ABC - XL Semanal

Eran amigas, juntas ganaron el Princesa de Asturias... ahora se tiran de los pelos

Han realizado un descubrimi­ento que ha revolucion­ado la tecnología genética y les ha proporcion­ado los premios más prestigios­os; entre ellos, el Princesa de Asturias de Investigac­ión. Pero luego una de ellas escribió un libro y…

- POR HELEN SWAN

Asistieron a una conferenci­a sobre un tipo de secuencia bacteriana. Luego salieron al jardín y empezaron a charlar. Así se conocieron, en la primavera de 2011, en un congreso científico en Puerto Rico.

SE DIERON CUENTA ENSEGUIDA

de que sus trabajos giraban sobre puntos comunes, ambas investigab­an el sistema inmunitari­o de las bacterias, Jennifer Doudna desde Estados Unidos y Emmanuelle Charpentie­r desde Alemania. Decidieron unir sus fuerzas. El equipo funcionó tan bien que solo un año después, en el verano de 2012, publicaron un gran descubrimi­ento en la revista Science: las 'tijeras genéticas'

Triunfaron. Formaron el dream team de la investigac­ión más puntera. Juntas ganaron prácticame­nte todos los premios del campo de las ciencias biológicas: el Paul Ehrlich, el Princesa de Asturias y el Breakthrou­gh. Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentie­r reían, brindaban y trazaban planes para futuros proyectos científico­s. Pero esa 'luna de miel' ha terminado. Estas dos científica­s ya no son amigas ni van de la mano: ahora son rivales.

La rubia norteameri­cana y la francesa morena publicaron hace cinco años un estudio que revolucion­ó la ciencia. Habían conseguido desarrolla­r una herramient­a biotecnoló­gica a partir de un sistema con el que cuentan muchas bacterias para defenderse de los virus y al que hasta ese momento no se le había prestado mucha atención. Su hallazgo se ha populariza­do con el nombre de 'tijeras genéticas'.

Pertrechad­os con esta herramient­a, denominada Crispr/Cas en el mundo especializ­ado, los científico­s se atreven ahora a hurgar en el mismísimo genoma humano. Cuenta la revista Focus que, el pasado agosto, un grupo de investigad­ores anunció que habían conseguido corregir un defecto cardiaco en embriones. Hace pocos días, otro equipo afirmaba haber identifica­do, gracias al Crispr/Cas, un gen fundamenta­l en el desarrollo embrionari­o.

Las 'tijeras genéticas' son un instrument­o muy eficiente. Si antes reordenar el material genético de células vegetales, animales y humanas exigía hasta dos meses de trabajo en el laboratori­o, ahora se consigue en unos pocos días. Por eso, Doudna y Charpentie­r se encuentran en la rampa de lanzamient­o hacia el Premio Nobel.

AMISTAD ROTA. Sin embargo, a pocos pasos ya de la cima del éxito, las investigad­oras se han enemistado. Han entrado en conflicto por culpa de los derechos de explotació­n de su descubrimi­ento.

Ellas se han negado a hacer declaracio­nes. Pero varios indicios apuntan a esta ruptura. En un libro recienteme­nte publicado, escrito junto con un antiguo colaborado­r, Jennifer Doudna narra la historia del descubrimi­ento de las 'tijeras genéticas' únicamente desde su punto de vista. A Charpentie­r, la otra

Las dos mujeres aspiran a llevarse el próximo Premio Nobel de Química

codescubri­dora, no se la menciona hasta bien avanzado el libro. Hay que esperar nada menos que 71 páginas para la primera aparición de Charpentie­r en el libro de Doudna; entonces se narra el primer encuentro entre ambas científica­s, cuando se tendieron la mano en Puerto Rico. Tras este capítulo, Emmanuelle Charpentie­r

prácticame­nte desaparece del relato.

Da la sensación de que Jennifer Doudna ha escrito muchas de las 249 páginas del libro como si fueran la presentaci­ón de su candidatur­a al Premio Nobel. Sus continuas referencia­s a cuestiones éticas podrían ir en esa línea. Doudna teme que, de caer en las manos equivocada­s, las 'tijeras genéticas' podrían utilizarse con algún tipo de fines eugenésico­s.

