ABC - XL Semanal

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- POR CARLOS MANUEL SÁNCHEZ FOTOGRAFÍA: JOHAN BÄVMAN

Le contamos cómo los suecos han logrado convertir su país en el más feminista e igualitari­o del mundo a base de hábitos, cultura y ayudas económicas.

Suecia tiene fama de ser el país más feminista e igualitari­o del mundo. Y, en gran medida, lo es. Una combinació­n de hábitos, cultura y, sobre todo, ayudas económicas permite que los padres suecos se impliquen en la crianza de los hijos en la misma medida que las madres. Le contamos cómo lo han logrado.

Julia Siddi , de 33 años, es una mamá primeriza sueca. Ha trabajado en marketing de redes sociales en España y el Reino Unido –donde conoció a su actual pareja–, pero ambos se mudaron a Suecia cuando decidieron tener un bebé. Una decisión bastante lógica. Suecia es el mejor país del mundo para ser padres. Y el espejo en el que se mira el Gobierno de España, que ha anunciado que implantará permisos iguales de paternidad y maternidad.

No es que los suecos presuman de ello. De hecho, en los países escandinav­os impera la ley de Jante, una norma ficticia –la inventó un novelista–, pero asumida humildemen­te por todo hijo de vecino: nadie es mejor que nadie. Jactarse de algo va contra la esencia misma de la nación. Una sociedad debe aspirar a la igualdad. Empezando por la igualdad de géneros. Por eso, la socialdemo­cracia echó aquí raíces que ya son centenaria­s. «Incluso sus éxitos en el capitalism­o –Ikea y H&M– se basan en la filosofía de que las cosas buenas deben ser asequibles para todos», como apunta la analista Irin Carmon en Time.

Y la lista de las cosas buenas para mamis y papis es muy larga. Da igual que estén casados o sean pareja de hecho, la opción mayoritari­a en Suecia. Julia y su novio tienen derecho a disfrutar de 480 días de baja laboral –16 meses– para cuidar de su bebé. La madre se puede tomar un máximo de 390 días y el padre, un mínimo de 90. Pero se incentiva que se los repartan. De hecho, si lo hacen equitativa­mente cobran un bono de 1500 euros; a lo que hay que sumar el 80 por ciento de sus sueldos, que es lo que reciben del Estado durante la mayor parte del permiso parental. Un permiso que pueden trocear a convenienc­ia y de manera flexible durante los primeros ocho años del niño. En España nos conformamo­s con 16 semanas las mujeres y hasta 5 (desde el pasado julio) los hombres. Eso sí, con el cien por cien del salario (claro que el salario medio sueco es un 85 por ciento más alto que el español).

Julia se ha tomado nueve meses. «Fueron maravillos­os. Amamanté a mi bebé, creé un vínculo... Pero al octavo mes empecé a sentir el gusanillo de mi vida anterior. Lo hablé con mi pareja y decidimos que ya era hora de volver al trabajo y que le tocaba a él quedarse en casa. Como no es sueco, es algo a lo que no está acostumbra­do. Pero aceptó con buena disposició­n. Y también algo de nervios... Le preocupa si sabrá desenvolve­rse en las pequeñas batallas diarias que libramos las mamás. Y también en las emergencia­s. De momento va muy bien. Y, cuando habla con sus amigos ingleses, les pone los dientes largos...», cuenta Julia.

TODO AL 50 POR CIENTO

La familia vive en Estocolmo. Julia se marcha a trabajar a las 7:30 de la mañana y vuelve a casa sobre las 5 de la tarde. Papá se encarga de despertar, vestir, cambiar los pañales, dar el desayuno y sacar de paseo al bebé. «Creo que ahora me entiende mejor. Ninguno de los dos nos perdemos la infancia de nuestro hijo. Y ninguno de los dos tiene que sacrificar tampoco su carrera profesiona­l. Las cargas son al 50 por ciento. Pero también lo bueno es al 50 por ciento».

Los papás suecos ya forman parte del paisaje urbano con su aspecto 'lumbersexu­al', barbudos, repeinados, camisa de cuadros, gafas de pasta...

UNA PAREJA TIENE 16 MESES DE BAJA PARA CUIDAR DE SU BEBÉ, QUE SE PUEDEN REPARTIR COMO QUIERAN. PERO SI LO HACEN EQUITATIVA­MENTE COBRAN MÁS

Se los ve por todas partes, empujando carricoche­s o transporta­ndo a sus criaturas en pañuelos de porteo, bicis y trineos; mirando en la aplicación del móvil qué actividade­s hay ese día en el parque infantil, en la biblioteca o en la piscina. En fin, conversand­o en las cafeterías con otros papás. La socióloga Anna-Lena Almqvist considera que los hombres suecos «han desarrolla­do una masculinid­ad orientada hacia los niños». Y concluye: «El discurso nacional sobre igualdad de género ha trascendid­o a nivel local y de familia».

No obstante, metaboliza­r ese discurso ha costado lo suyo. Décadas. Puede que el Gobierno de Suecia sea el país más feminista del mundo, como aseguraba el último primer ministro. «Pero ha sido más una cuestión de actitudes que de leyes, de cambiar poco a poco la mentalidad que de establecer cuotas de género», explica el sociólogo Roger Klinth. La baja remunerada se estableció para las madres en 1955 con el fin de facilitar la incorporac­ión de la mujer al mundo laboral. En la práctica significó doble trabajo para las mujeres. Como en todo el mundo desarrolla­do. La tasa de natalidad se desplomó. Como en todas partes.

Pero en 1974 los suecos hicieron algo que nadie hacía. Introdujer­on la posibilida­d de que los hombres también cogiesen la baja por paternidad. Un acuerdo de todos los partidos en una situación económica muy delicada –crisis del petróleo, inflación– y emocionalm­ente convulsa, con la opinión pública aún exaltada por un atraco televisado que acabó en secuestro con rehenes... que simpatizar­on con el asaltante. De ahí viene lo de síndrome de Estocolmo. En un país donde se puede confratern­izar incluso en una situación así de tensa, todo parecía posible, rememora el escritor Viggo Cavling. Era el espíritu de la época.

EL INAPELABLE ESTÍMULO DEL DINERO

El caso es que tampoco funcionó al principio. Se hicieron campañas publicitar­ias que mostraban a rudos jugadores de hockey cambiando pañales... Pero los roles sexuales tradiciona­les pesaban más. Y los hombres tenían la opción de traspasar galantemen­te esos días libres a las mujeres.

Fue lo que hizo la mayoría. Hasta que en 1995 se introdujo una reforma decisiva: si el padre no disfrutaba de su baja, la familia perdía un mes de subsidios. A los hombres les dejó de preocupar la opinión de sus colegas y sus jefes.

Y la revolución silenciosa empezó de veras. Con un aliciente añadido: «Que ambos progenitor­es asuman el doble papel de proveedore­s y cuidadores empezó a verse como algo moderno. Y esa idea de modernidad impulsó el cambio», resume Klinth. Por tanto, que los padres sean hipsters es menos frívolo de lo que parece.

EN 1974 INTRODUJER­ON LA BAJA POR PATERNIDAD. PERO LA MAYORÍA DE LOS HOMBRES NO LA COGÍA. EN 1995 SE ESTIPULÓ QUE, SI NO LO HACÍAN, PERDÍAN LAS AYUDAS

Porque la moda cristaliza y se convierte en un estilo de vida. Aunque algunos lo llevan con más naturalida­d que otros. Se preguntaba con ironía un periodista local y padre novato si su virilidad se vería menoscabad­a por el diseño de la bolsa para los pañales con la que ahora va a todas partes. Su orgullo quedó a salvo cuando encontró una tienda

on-line de productos infantiles para padres. «Me compré una bolsa con más cremallera­s y bolsillos que una mochila de combate, estampada en colores de camuflaje. Asunto resuelto».

Como por arte de magia, la natalidad empezó a recuperars­e. Hoy está en 1,88 hijos por mujer (1,3 en España) y es una de las más altas de Europa. Otra consecuenc­ia, no buscada, ha sido la disminució­n del porcentaje de divorcios y separacion­es.

El ambiente laboral también empezó a cambiar. Las empresas se adaptaron: flexibiliz­aron horarios, la diferencia salarial entre hombres y mujeres se ha ido acortando... Y ahora está muy mal visto que alguien renuncie a ese derecho. Él o ella, tanto da. Una ministra que presumió de que había entrado en el paritorio un viernes y que el lunes ya estaba trabajando en su despacho recibió un alud de críticas. «Usted no ha entendido nada. La conciliaci­ón familiar no la hacemos por los padres; la hacemos ante todo por los niños», fue uno de los reproches.

Niños a los que se lleva en volandas con todo tipo de ayudas. Guarderías que cuestan alrededor de 150 euros al mes y que incluyen desayuno y comida; dentista gratis hasta los 18 años (ortodoncia incluida); libros de texto, ordenador y comedor escolar gratuitos... ¿Y qué pasa cuando tu hijo se pone malo? Avisas al jefe y te quedas en casa para cuidarlo. El Gobierno te abona el grueso del salario. Los suecos lo llaman vab. Y han rebautizad­o al mes de febrero –el de los resfriados– algo así como 'vabrero'.

TODO SEA POR LOS NIÑOS

Y es que el estado del bienestar es casi una religión civil para los suecos. Les cuesta un riñón en impuestos, pero no tanto como parece. Al menos, eso piensa Julia Siddi. «He vivido fuera y puedo comparar. Aquí más de la mitad del sueldo se lo lleva Hacienda, pero entre las deduccione­s, la parte que abona tu empleador si trabajas por cuenta ajena y que hay menos cargas municipale­s al final pagas más o menos igual que en España y bastante menos que en el Reino Unido. Hablo de rentas medias».

Sin embargo, Nima Sanandaji –investigad­ora sobre igualdad de género– es más escéptica. Cree que esta política está bloqueando el acceso de la mujer a puestos directivos, pues las empresas son reacias a contratar a ejecutivas a las que el Estado incentiva con el equivalent­e a más de un año sabático cada vez que son madres. Mientras que en los puestos intermedio­s ya hay prácticame­nte paridad y en los peor remunerado­s, y a tiempo parcial, hay mayoría de mujeres.

El fotógrafo Johan Bävman, que se quedó en casa para cuidar de su hijo y aprovechó para retratar a otros padres, matiza que hay que seguir dando tiempo al tiempo. «Dicen que Suecia es una fábrica de padrazos. Pero es un mérito que nunca les hemos reconocido a las mujeres. Es difícil cambiar la historia y los esquemas mentales. Pero estamos en ello».

COMO POR ARTE DE MAGIA, LA NATALIDAD EMPEZÓ A RECUPERARS­E. HOY ESTÁ EN 1,88 HIJOS POR MUJER, UNA DE LAS MÁS ALTAS DE EUROPA

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