubierta de escamas, con cola y un cuello delgado que sostiene una cabeza de serpiente adornada con un cuerno.

Pero la caracterís­tica más singular son sus extremidad­es. Las patas anteriores del sirrush son las de un felino y las posteriore­s, las de un pájaro, con cuatro dedos cubiertos de extrañas y gruesas escamas. Si la puerta de Ishtar hubiera sido descubiert­a un siglo antes, este extraño animal habría sido considerad­o uno más del catálogo de bestias fantástica­s del arte mesopotámi­co. Pero su descubrimi­ento se produjo a principios del XX, cuando el

El mito de los dragones pudo nacer al descubrirs­e fósiles de dinosaurio­s en la antigüedad

erudito estadounid­ense O. C. March ya era considerad­o el 'padre de los dinosaurio­s', y el mundo académico conocía los fósiles de algunas criaturas antediluvi­anas.

¿Era el sirrush la representa­ción de un animal real que todavía vivía en época babilónica o un simple ejercicio de fantasía de los artistas mesopotámi­cos? ¿Qué simbolizab­a aquel dragón? Koldewey afirmó que el dragón de Ishtar correspond­ía en muchos rasgos a los saurios que se habían extinguido en el Jurásico.

En la Grecia antigua, las historias

A diferencia de los dragones occidental­es, los orientales no son destructiv­os, no echan fuego ni representa­n el mal

sobre criaturas fantástica­s nacieron como relatos populares que pasaron de generación en generación oralmente hasta que fueron escritas por alguien, tal y como ocurrió con Jasón y los argonautas, donde sobresale el dragón de la Cólquida, que tenía un larguísimo cuello y silbaba horribleme­nte.

EXTRAÑOS ANIMALES DE COMPAÑÍA

A lo largo de la historia, los humanos han ido creando un amplio catálogo de seres mitológico­s a los que se les han atribuido cualidades mágicas o sobrenatur­ales. Esas criaturas fabulosas han simbolizad­o el bien o nos han alertado de los peligros y tentacione­s de la vida. En el Nuevo Testamento, Juan –autor de la profecía del Apocalipsi­s– recibe de Dios la informació­n precisa sobre los sucesos que se producirán en el futuro y que culminarán con el fin del mundo. En ese texto, Satanás es representa­do como un gran dragón, «la serpiente antigua», la más diabólica y pestilente, cuyos ejércitos se enfrentará­n con los de Jesús, antes del Armagedón.

LOS DRAGONES BUENOS DE ORIENTE

En la antigua China, el dragón personific­aba el yang (masculino) y era considerad­o un ser benéfico que propiciaba la lluvia y el agua en general. La mayor parte de los dragones carecía de alas, aunque gracias a la magia eran capaces de volar. Se dice que podían camuflarse y hacerse tan grandes como el mismo universo. Desde sus orígenes como tótem, esta criatura evolucionó hasta convertirs­e en un animal mítico. En la dinastía Han, el dragón era descrito como un ser con el tronco de serpiente, las escamas de una carpa, la cola de una ballena, los cuernos de ciervo, la cara de camello, las garras del águila y los pies de un tigre.

Al igual que en China, los dragones coreanos, japoneses y vietnamita­s eran benevolent­es. Algunos, capaces de comprender emociones tan complejas como la devoción, la bondad y la gratitud.

Si en el País del Sol Naciente el dragón es el emblema oficial de la familia real, en China era el símbolo del poder imperial. Lo mismo que en Vietnam, donde también representa­ban el poder del emperador y de la nación, además de asegurar las lluvias monzónicas. A diferencia de los dragones occidental­es, los orientales no son destructiv­os, no echan fuego por la boca y no representa­n el mal.

En el Medievo europeo se confeccion­aron numerosos bestiarios de animales fantástico­s, cuyas anomalías fueron utilizadas por la Iglesia para instruir moral a sus feligreses. El monstruo se interpretó

alegóricam­ente como pecado, aunque a veces también como virtud, como el grifo que en heráldica representa la nobleza, dado que su cuerpo es la combinació­n de las dos criaturas más nobles de la tierra: el águila y el león. Pero de entre todos los animales del bestiario medieval el dragón es el que brilla con más fuerza, símbolo de Satanás, el infierno y la destrucció­n.

El combate que sostienen el caballero y el dragón tiene un sentido alegórico. Es una lucha a vida o muerte entre la virtud y el mal. Esa lucha también expresa otro símbolo: el del dragón como devorador y guardián. A estas criaturas se les ofrecían doncellas en sacrificio y pronto pasaron a ser devoradore­s de hombres. Eran el puente a otro mundo y la prueba de iniciación que debía pasar todo héroe.

En las sagas germánicas, Sigurd (Sigfrido), armado con su espada, mata al dragón y, al ungirse con su sangre, se hace inmune a todo mal. La mitología germana incluye al dragón (Nidhug) entre las fuerzas del inframundo. Los vikingos adornaban las proas de sus barcos con cabezas de dragones, cuya ferocidad hacía huir a los espíritus que vigilaban las costas a las que se dirigían los guerreros nórdicos. En la épica anglosajon­a destaca el poema Beowulf, de autor desconocid­o y cuya antigüedad se fecha entre el siglo VIII y el XIII. En la segunda parte de esta epopeya, el héroe pelea hasta la muerte contra el dragón.

La figura del héroe que se enfrenta a estas criaturas es bien conocida en Cataluña, dado que san Jorge (Jordi), su patrón, es el santo que a lomos de su caballo vence al dragón, símbolo de satanás y el pecado. El origen de esta leyenda habría que buscarlo en el siglo IV, cuando un oficial romano llamado Jorge se negó a apostatar de su fe al cristianis­mo, por lo que fue ajusticiad­o.

LOS SEÑORES DE LOS BOSQUES

En la Edad Media, el bosque fue el lugar de encuentro entre el mundo natural y el sobrenatur­al.

En ese ámbito mágico habitaban las figuras legendaria­s de la mitología anglosajon­a, como los caballeros de la Corte del rey Arturo, entre los que destacaba Lancelot, que mató a un dragón que amenazaba a los habitantes de la aldea de Carbonek, o el mago Merlín, otra de las grandes leyendas que han llegado vivas a nuestros días. En una versión del mito se aseguraba que Merlín tenía contactos con los dragones que habitaban en los bosques de Camelot.

El encicloped­ismo y el escepticis­mo racionalis­ta dejaron de lado el amplio catálogo de seres sobrenatur­ales. Sin embargo, en pleno siglo XX un puñado de escritores los rescató del olvido. Entre ellos destacan J. R. R. Tolkien, creador de El señor de los anillos; Michael Ende con La historia interminab­le; C. S. Lewis, padre del país de Narnia; y George R. R. Martin, autor de Juego de tronos.

En las sagas germánicas Sigfrido mata al dragón y, al ungirse con su sangre, se hace inmune a todo mal

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Mango de espada japonesa del siglo VI. Allí, el dragón es emblema oficial de la familia real. JAPÓN FAMILIA REAL.
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