ABC - XL Semanal

HERENCIA EN CADENA

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Izquierda: Picasso y Jacqueline Roque, su última esposa, en 1971. Roque heredó la mayor parte del legado del pintor, que pasó a manos de su hija, Catherine, bajo estas líneas.

COMENCEMOS CON ALGUNOS DATOS. Procure, eso sí, no marearse: 1885 cuadros, 7089 dibujos, 1228 esculturas, 2800 cerámicas, cerca de 10.000 litografía­s y grabados, una casa en la plácida Mougins, un château… El inventario de lo que Pablo Picasso dejó a sus herederos da vértigo. Más todavía si se tiene en cuenta que la mayor parte de este legado acabó en manos de una sola persona.

Jacqueline Roque, última esposa del genio malagueño, heredó el pellizco más gordo –en detrimento de los cuatro hijos del pintor– sin pagar derecho de sucesión alguno. Se quedó, además, con la casa de Notre-Dame-de-Vie, en la plácida Mougins, cerca de Cannes, donde el artista pintó y vivió en sus últimos años, y con el imponente Château de Vauvenargu­es, en cuyo jardín yace aún el maestro malagueño.

Pero hay más: Roque, que tenía una hija, Catherine Hutin, cuando se casó con Picasso, recuperó más tarde, para su colección, obras dispersas en las que figuraba ella y muchas otras que le fueron dedicadas, algo que Picasso hizo con bastante frecuencia. «El conjunto puede valer hoy unos 3000 millones de euros», calcula un experto.

Es decir, Jacqueline Roque se convirtió de golpe en una de las mujeres más ricas de Francia –hundida, eso sí, en la depresión y refugiada en la bebida–, un título que ostentó durante tres lustros: desde 1973, año de la muerte de Picasso, hasta 1987, cuando la viuda se pegó un tiro en la sien en su emblemátic­a residencia de Mougins. Fue así, de la noche a la mañana, como Catherine Hutin, única heredera de Roque, se convirtió en propietari­a de más cuadros, bienes y objetos de Picasso que sus propios hijos y nietos por línea directa.

Hutin tenía entonces cuarenta años y trabajaba como secretaria, desde hacía tres, en el periódico L'Évènement

du Jeudi. En la redacción, sus compañeros la tenían por una joven simpática y muy apreciada entre los periodista­s por su destreza para escribir a máquina. En declaracio­nes a la revista francesa Paris Match, Jean-François Kahn –el

Su madre se pegó un tiro en la sien y ella se convirtió en multimillo­naria. Hasta entonces había trabajado en un periódico como secretaria de redacción

director– recuerda así el anuncio de su partida. «Un día me dijo: 'Me voy, mi madre ha muerto, soy multimillo­naria'. Aquello se me quedó grabado. Nadie sabía quién era».

EL TRIÁNGULO DE LOS

PICASSOS. Hoy, treinta años después, Catherine Hutin, que siempre ha cultivado un aire huidizo y misterioso, está inmersa en un intrincado triángulo judicial en cuyos otros dos vértices se hallan el oligarca ruso Dmitri Rybolóvlev, dueño del club de fútbol AS Mónaco, y un marchante de arte suizo, tan prestigios­o como controvert­ido, llamado Yves Bouvier.

Numerosos enigmas penden aún sobre el caso, pero el relato bien podría iniciarse a principios de 2015. El magnate ruso, compulsivo comprador de obras maestras, acababa de denunciar al tratante suizo por estafa, acusándolo de inflar durante una década los precios de los cuadros que le conseguía; entre ellos, los de dos retratos que Picasso dedicó a su última esposa: Mujer peinándose y Española con abanico, que Bouvier le había vendido en 2013 por 27 millones de euros.

Al enterarse del asunto, Hutin denunció al marchante por robo, asegurando que ambas obras eran de su propiedad y que le habían sido sustraídas. Según ella, los cuadros estuvieron en su casa de Mougins hasta 2008, cuando intentó venderla y ordenó a Olivier Thomas –un prestigios­o tratante, socio de Bouvier– inventaria­r sus bienes y guardarlos en unos almacenes en París.

En siete años, por lo tanto, Hutin no habría echado de menos las obras –«tenía otras cosas de las que ocuparse», alegan sus abogados–, hasta el día en que se enteró de que estaban en posesión del magnate Rybolóvlev. En los meses siguientes de 2015, Rybolóvlev restituyó los retratos a la hijastra del pintor malagueño, pero las denuncias contra el marchante suizo prosiguier­on su curso.

OCHO MILLONES DE DÓLARES. El contraataq­ue de Bouvier, sin embargo, fue demoledor. El suizo entregó a la juez un justifican­te de pago de ocho millones de dólares, con fecha de 9 de diciembre de 2010, por dos retratos y varios dibujos

El marchante Bouvier le compró a Hutin dos retratos de Picasso por ocho millones. Tres años después le vendió los cuadros al dueño ruso del Mónaco por 19 millones más

de Picasso. El ingreso se realizó en una cuenta del fideicomis­o Nobilo Trust en el Centrum Bank de Vaduz (Liechtenst­ein). ¿El nombre de la beneficiar­ia?: Catherine Blay (el apellido completo es Hutin-Blay), nacida el 4 de enero de 1948.

La hijastra del pintor, sin embargo, lo negó todo. «La señora Catherine Hutin nunca ha recibido pago alguno relacionad­o con la venta de estas obras robadas, ya sea por parte del señor Yves Bouvier o sus empresas o de cualquier otra persona», replicó su abogado. No obstante, la juez de París que lleva el caso consiguió que las tradiciona­lmente opacas autoridade­s de Liechtenst­ein accedieran a cooperar con el sistema de justicia francés, que confirmaro­n la operación, tal y como reveló recienteme­nte el semanario galo Le Point.

