La 'Capilla Sixtina' de la Amazonia
Son las pinturas rupestres más antiguas de América. Están en Colombia. Narran las gestas de una tribu caníbal y han logrado sobrevivir 20.000 años gracias a estar rodeadas de selva, narcotraficantes y guerrilleros de las FARC. Ahora reciben el reconocimiento de la Unesco.
Pablo Escobar tenía en la zona 19 laboratorios de coca, pero no prestó atención a las pinturas
UNA TORMENTA obligó a cambiar de rumbo. La avioneta se agitaba sobre la selva cuando Carlos Castaño Uribe, director de Parques Nacionales de Colombia, vio algo extraño que destacaba sobre el espeso verdor. Anotó las coordenadas. Corría el año 1987. Dos días después del avistamiento organizó una expedición. Llegar a ese misterioso punto no fue fácil y requirió largas caminatas a machetazos. Pero mereció la pena. En la serranía del Chiribiquete, en el corazón de la Amazonia colombiana, Castaño Uribe y su equipo se quedaron boquiabiertos cuando dieron con un inmenso mural. Sobre una pared de gres blanca, centenares de pinturas de color ocre se desplegaban ante ellos. Había hombres levantando los brazos, mujeres encinta, caimanes, jabalíes, una serpiente gigante con manos y pies, ciervos, lagartos, tortugas, murciélagos, extrañas figuras geométricas… Y alrededor, manos de niños y de adultos, como si se tratara de la firma de los artistas.
Se toparon nada menos que con las pinturas rupestres más antiguas de América. Ya se conocía el cercano sitio arqueológico de la serranía de La Lindosa, descubierto en 1949 por el explorador francés Alain Gheengrant. Pero se necesitaban entonces cuatro meses de viaje por agua, desde Bogotá, para llegar. Aquello permaneció casi olvidado.
La selva ha arropado y protegido de la erosión durante 20.000 años las más de 70.000 pinturas de arte rupestre halladas en Chiribiquete, en lo que se conoce como la 'Capilla Sixtina' de la Amazonia. Es un tesoro excepcional.
Se van a cumplir 30 años de este gran descubrimiento y se han desentrañado algunos de sus misterios. Otros todavía siguen sin aclararse del todo: se cree, por ejemplo, que todavía rondan por allí comunidades indígenas que no desean ser contactadas. Y no se sabe con certeza cómo se las ingeniaron para pintar a 30 metros de altura, aunque lo más probable es que utilizaron una especie de andamios.
UNA TRIBU TEMIBLE
Respecto a los artistas se ha deducido que se trata de los temibles karijonas, una tribu de hombretones belicosos y caníbales. Los murales no eran
Los artistas fueron los karijonas, una tribu belicosa y caníbal ya extinta: sucumbieron ante el hombre blanco
accesibles para todos. «Solo los jefes y los mejores guerrilleros podían venir para rendir homenaje a los dioses», explica Andrés López, del Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
Cuenta la revista colombiana Semana que de estos indígenas proviene el nombre Chiribiquete que «significa en karijona 'centro donde se dibuja'». A los karijonas los han sobrevivido sus pinturas. La tribu sucumbió a la llegada del hombre blanco: los explotadores del caucho y las enfermedades que introdujeron en la selva –como el sarampión, la viruela y la gripe– acabaron con este grupo indígena.
LA VISITA DE FRANK SINATRA En 1989, dos años después de haber avistado el sitio, Castaño Uribe declaró Parque Nacional Natural la Serranía del Chiribiquete, una extensión de casi 1,5 millones de hectáreas con formaciones rocosas de hasta 2400 metros de altura. La riqueza de este parque es múltiple: también cobija un tesoro en biodiversidad estudiado por varias expediciones. Una de las misiones más importantes la protagonizó el biólogo Patricio von Hildebrand, que se estableció en la selva durante diez años para estudiar la fauna y la flora. Él descubrió el Estadio de Chiribiquete, una espectacular formación rocosa circular a la que se penetra a través de un túnel perforado en una roca de 50 metros de altura. Al biólogo lo acompañó Frank Sinatra durante unos días en una aventura que el cantante nunca olvidó. También el Estadio cobijaba pinturas y restos de cerámica.
La selva ha sido una eficaz guardiana. Pero a estas maravillas no las han salvado los dictámenes oficiales, sino que, paradójicamente, ha estado protegida por dos de los problemas más graves de la historia de Colombia: el narcotráfico y la guerrilla.
LA LLEGADA DE PABLO ESCOBAR El narcotraficante Pablo Escobar instaló en la zona 19 laboratorios y 8 pistas de aterrizaje. Pero dejó tranquilas las pinturas milenarias. También se mudaron allí guerrilleros de las FARC y tampoco les prestaron atención.
El acuerdo de paz de 2016 con las FARC permitió la entrada de estudiosos, aunque quedan algunos rebeldes reacios a salir de la selva. El pasado mes de julio, además, la Unesco ha declarado Chiribiquete Patrimonio Mundial Mixto, por su valor natural y cultural. Es un lugar único este inmenso telón verde en cuya preservación han intervenido –sin pretenderlo– la vegetación, la guerrilla y Pablo Escobar.