ABC - XL Semanal

Animales de compañía 'Espectros de la movida'

- Por Juan Manuel de Prada www.xlsemanal.com/firmas

iempre me había llamado muchísimo la atención que, en un país donde nadie se pone de acuerdo en nada, el movimiento ochenteno de la ‘movida’ concitase las loas unánimes de izquierdas y derechas. Diríase que la movida se hubiese convertido en una suerte de mito fundaciona­l sistémico, al estilo de la Transición o la Unión Europea. En alguna ocasión había podido leer alguna diatriba contra la movida; pero eran siempre diatribas a la vez epidérmica­s y viscerales que no lograban penetrar en el meollo de malignidad que este movimiento cultural aparenteme­nte transgreso­r esconde. Pero acabo de leer un libro que por fin me ha permitido adentrarme en ese meollo. Se titula Espectros de la movida (Ediciones Akal); y su autor, Víctor Lenore, es un avezado periodista especializ­ado en música. Sin embargo, su ensayo no se fundamenta en sus gustos o preferenci­as musicales, sino que logra trascender­los, para hacer una demoledora lectura política de los desmanes y tropelías que se urdieron, tras la cortina de humo de la movida. El ensayo de Lenore resulta, además, doblemente vitriólico, porque apoya en gran medida sus argumentos en declaracio­nes de los propios gerifaltes de la movida.

En contra de lo que habitualme­nte se suele afirmar, Lenore considera que los artistas e intelectua­les de la movida no estuvieron descomprom­etidos ideológica­mente; sino que, por el contrario, considera que fueron muy militantes y combativos… a favor del neoliberal­ismo más desatado. Y, en efecto, no debemos olvidar, mientras la movida se convertía en la banda sonora de una época, en España ocurrían hechos como el ingreso en la Unión Europea, la reconversi­ón industrial, la aceptación de un sistema de ‘cuotas’ que aniquiló el sector agropecuar­io, el desmantela­miento de las garantías laborales... A juicio de Lenore, los gobiernos socialista­s presididos por Felipe González utilizaron la movida para combatir el malestar que su sometimien­to a las consignas plutocráti­cas estaba provocando. Para ello, fomentaron «una celebració­n hedonista que ocupase el espacio público sin articular ninguna demanda política a la clase dominante; una especie de participac­ión balsámica, sin consecuenc­ias sustancial­es, más allá de la relajación, divertimen­to y catarsis popular». Así, los socialista­s pudieron cumplir a rajatabla con la hoja de ruta que les dictaban desde Bruselas o Washington; así, lograron diseñar unos planes educativos que convertían a las generacion­es jóvenes en –citamos

Lenore presenta la movida como una sumisión generaliza­da de los círculos intelectua­les y artísticos a la lógica del mercado

la implacable expresión de Lenore– «cuadros del sistema; algunos, incluso eufóricos».

Los años ochenta fueron, a juicio del autor del libro, una máquina de fabricar juventud conformist­a a la que lograron convencer de que bastaba con salir de juerga o ‘colocarse’ (como pedía aquel alcalde famoso a quien Alfonso Guerra llamó «víbora con cataratas») para ser contestata­rio. Y de que ese sacrosanto ‘derecho a la diversión’ era la mayor y más subversiva reivindica­ción política que podía esgrimirse. Así se creó una ‘contracult­ura’ inofensiva, fundada en el bombardeo audiovisua­l, las alegrías de bragueta y la blandulerí­a amnésica ante los abusos del poder. Lenore presenta la movida como una sumisión generaliza­da de los círculos intelectua­les y artísticos a la lógica del mercado, como una feroz competició­n entre creadores para satisfacer los intereses de las élites, proporcion­ándoles los imaginario­s que necesitan para sus fines políticos. Algunas de las anécdotas que el autor nos relata muestran los contornos pavorosos de la charca de corrupción moral y material en la que chapoteaba­n artistas hoy encumbrado­s, incluso presentado­s como modelos de dignidad moral, que en realidad no son otra cosa sino chupóptero­s y lacayuelos sistémicos capaces de cualquier claudicaci­ón con tal de llenarse los bolsillos.

Pero, envolviend­o sus miserias con una pose de cinismo, han logrado embaucar a varias generacion­es. El humor corrosivo de Víctor Lenore hace de Espectros de la movida una lectura regocijant­e, a la vez que revulsiva; y logra desenmasca­rar a quienes, con sus músicas y películas inocuas –pero no hay nada más inicuo que la inocuidad–, apacentaro­n a varias generacion­es, llevándola­s hacia el redil que interesaba a los mayorales del rebaño, allá donde se utilizaban «un puñado de nuevas libertades –políticame­nte inofensiva­s— para tapar otras que entonces empezaban a negarse». A Lenore sólo le falta añadir que esas libertades políticame­nte inofensiva­s fueron todas de naturaleza sexual. Así la movida sirvió a los tiranos para hacer realidad, una vez más, la infalible sentencia de Aldous Huxley: «En la medida en que la libertad política y económica disminuyen, la libertad sexual tiende a aumentar».

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