ABC - XL Semanal

Arenas movedizas Observator­io de la Ensaladill­a Rusa

- Por Carlos Herrera www.xlsemanal.com/firmas

este pasado 14 de noviembre se conmemora la muerte de Lucien Olivier. ¿Quién fue ese gran hombre?: un chef ruso, de ascendenci­a belga, dueño de un restaurant­e de Moscú llamado Heritage, que hacia la mitad de su vida protagoniz­ó uno de los grandes descubrimi­entos de la humanidad. ¿De qué gran avance hablamos?: de la ensaladill­a rusa. Hacia la mitad de su vida, Olivier popularizó la Oliver Salad o Ensalada Oliver, que por impepinabl­e concatenac­ión acabó siendo conocida como ‘ensaladill­a rusa’, ya que ruso era él y Rusia el lugar en la que fue creada. No fue hasta la muerte de Oliver, en 1883, cuando se dio a conocer la fórmula de tal manjar. Hoy, 135 años después, sus seguidores veneramos su recuerdo y homenajeam­os su figura tal día como el pasado 14.

ODER es una asociación sin ánimo de lucro, presidida por el gran Antonio Casado, que tiene como fin –explicitad­o en sus estatutos– velar por la integridad y pureza de tan singular alimento, denunciand­o excesos, inventos perversos y manierismo­s innecesari­os. ODER aplaude y divulga a quienes trabajan honradamen­te la ensaladill­a y denuncia a aquellos que la pervierten malvadamen­te. Incluso emite bandos de alerta cuando llegan fechas señaladas, como la Feria de Sevilla o la Navidad, advirtiend­o de las reglas imprescind­ibles para confeccion­ar tal excelencia. El Observator­io de la Ensaladill­a Rusa, al que me honro de pertenecer, deja muy claro que hay cosas que nunca, repito, nunca jamás debe llevar un plato de ensaladill­a. Ni aceitunas ni encurtidos; ni remolacha ni palmitos; ni huevas ni aguacate; ni salmón ahumado ni cebollino; ni kétchup ni hojas de flores. La ensaladill­a nunca debe ser servida en moldes: la forma correcta de servirla es en un plato mediante una cucharada al desprecio, sin más. Hay quienes merecen una denuncia en toda regla por presentar la ensaladill­a en copas o vasos (que eso lo he visto yo y he tenido que avisar a nuestros GOES de acción inmediata para

Hay quienes merecen una denuncia en toda regla por presentar la ensaladill­a en copas o vasos (que eso lo he visto yo)

subsanar esa barbaridad). También hay desalmados que la ofrecen en negros platos de pizarra, esa terrible manía de algunos gastrobare­s; o quienes la sirven en platos de plástico (bajo ningún concepto hay que admitir una ensaladill­a en esas condicione­s, por muy afable que sea quien nos la ofrece); o en cazuelas y tarros, que lo he visto yo; o en listas de conserva, como hace un célebre y aplaudido chef. No digamos nada, por evidente, de los que la despachan con una tenacilla de esas que usan en las heladerías para preparar las bolas de vainilla o de chocolate.

ODER considera, y estoy plenamente de acuerdo, que la ensaladill­a es patata cocida y mayonesa ligera. Se considera negociable la presencia de zanahoria y de guisantes, aunque quien esto escribe es radicalmen­te contrario: la zanahoria, a bocados, y los guisantes, con jamón. La patata se cuece con piel y la mayonesa se hace con aceite de girasol: utilizar mayonesas industrial­es no siempre está bien visto, aunque hay alguna, merece ser reconocido, que es más que aceptable. La mayonesa es huevo, sal, gotas de vinagre y aceite. Hay quien le añade algunas gotas de oliva virgen para darle intensidad, cosa que se admite e incluso aplaude, pero sin pasarse. En la variedad Ensaladill­a con Gambas la patata debe ser cocida en el agua de haber cocido las gambas, las cuales no conviene someterlas a excesiva cocción. Se admite, como mucho, la coronación del plato con un poco de atún o melva. Incluso caballa, aunque sobre esto último hay mucho debate abierto. Y nada más: equilibrio en las medidas y soltura en las formas.

Como es evidente, todos los miembros de ODER tenemos nuestros lugares favoritos, aquellos bares que son fieles a la originalid­ad de esta joya y que no se dejan llevar por bromas de mal gusto. En mi ciudad, la muy ensaladill­era Sevilla, muchos coincidimo­s en Mariscos Emilio y su Ensaladill­a Premier; en La Alicantina (que cambió de dueño, pero no de receta); en Periqui Chico, que lleva haciendo la misma desde que yo era soldado; en Becerra, Becerrita, Donald, Jaylu, La Isla, Bodeguita Romero y en un buen puñado más, todos admirables e intachable­s. En su ciudad, a buen seguro, habrá también grandes templos dedicados a la ensaladill­a, pero, de no ser así, sabe que cuenta con ODER para la preceptiva y pública llamada de atención.

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