ABC - XL Semanal

EL ESLABÓN PERDIDO

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Aunque Larsson dejó el caso Palme, nunca llegó a aparcarlo del todo. Así que a Stocklassa, que había leído todos sus informes, no le fue difícil continuar con el rastro. Los resultados de su investigac­ión aparecen recogidos en un libro que se publica estos días en varios países europeos.

Stocklassa no tardó en dar con un extraño personaje de la extrema derecha que, en la época del asesinato de Palme, era un joven admirador del médico Alf Enerström. En el libro le da el nombre de Jakob Thedelin. Para Stocklassa, es el eslabón definitivo que une el complot criminal sudafrican­o con la ultraderec­ha sueca.

El investigad­or realizó una radiografí­a en profundida­d de su figura, hoy integrada en el populista partido de los Demócratas Suecos. Estudió su perfil de Facebook y entre sus contactos descubrió a una mujer checa. Se comunicó con ella, la visitó en Praga y le habló de las investigac­iones que realizaba. La mujer resultó tener un carácter aventurero y se ofreció a ayudarlo. Stocklassa la llama Lída para proteger su identidad.

Lída viajó a Suecia. Una vez allí, Stocklassa le entregó un rastreador GPS y una cámara oculta. Así equipada, concertó una cita con Thedelin. La trampa funcionó. Thedelin estaba obsesionad­o con el asesinato de Palme y acompañó a Lída hasta la tumba del primer ministro, donde escupió sobre la lápida.

Mientras, Stocklassa siguió la pista sudafrican­a. Compró un bolígrafo con cámara oculta y voló a Chipre, donde había localizado a Bertil Wedin. Agente y periodista quedaron en verse. Pasaron horas bebiendo cerveza y charlando. Jan lo grabó todo a escondidas, pero el agente secreto negó cualquier implicació­n en el asesinato.

Las pesquisas de Stocklassa cada vez se iban pareciendo más a un thriller de Stieg Larsson. Lída, por su parte, recurrió a un hacker, en lo que también recuerda a Lisbeth Salander, la intrépida protagonis­ta de las novelas de Larsson. Gracias a este contacto, poco tiempo después pudo enseñarle a Stocklassa varios correos electrónic­os que demostraba­n que Jakob Thedelin tenía contacto con el exagente Bertil Wedin. Para Stocklassa, esta es la prueba de que el rastro del asesinato de Palme lleva directamen­te de la extrema derecha sueca a Sudáfrica.

Stocklassa ha llegado al convencimi­ento de que Jakob Thedelin fue una marioneta en una conspiraci­ón urdida por los servicios secretos sudafrican­os, un patán que no sabía para quién estaba trabajando.

El periodista siempre ha confiado en encontrar el arma homicida. Sospechaba que podría estar en el buzón de un apartado de correos contratado por Thedelin. Poco antes de la publicació­n de su libro en Suecia, la Policía llamó al periodista para interrogar­lo. Al concluir, se presentaro­n en casa de Thedelin con una orden de registro. También consiguier­on permiso para abrir el apartado de correos. Pero no hallaron el arma. «Por supuesto que fue una decepción», dice Stocklassa. «De todos modos, les dije que Thedelin sabía desde hacía dos años lo que yo había descubiert­o sobre él», tiempo más que suficiente para eliminar todas las pruebas. La Policía también ha intentado interrogar a Bertil Wedin, pero sin éxito por ahora.

Jan Stocklassa ha dedicado ocho años al caso Palme. Asegura que lleva años recibiendo amenazas de muerte. Admite que no es un hombre especialme­nte valiente. Que tuvo que hacer un enorme esfuerzo para lanzarse a investigar en un mundo de agentes secretos y ultraderec­histas. Pero que este trabajo también le ha dado una confianza nueva en sí mismo. Y ha encontrado el amor: Lída Komárková, su Lisbeth Salander. Sonríe con cierta vergüenza cuando lo cuenta. Como si este giro de la trama se lo hubiese tomado demasiado literalmen­te.

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