Pero hay más, según Bouvier, todo se hizo bajo las indicacion­es de los abogados de la propia Hutin. El suizo incluso pagó otro millón, a través de un fondo en Bahamas, al marchante François Aittouarés, que es quien le proporcion­ó los cuadros. Aittouarés, sin embargo, ha fallecido y no ha sido posible confirmar que vendiera nada en nombre de Hutin. Cuando la juez de Instrucció­n la interrogó sobre todo ello, la heredera, relata Paris Match, se puso nerviosa: «Lo que usted cuenta me suena a chino», replicó.

Recapitula­ndo: si Bouvier le pagó a Hutin 8 millones por los dos retratos que vendió después a Rybolóvlev por 27 millones, el marchante suizo obtuvo, por lo tanto, 19 millones de beneficio. Una suma que invita a plantearse algunas preguntas. Por ejemplo: ¿se sintió Catherine Hutin estafada por Bouvier cuando supo que este había vendido sus cuadros por 19 millones más? ¿Quiso Hutin quedarse con los 8 millones y recuperar los retratos? ¿Fue víctima de una trampa o participó en una conspiraci­ón junto con el vengativo Rybolóvlev para hundir a Bouvier?

CUANDO LOS MÓVILES HABLAN. Dos años de investigac­iones después, nuevas revelacion­es, difundidas en septiembre por el diario Le Monde, han dado un vuelco al caso Bouvier. Unos mensajes de texto hallados en el móvil de la abogada de Rybolóvlev, mano derecha del magnate, revelan que el dueño del Mónaco pudo haber usado sus influencia­s en las Policías de Mónaco y Francia y en la Administra­ción de Justicia del principado para obtener informació­n sobre el caso.

Según el rotativo, Tetiana Bersheda –la letrada en cuestión– «habría concebido una trampa contra Yves Bouvier con la complicida­d de policías monegascos». Las acusacione­s partían del análisis del móvil de la 'zarina' –su apodo, tal es su influencia sobre Rybolóvlev–, entregado en febrero pasado a la juez que instruye el caso. Los mensajes de Bersheda, según la investigac­ión, siembran más dudas sobre el supuesto robo sufrido por Catherine Hutin y sugieren que la abogada instigó, con ayuda de funcionari­os de la Policía monegasca, una celada para vengarse de Bouvier por haberle inflado a su jefe durante años los precios de las obras de arte que el suizo le consiguió. Revelacion­es de Le Monde ante las cuales la revista Paris Match cuestionab­a hace unos días: «¿Habría Catherine Hutin actuado bajo las directrice­s de Bersheda con el objetivo común de hacer caer a Yves Bouvier?».

INFORMACIÓ­N PRIVILEGIA­DA. Con los mensajes de móvil en la mano, según cuenta la prensa francesa, la Policía interrogó hace unos meses a Hutin, quien, conviene recordar, había sostenido hasta entonces haber pasado siete años sin saber de los retratos. En su última declaració­n admitió que, allá por 2012, su restaurado­r de cuadros habitual le había confesado haber entelado aquellos dos Picassos para Dmitri Rybolóvlev, siguiendo una petición expresa de Yves Bouvier. Una afirmación, sin embargo, que chirría en el discreto mundo del arte, donde rige la regla básica de no desvelar jamás el nombre de tus clientes. Bouvier asegura, además, que en 2012 no sabía todavía si iba a venderlos ni, menos aún, a quién. El dueño ruso del Mónaco se los compró en la primavera de 2013.

Así las cosas, lo que empezó como un caso de estafa y robo en el mundo del arte amenaza con convertirs­e en un caso de imprevisib­le alcance en el Principado de Mónaco. De momento, y nada más conocerse las revelacion­es de

Le Monde sobre el caso, Philippe Narmino –ministro de Justicia monegasco señalado por el diario– anunció su jubilación anticipada. El caso sigue abierto y los tentáculos del oligarca ruso se extienden por todo Mónaco desde que, tras fructuosas negociacio­nes con el príncipe Alberto, adquiriera el equipo de fútbol local hace ya siete años.

 ??  ?? Yves Bouvier hizo de la empresa de su padre un imperio del transporte, almacenaje y venta de arte. Conoció a Rybolóvlev en 2002, cuando el ruso adquirió un Chagall. André Hutin, el padre de Catherine, fue ingeniero. Tras divorciars­e de él, Jacqueline...
Yves Bouvier hizo de la empresa de su padre un imperio del transporte, almacenaje y venta de arte. Conoció a Rybolóvlev en 2002, cuando el ruso adquirió un Chagall. André Hutin, el padre de Catherine, fue ingeniero. Tras divorciars­e de él, Jacqueline...
 ??  ?? Dueño del club de fútbol AS Mónaco, el oligarca ruso Dmitri Rybolóvlev –aquí con los Picassos que devolvió– se enriqueció en los 90 al hacerse con el control de la empresa minera rusa de extracción de potasio. Tenía apenas 29 años.
Dueño del club de fútbol AS Mónaco, el oligarca ruso Dmitri Rybolóvlev –aquí con los Picassos que devolvió– se enriqueció en los 90 al hacerse con el control de la empresa minera rusa de extracción de potasio. Tenía apenas 29 años.
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De dcha. a izda.: Jacqueline Roque, su hija Catherine Hutin, Picasso y Maya Picasso, la hija mayor del pintor. ENTRE PICASSOS

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