Corriendo por la vida
Vivimos cada vez más en lo complicado. Todo es una pura carrera hacia lo imprevisible y en un entorno de intranquilidad. El otro día lo hablamos en mi trabajo, la forma en que nos movemos con tanta precipitación, sin pensar, al menos, si estamos haciendo lo correcto. Esta es la explicación de tantas meteduras de pata que, luego, sufren terceras personas, en nuestro caso, los usuarios del servicio de Justicia, donde llevo treinta años. Pero lo que sirve como ejemplo en lo laboral también, y con más sentido, en el resto de nuestras actividades, incluso en las, en apariencia, más insignificantes, que en verdad son las más importantes. El valor de lo sencillo. Será por los años, que te ofrecen aprender de tus errores, única fuente en la que adquirir más sabiduría y no solo conocimientos. ¡Qué razón llevaba mi abuelo al decirme, de niño: «No corras, piensa y luego actúa»! Sin embargo, tan fácil es decirlo como no aplicarnos el cuento. Así tropezamos una y otra vez. Será cuestión de esforzarnos más. Por supuesto, errar es aprender.