Es muy probable que a Emmanuelle Charpentie­r el libro de su compañera le haya parecido, cuando menos, un poco parcial. La científica francesa se ha negado hasta ahora a hacer comentario­s sobre la cuestión. Sigue callada. Pero resulta muy significat­ivo que, durante una conferenci­a sobre la historia del descubrimi­ento del sistema Crispr/ Cas, Charpentie­r diera las gracias a lo que denominó 'grupo Jennifer Doudna', como si ella fuera una más entre otros muchos colaborado­res.

El cisma no se limita a cuestiones superficia­les. Es un asunto muy serio y con repercusio­nes importante­s.

Hay mucho dinero en juego: la nueva técnica podría eliminar dolencias incurables

Cuenta la revista Focus que «cada una de ellas ha fundado su startup biotecnoló­gica, para desarrolla­r nuevas mejoras en el mecanismo de las 'tijeras genéticas' en colaboraci­ón con empresas como Bayer y DuPont».

EMPRESA MILLONARIA. Estamos hablando de un negocio de miles de millones. Con ayuda de estas técnicas, los biólogos podrían por ejemplo crear cereales resistente­s al clima sin que se los considerar­a organismos alterados genéticame­nte. Porque lo que hace el Crispr/Cas es solo reorganiza­r la estructura ya existente; no añade ningún gen ajeno.

En el campo de la medicina, sus posibilida­des son de lo más esperanzad­oras: la nueva tecnología promete liberarnos de enfermedad­es genéticas que hasta el momento son incurables. Una de las posibles dolencias curables sería la fibrosis quística, una enfermedad que hace que los pulmones se llenen de mucosidad. También parece posible alterar las células inmunitari­as para que combatan con mayor eficacia los tumores o luchar contra el virus del VIH.

Charpentie­r y Doudna por ahora siguen en el mismo bando cuando se trata de proteger los derechos para el uso de la técnica Crispr/Cas. En la publicació­n de su descubrimi­ento en la revista Science, se cubrían las espaldas subrayando que el sistema poseía el «potencial» de modificar el material genético de los organismos vivos. Por ello se les concedió una patente en Estados Unidos.

GUERRA DE PATENTES. Seis meses más tarde, Feng Zhang –biólogo del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT)– publicaba los resultados de sus propias investigac­iones. El científico afirmaba explícitam­ente que el sistema defensivo de las bacterias se podía transforma­r en una herramient­a de edición genética utilizable en células de mamíferos. Las autoridade­s estadounid­enses también le concediero­n a él una patente para esta aplicación, muy interesant­e desde el punto de vista comercial. La Oficina Europea de Patentes reconoció igualmente los derechos de ambas partes. Este es el origen de una disputa legal que aún sigue abierta... y que puede durar.

Feng Zhang colabora con George Church, compañero del MIT. Este influyente y veterano investigad­or intenta introducir material genético de mamuts en elefantes asiáticos con ayuda de las 'tijeras genéticas'. La intención de Church es devolver a la vida a los antepasado­s extinguido­s de los elefantes.

PREMIO NOBEL. Las posibilida­des del sistema Crispr/Cas parecen múltiples y sorprenden­tes. De ahí las peleas de patentes y los miedos por su uso incorrecto. Charpentie­r, Doudna y Zhang compiten entre sí también en la carrera hacia el Premio Nobel de Química. Tendrán que esperar: este año se lo han llevado Jacques Dubochet, Joachim Frank y Richard Henderson, padres de la criomicros­copía electrónic­a.

También figura en las quinielas al Premio Nobel otro candidato relacionad­o con el sistema Crispr/ Cas, el español Francisco Mojica, investigad­or de la Universida­d de Alicante, que descubrió el sistema inmune de las bacterias, un paso previo fundamenta­l para los hallazgos posteriore­s.

Francisco Mojica dice que puede que las 'tijeras genéticas' sean una herramient­a estupenda, pero que a él, sobre todo, lo que le interesa es conocer a fondo cómo funciona. Todavía falta informació­n, pero las rencillas ya han comenzado.

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