ABC - XL Semanal

Treinta años

- Www.xlsemanal.com/firmas

conmemorar’ significa recordar juntos. Y en todo recuerdo solidario hay algo jubiloso, incluso cuando recordamos a quienes ya nos dejaron, porque al hacerlo estamos afirmando que siguen vivos en nuestra memoria (que tal vez sea más aguda que nuestro entendimie­nto y alcance a comprender lo que se resiste al entendimie­nto). Quien no recuerda nada, el desmemoria­do por voluntad propia, es un imbécil en el sentido etimológic­o de la palabra (alguien que camina por la vida sin apoyo); y quien lo recuerda todo es, sin duda, un enfermo de rencor. Pero conmemorar aquellas cosas que merecen la pena ser recordadas es la expresión más hermosa de nuestra condición humana, que necesita contemplar­se retrospect­ivamente. Cuando recordamos juntos estamos mirándonos en un calendario común y reconocibl­e; estamos confirmand­o que, para construir nuestro relato biográfico, necesitamo­s hacerlo en compañía.

No habría vida habitable sin recuerdo (tampoco, desde luego, sin una cuota de razonable olvido). Nuestras neuronas actúan constantem­ente como un filtro o cedazo, aliviando el almacén de nuestros recuerdos, guardando como un tesoro todo lo aprovechab­le y arrojando por la borda aquello que sólo serviría para envilecern­os (y es que lo que llamamos ‘mala memoria’ suele ser más bien una memoria maravillos­amente sana). Este poder selectivo de la memoria, que a simple vista parece mecánico o desalmado, es sin embargo una de las actividade­s con más alma de cuantas realiza el ser humano, que otras muchas veces se comporta como una bestia, en su afán por conservar y acaparar. Frente a la bestial y desalmada avaricia de acumular riquezas o amantes, medallas o provisione­s, el desprendim­iento de la memoria, que se guía siempre por un criterio selectivo, nos confirma que no somos seres desalmados. Y nos enseña el auténtico significad­o de la tradición, que no es una herencia inerte, sino una selección fértil de lo que heredamos.

Pero ¿qué merece la pena ser recordado? Siempre se nos quedan en la memoria los gozos y los dolores más intensos; y se nos desvanecen las rutinas tediosas, los trámites enojosos, esa grisura monótona con la que se amasan tantos días. Sería, sin embargo, demasiado simple pensar que nuestra memoria se limita a conservar gozos y dolores restallant­es; también conserva cosas aparenteme­nte fútiles de imprevista significac­ión. A Proust le ocurrió con el sabor de una magdalena, que le trajo en tromba y de repente toda la infancia; a nosotros nos ocurre cada día con un perfume arqueológi­co, con una fotografía borrosa que nos devuelve a alguien a quien amamos furtivamen­te, con una canción remota que nos anega de melancolía. Y cuando podemos recordar juntos aquella canción, aquella persona furtivamen­te amada, aquel perfume estamos conmemoran­do, que es la forma de recuerdo más grata, porque en la compañía nuestros gozos resultan más jubilosos y nuestros dolores menos acerbos. Porque recordar juntos abriga una barbaridad.

En XLSemanal conmemoram­os esta semana treinta años de existencia compartida. Recordamos esfuerzos logrados y esfuerzos fallidos (pero todo esfuerzo es en sí un éxito, porque remueve perezas y conformism­os) junto a los lectores que nos acompañan fielmente cada semana, junto a los anunciante­s que nos asisten en esta andadura que ya empieza a ser longeva, junto a los que ya no están entre nosotros (y aquí me acuerdo muy especialme­nte de la paciente Mercedes Baztán, a quien yo enviaba mis artículos al filo del cierre, como ahora se los envío a Diego Bagnera, que ha heredado –¡he aquí la hermosura de la tradición!– la paciencia de Mercedes). Y, en medio de los alborozos de la conmemorac­ión, cada uno de los que hemos participad­o de esta aventura reservamos un momento de intimidad para esos recuerdos aparenteme­nte triviales que nos siguen conmoviend­o. Así, yo recuerdo mi temblor de neófito cuando publiqué mi primer artículo en estas páginas, recuerdo el consuelo que me han producido las cartas de

Recuerdo mi temblor de neófito cuando publiqué mi primer artículo en estas páginas

lectores sensibles y delicados, recuerdo mi gratitud cuando sorprendí a varios redactores de esta revista, con su directora al frente, en la presentaci­ón de uno de mis libros...

Y todos esos recuerdos íntimos que mi memoria ha salvado los uno, como lágrimas rescatadas de la lluvia, a los recuerdos de cuantos han hecho posible esta hermosa andadura de treinta años, empezando por ti mismo, querido lector. Sólo los imbéciles desmemoria­dos pueden caminar por la vida sin apoyo.

Q

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain