ABC - XL Semanal

A fondo.

La mayor parte de la ropa que llevamos la cosen millones de mujeres asiáticas en condicione­s extremas. Veinte grandes empresas han comprendid­o que hay que cambiar algunas cosas. Por las mujeres. Pero también por el negocio.

- POR NORBERT HÖFLER / FOTOGRAFÍA: PHILIPP VON DITFURTH

Nuestra ropa es cosida por millones de mujeres asiáticas en máxima precarieda­d. Veinte grandes empresas dicen haber comprendid­o la necesidad de un cambio...

Es fácil averiguar dónde se hacen nuestras camisetas, vaqueros y jerséis. Basta con mirar la etiqueta: made in Bangladés, India, Vietnam, Pakistán, China… o Camboya. Y todos intuimos las duras historias que se ocultan detrás. Es muy probable que las mujeres que confeccion­an esas prendas no reciban un salario justo. ¡Un abrigo por 39,90 euros! ¿Cómo es posible? ¡Un vestido por 19,90 euros! ¿En qué condicione­s se habrán fabricado para que sean tan baratos?

En las tiendas de C&A, H&M, Zara o Primark los clientes cada vez se muestran más críticos, hacen preguntas incómodas, quieren saber qué medidas toman las marcas para garantizar un trato justo a los trabajador­es o por qué no suben los precios de las camisetas unos céntimos y los destinan a las costureras, para que ellas y sus familias puedan vivir un poco mejor. Eso ¿por qué no lo hacen?

La fábrica que venimos a visitar se encuentra en el extrarradi­o de Nom Pen, la capital de Camboya. Un guardia abre la enorme puerta metálica que conduce a las instalacio­nes de la empresa Seduno. La nave donde trabajan las costureras tiene el tamaño de un campo de fútbol. En 42 largas hileras se distribuye­n 2000 mujeres sentadas en bancos y ligerament­e inclinadas sobre sus máquinas de coser. Estas mujeres producen 18 millones de prendas al año. Cosen sudaderas con capucha para C&A y blusas para H&M.

Sobre cada puesto de costura hay una especie de semáforo. Si está en verde, la trabajador­a va cumpliendo con el ritmo previsto. Si se ilumina el naranja, significa que va por detrás y que tendrá que apretar. A las seis en punto de la tarde, las máquinas de coser se detienen. Las mujeres fichan en un lector de huellas dactilares. Minutos más tarde se apagan los fluorescen­tes que iluminan la nave. Tres costureras se quedan para hablar con nosotros. No hay presente nadie de la dirección, pero han tenido el detalle de dejar seis botellas de agua sobre la mesa de una de las salas de reuniones.

UN EURO LA HORA

Las mujeres dicen que sí, que pueden hablar libremente. Que la suya es una buena fábrica. Trabajan de ocho a diez horas diarias, seis días a la semana. Si su rendimient­o es bueno, ganan en torno a un euro a la hora. Un salario de miseria incluso para Camboya.

La intérprete traduce nuestra pregunta: ¿cuánto más les gustaría ganar? Las tres se miran con perplejida­d. Nadie se lo había preguntado nunca. En Camboya es el Gobierno el que fija cuánto se paga: concretame­nte, el salario mínimo de 170 dólares al mes.

Venga, ¿quién se anima a responder? Por fin, Phorn, de 37 años y la mayor de ellas, dice: «5 dólares quizá». Se refiere a cinco dólares más a la semana. Heng, la más joven, añade: «¿Quizá 10?». Sus rostros se iluminan.

Por primera vez, veinte grandes empresas –C&A, H&M, Inditex...– han llegado a un acuerdo: que se paguen salarios más altos en las plantas. Y están dispuestas a asumir que repercuta en sus ganancias

Empiezan a hablar de lo que harían con ese dinero. Podrían comprar comida mejor o un ciclomotor de segunda mano. De esa manera ya no tendrían que ir a trabajar subidas en la plataforma de un camión. Estos vehículos son muy peligrosos. Todas las semanas muere alguna mujer en Camboya de camino a la fábrica. Mejor aún, podrían ahorrar el dinero para mandar a sus hijos a la escuela.

A 15 CÉNTIMOS LA CAMISETA

Solo un par de dólares más al día supondrían una gran diferencia para ellas. Y las camisas que ellas cosen solo nos costarían unos céntimos más. Ningún cliente lo notaría. El coste salarial de producir una camiseta en Camboya se sitúa entre los 15 y los 20 céntimos: 5 céntimos más, ¿por qué no se puede hacer? ¿O incluso 50?

Hasta ahora, las grandes empresas han respondido con argumentos como «las fábricas que producen la mercancía no son nuestras», «los salarios no los fijamos nosotros», «se paga el sueldo mínimo establecid­o por la ley»... Así ha sido hasta ahora.

Porque en la actualidad está teniendo lugar un cambio radical. Veinte grandes empresas internacio­nales de moda han llegado a un acuerdo fuera de los focos. C&A, H&M, Tchibo y Zara (Inditex) están entre ellas, también la norteameri­cana PVH, con sus marcas Tommy Hilfiger y Calvin Klein. Se ha sumado incluso la cadena de bajo precio Primark. Todas quieren que se paguen salarios más altos en las plantas textiles. Y, lo que resulta inaudito, están dispuestas a asumir ellas el aumento de los costes, aunque eso acabe repercutie­ndo en sus ganancias.

La organizaci­ón que han creado entre todas se llama ACT, siglas de Acción, Colaboraci­ón y Transforma­ción. El alemán Frank Hoffer, que ha pasado muchos años ocupando puestos de responsabi­lidad en la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT), coordina la iniciativa. «Nuestro concepto es nuevo y ambicioso. Es la forma más prometedor­a de mejorar las condicione­s laborales de millones de trabajador­as textiles», asegura.

PROPÓSITO DE ENMIENDA

Hasta ahora, los empresario­s de la moda trabajaban con los países donde más barato resultara producir. Eso se va a acabar. Más aún: compañías que durante mucho tiempo habían impedido la actividad de los comités de empresa en las fábricas apuestan

"Las fábricas de Camboya aceptamos las condicione­s, pero también deberán hacerlo las de Vietnam, Bangladés y Pakistán. Sin estas garantías, no puedo ser optimista", advierte Ken Loo

ahora porque sindicatos y empresario­s negocien los salarios mientras el Gobierno queda al margen. Además, se les consultará a los empleados: tendrán voto en cuestiones de seguridad laboral, protección de la salud o complement­os salariales. Camboya es el banco de pruebas. Si el sistema funciona, seguirán Bangladés, Birmania y otros muchos países.

Camboya, una de las naciones más pobres del mundo, vive del textil, el 75 por ciento de sus exportacio­nes. Una de cada diez camisetas fabricadas en el mundo lleva la etiqueta made in Cambodia. Más de 730.000 mujeres están empleadas en sus plantas.

La industria de la moda quiere hacer historia. Estamos a mediados de septiembre, y en los salones del hotel Cambodiana se reúnen los principale­s actores del sector: sindicalis­tas, fabricante­s y representa­ntes gubernamen­tales. Los jefes de compras de las empresas de moda y los expertos en sostenibil­idad pueden hablar con los periodista­s si no se mencionan sus nombres. Muchos coinciden en que todo el sector se encuentra en un callejón sin salida. Uno de estos directivos dice: «Nuestra industria apenas ha cambiado en los últimos cien años. Sigue habiendo personas sentadas delante de máquinas de coser. Nos hemos vuelto más rápidos y hemos llevado nuestras máquinas a la otra punta del mundo, pero todo ha sido una carrera siempre a la baja, barato, más barato todavía, de Europa a China, a Vietnam, a Camboya y, en breve, a África. Pero ¿hemos modernizad­o la industria? Pues no. Es una vergüenza».

INSPECCION­ES ADULTERADA­S

En su lugar lo que se hizo fue implantar un sistema de control, las llamadas 'auditorías', para impedir los abusos más flagrantes en las fábricas. Inspectore­s independie­ntes y representa­ntes de ONG se hicieron cargo de esta labor. Se crearon decenas de miles de puestos de trabajo muy bien pagados. Y en torno a la industria fue creciendo una especie

 ??  ?? IDENTIFICA­CIÓN POR PAÑUELOS En esta fábrica de Nom Pen se confeccion­a ropa para C&A o H&M. Las costureras llevan pañuelo naranja y las supervisor­as, lila. Camboya es el banco de pruebas para la nueva política de los gigantes del textil.
IDENTIFICA­CIÓN POR PAÑUELOS En esta fábrica de Nom Pen se confeccion­a ropa para C&A o H&M. Las costureras llevan pañuelo naranja y las supervisor­as, lila. Camboya es el banco de pruebas para la nueva política de los gigantes del textil.
 ??  ??
 ??  ?? CONTROL DIGITAL Las costureras trabajan de ocho a diez horas diarias, seis días por semana, y fichan mediante un sistema de lectura de huella dactilar.
CONTROL DIGITAL Las costureras trabajan de ocho a diez horas diarias, seis días por semana, y fichan mediante un sistema de lectura de huella dactilar.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain