ABC - XL Semanal

Fauna. El deshielo del Ártico está haciendo estragos entre las morsas. Sin bloques de hielo en los que reposar, se amontonan exhaustas en el estrecho de Bering. Desolador.

Las morsas ya no encuentran placas de hielo donde descansar en su larga migración hacia el sur. Extenuadas, llegan a esta bahía cerca del estrecho de Bering, donde se aglomeran, con terribles consecuenc­ias.

- TEXTO Y FOTOS: JEAN-FRANÇOIS LAGROT

El biólogo ruso Maksim Chakilev, al borde del acantilado que domina el mar de Chukchi, escruta con sus prismático­s la inmensidad azul que se estira hasta el estrecho de Bering, un mar antaño helado durante una buena parte del año y sobre el que hoy no flota el más mínimo trozo de hielo.

Hace ya cerca de dos semanas que Maksim y yo aguardamos la llegada de miles de morsas que descienden, cada año, desde el hielo del Ártico. Llegan hasta aquí, la bahía rusa del cabo de Serdtse-Kamen, extenuadas. El calentamie­nto del planeta ha deshecho las plataforma­s de hielo que les servían de descanso durante su viaje. Una vez en la playa, sin trozos de hielo en los que repartirse, se hacinan en la arena, lo que tiene terribles consecuenc­ias. Las estampidas de pánico que provocan los depredador­es, sean los hombres o los osos, causan la muerte de muchas de ellas, sobre todo de las jóvenes y las hembras preñadas, que mueren aplastadas. Al no poder plegar sus grandes colmillos, otras muchas fallecen con el cuello partido. Hasta más de 10.000 morsas pueden morir de esta forma, como ocurrió en 2007.

La falta de hielo hace que cientos de miles morsas se concentren en un solo lugar, en vez de distribuir­se en diferentes islas. Maksim ha contado hasta 90.000 morsas sobre esta playa y 118.000 en toda la bahía en el momento más alto de la migración.

Estas grandes concentrac­iones conllevan también una mayor necesidad de comida, lo que pone en

kimgüits, ocupado inmediatam­ente. Algunas consiguier­on incluso trepar hasta el pie de los acantilado­s. En el mar, grandes grupos de animales flotaban en la superficie como colonias de bacterias. Intentaban así protegerse de los ataques de las orcas que rondan atraídas por tal cantidad de presas. Sus grandes alerones negros acechaban estos agrupamien­tos compactos.

El 'espectácul­o' dura un par de meses. A mediados de noviembre, la playa recobra su tranquilid­ad. Pero los cuadernos de Maksim dejan algo claro: el mundo está cambiando. Y deprisa. En 2015, las morsas no se fueron hasta mediados de diciembre.

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Despiezan la morsa y aprovechan todo. Elaboran sacos de carne que se fermentan antes de que se hielen. Luego se cortan en grandes filetes que se cuecen o fríen.

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