Periodistas que mantienen viva su profesión
La cascada de reacciones a las resoluciones de los jueces sobre el 'asunto La Manada' ha alcanzado de pleno a la profesión del periodismo. Algunos periodistas, desde sus programas en la televisión, repiten las consignas políticamente correctas sobre ese suceso, mientras a sus espaldas salen y vuelven a salir imágenes de los acusados bebiendo vino a chorros, luciendo barrigas sebosas o contoneando sus caderas de forma sugerente y sospechosa. A veces, parte de la pantalla se destina incluso a las fotos de los magistrados que han decidido sobre la libertad de los cinco acusados. Frente a estos periodistas que se limitan a soplar sobre el fuego o a echarle más leña –meros altavoces de una sola opinión, la que hay que tener, y que se permiten decirle a un abogado (el de los hombres de La Manada): «Tú qué vas a decir, si a ti te pagan», insultando así a toda la abogacía y al sistema penal garantista del que gozamos–; frente a esta realidad existe otro periodismo. Periodistas como Guardiola, Armada y Alberto Rojas que se ven como meros transmisores entre lo que pasa y el que quiere saber lo que está ocurriendo. Ellos nos hablan de lo que está pasando en África, de la inocencia de sus gentes, de cómo las mujeres de allí, víctimas de abusos y agresiones, le cuentan su realidad al periodista, esperando que eso las ayude a acabar con ese hondo dolor. Nos hablan también de 'los señores de la guerra', de por qué matan. África les abre su alma y ellos nos la muestran. Periodistas así mantienen viva y limpia su profesión, necesaria hoy y en el futuro.