LA CONEXIÓN SUDAFRICANA
Stieg Larsson se enteró del asesinato de Olof Palme la mañana del 1 de marzo de 1986. No pudo evitar echarse a llorar. Admiraba al primer ministro. Al día siguiente se acercó al lugar de los hechos. En aquella época trabajaba de infógrafo para la agencia de noticias TT y le habían encargado una infografía sobre el escenario del crimen. No tardó mucho en embarcarse personalmente en la caza del asesino.
Poco a poco fue haciendo contactos dentro de la Säpo, el servicio de inteligencia sueco. Así supo que las pistas más potentes conducían a la ultraderecha. Aquel era un mundo que conocía bien. El periodista colaboraba con Searchlight, una revista antifascista del Reino Unido. A través de Searchlight supo que agentes de los servicios secretos sudafricanos podían haber orquestado un complot para acabar con el primer ministro sueco.
Palme siempre había sido muy crítico con el régimen del apartheid. Además, quería limitar el comercio de armas con Sudáfrica. Searchlight recibió más información que apuntaba a que un antiguo oficial sueco, Bertil Wedin, podría estar detrás del asesinato. Wedin trabajaba para la inteligencia sudafricana. Todo encajaba. La sospecha de Larsson era que agentes sudafricanos habían planeado el asesinato de Palme y encargado su ejecución a los ultras suecos.