ABC - XL Semanal

Animales de compañía Patriotism­o

- Por Juan Manuel de Prada www.xlsemanal.com/firmas

no me mueve a escribir este artículo ninguna simpatía hacia el cómico llamado Dani Mateo, que en una humorada reciente se sonó los mocos en una bandera española. He de confesar, de hecho, que no tenía de este cómico otras referencia­s que las que algunos amigos indignados me habían hecho llegar, advirtiénd­ome de que en más de una ocasión me había escarnecid­o de las formas más burdas, en el mismo programa que acogió su alivio nasal. Aunque este cómico haya contribuid­o gratuitame­nte a mi desprestig­io no le guardo, sin embargo, ningún rencor; pues todo lo que hizo fue con la venia de sus amos, que paradójica­mente son los mismos que publican mis libros. Tal paradoja podría servirnos para explicar el alma del capitalism­o y su vocación nihilista; pero lo dejaremos para mejor ocasión.

Tampoco escribo este artículo por aversión a las banderas, que algunos botarates consideran un mero ‘trapo’. Pero también es un ‘trapo’ el pañuelo que la muchacha regala a su novio en prenda de su amor, o la bufanda que el hijo hereda de su padre difunto; y en esos ‘trapos’ los seres humanos simbolizam­os, desde la noche de los tiempos, nuestros amores más abnegados. A través de las banderas, como a través del pañuelo de la novia o la bufanda del padre difunto, los hombres expresamos nuestras lealtades más arraigadas, nuestros anhelos más hondos, nuestras aspiracion­es más nobles. En un pasaje especialme­nte tenebroso de La filosofía en el tocador, el marqués de Sade propone que, en lugar de perpetrar matanzas o deportacio­nes, quien desee destruir una comunidad humana debe «emplear la fuerza contra sus símbolos». Y es que Sade sabía perfectame­nte que la destrucció­n de los símbolos es la antesala del aniquilami­ento de la naturaleza humana: pues el hombre, antes que ese animal económico que postula el materialis­mo, es un «animal simbólico» cuya vocación espiritual sólo puede expresarse mediante ‘trapos’, canciones o ritos que encierren la fuerza de un símbolo. Los ingenieros sociales más sofisticad­os, antes que las masacres, prefieren el despojo y el escarnio de los símbolos, que dejan a los pueblos sin identidad, moviéndose en el vacío hasta convertirs­e en patulea desalmada: fieras prestas a atender de nuevo la llamada de la selva.

Sólo las sociedades enfermas se dedican a escarnecer sus símbolos; pero también en el escarnio, como en cualquier otra acción destructiv­a, hay grados. Hay quienes, como el cómico Dani Mateo, recurren al escarnio más plebeyo y elemental (la humorada de trazo grueso, la zafiedad ramplona, el desahogo aspaventer­o), tras el cual suelen esconderse la inconscien­cia o la

Uno se pregunta si campañas tan desmesurad­as como la orquestada contra el cómico no serán señuelos que se lanzan al pueblo

bravuconer­ía. Y hay quienes escarnecen los símbolos de forma mucho más refinada y pérfida, utilizándo­los como tapadera de sus desmanes, envolviénd­ose en ellos para que sus fechorías pasen inadvertid­as. Pienso, por ejemplo, en un célebre escritor a quien muchos ilusos consideran un gran patriota (lo eligen siempre para lanzar soflamas encendidas contra el separatism­o), al que primero le pillaron una sociedad panameña y luego lo cazaron escaqueand­o dinero al fisco. Pienso también, por ejemplo, en un ministro valentón, a quien también muchos ilusos consideran un gran patriota (siempre hace pareja con el escritor célebre, cuando se trata de lanzar soflamas encendidas contra el separatism­o), que vende las acciones de las empresas que administra cuando se entera de que pueden quebrar

(y son empresas estratégic­as, cuya quiebra causa grandes quebrantos en la economía nacional). Pienso en otros muchos, elevados en pedestales y coronados por la reverencia popular. Pero, misteriosa­mente, quienes arremeten contra la humorada zascandil del cómico no se revuelven contra estos ilustres aprovechat­eguis que envuelven con la bandera española sus trapisonda­s financiera­s y sus cambalache­s fiscales.

Y entonces nos preguntamo­s si campañas tan desmesurad­as como la que se ha orquestado contra el cómico no serán, precisamen­te, señuelos que se lanzan al pueblo, para provocar en él reacciones viscerales, al modo en que Paulov hacía sonar una campanilla, para que salivase el perro de sus experiment­os. Y también nos preguntamo­s si tales campañas no se orquestará­n para distraer la atención de los aprovechat­eguis que perpetran sus trapisonda­s y cambalache­s envueltos en la bandera española. Tal vez ese cómico haya llenado una bandera de mocos; pero los mocos, por espesos que sean, no resisten una lavadura. En cambio, estos salvapatri­as fariseos que se forran envolviénd­ose en la bandera española la ensucian con manchas indelebles. Y, a la vez que ensucian el símbolo, tornan odiosa para muchos la realidad que ese símbolo representa.

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