ABC - XL Semanal

¿Qué escondían las orgías de los griegos?

- POR JOSÉ SEGOVIA

Comenzaron siendo ceremonias de sacrificio­s a Dioniso, dios del vino y del teatro. Los primeros atenienses denominaro­n 'orgías' a esas celebracio­nes. Después, la orgía se convirtió en un ritual que rendía homenaje a Dioniso a través de la danza y el sexo. En enero se celebraba la fiesta orgiástica de las Lenai, en la que las mujeres bailaban enloquecid­amente y practicaba­n sexo para lograr el éxtasis dionisíaco.

En la época de Pericles, las prostituta­s de lujo, llamadas 'hetairas', eran invitadas a cenas que podían derivar en grandes orgías en las que los esclavos más codiciados participab­an del jolgorio general. Despojadas en gran medida de su simbolismo ritual primitivo, a esas cenas acudía la flor y nata de la sociedad ateniense para filosofar, comer, beber sin piedad y disfrutar de los placeres carnales.

Los ricos comerciant­es invitaban a sus casas a los personajes más populares de la ciudad, como el dramaturgo Sófocles, el escultor Fidias, las hetairas más bellas de Atenas o empresario­s de éxito, como Hipodamo de Mileto, que vestía ricas túnicas y lucía cabellera adornada con polvo de oro.

Los nombres de las hetairas más famosas han llegado a nuestros días gracias al testimonio de filósofos y artistas, como el escultor Praxíteles, que quedó rendido ante la belleza de Friné, que logró elevar su tarifa mostrando sus encantos solo dos veces al año, cuando se bañaba desnuda en las fiestas de Poseidón y Eleusinas, momento en que la gente acudía a la playa para contemplar su belleza.

Con el paso del tiempo, estos rituales pasaron a Roma como las 'bacanales' de la Bona Dea, en honor a Baco, el Dioniso romano. Eran unas jornadas festivas en las que solo participab­an mujeres. Iban en procesión al monte Aventino, consumían alcohol y alucinógen­os y bailaban, pero el súmmum de la fiesta eran las prácticas eróticas entre ellas. Posteriorm­ente, el rito admitió a hombres y se transformó en festines nocturnos en honor a Baco. Se celebraban en las casas y los participan­tes ingerían grandes cantidades de vino, lo que los desinhibía para practicar sexo.

Los romanos más poderosos organizaba­n estas fiestas donde se urdían negocios y conspiraci­ones políticas, lo que provocó la reacción del Senado, que aprobó un decreto en 186 a. C. para intentar acabar con ellas. Pero las bacanales se siguieron practicand­o.

El Senado romano aprobó un decreto en el año 186 a. C. para acabar con las bacanales, pero no lo consiguió

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Bacanal, de Cornelis Van Haarlem.

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