"Los etarras que mataron a los JiménezBecerril habían preparado un coche bomba para mí días antes. Si hubiera funcionado, Alberto y Ascensión se habrían salvado"
momentos en los que la democracia había estado en la cuerda floja. Es decir, que habían transcurrido unas horas de total incertidumbre, en las que no se supo cómo iba a terminar aquello. Insisto, su determinación fue clave.
XL. Sin embargo, se han publicado teorías diferentes sobre la posible implicación del Rey antes y durante el golpe.
S.B. No creo ninguna de ellas. No sé si son mentiras, fantasías o exageraciones, lo que sí creo es que el Rey ha sido un pilar fundamental para la Transición, la democracia y el mantenimiento del Estado de derecho.
XL. Usted estaba aquel día en el hemiciclo sentada junto a José Bono, que cuenta que cuando hubo disparos usted dijo: «¡Ay, mis hijos!».
S.B. Eso dice Bono, 30 años después [sonríe]. Yo lo que recuerdo es que fue un intento de golpe muy grave, gravísimo, y muy mal organizado. En el libro describo cómo entraban y salían los golpistas sin orden, cómo discutían y se peleaban entre ellos… Y cuento que, en uno de esos momentos de confusión, yo me escabullí del hemiciclo y fui corriendo a mi despacho con la idea de comunicar al exterior por teléfono lo que allí estaba ocurriendo, y que me encontré tumbado y durmiendo en un pequeño sofá de mi despacho a un joven que tenía en el suelo una metralleta. Me asusté y volví al hemiciclo, pero eso demostraba el caos en el que estaban sumidos.
XL. Hay otro momento en su vida política que posiblemente ha marcado un antes y un después: el asesinato a manos de ETA del matrimonio Jiménez-Becerril. Dice que en este libro cuenta por primera vez lo que vio y lo que vivió aquella noche. S.B. En muchas ocasiones he hablado del daño producido a la familia; pero lo que no había hecho nunca es contar lo que yo vi y viví aquel día.
XL. ¿Por qué?
S.B. Según he leído, en testimonios de personas que han vivido hechos parecidos, porque no se quiere revivir. Se establece una defensa que hace que cueste muchos años poder verbalizarlo. Y lo hago ahora porque, al escribir sobre mi vida municipal en Sevilla, ni debo ni he querido dejar de mencionar y de recordar lo que pasó.
XL. ¿Hay algo en su relato que no conocíamos?
S.B. Sí. Cuento cómo vi el cuerpo de mis amigos (Alberto y Ascensión) nada más producirse el atentado y otras cosas más de las que no había hablado nunca. Y, siendo defensora del pueblo, fui a la Audiencia Nacional a escuchar a los autores de ese asesinato y también lo cuento en el libro.
XL. Narra en el libro que, el 29 de enero de 1998 por la tarde, Alberto Jiménez-Becerril y otros compañeros del Ayuntamiento habían asistido a una conferencia que usted daba en el Colegio Mayor de los Salesianos de Sevilla y que, al terminar, ellos se fueron a tomar algo a un bar que solían frecuentar los concejales y que usted se fue a su casa. S.B. Es así. Después, bien entrada la noche, sonó el teléfono de mi casa. Era para comunicarme que acababan de matar a Alberto en la calle Remondo. Me vestí y fui corriendo hacia allí. A pocos metros de su casa yacían los cuerpos de los dos. Los habían seguido cuando salieron del local en el que