El bogavante
Tuviste la desgracia de nacer en un sitio equivocado. Nadabas por las profundidades del medio marino, a tus anchas, comiendo lo que te gustaba, pero un día unos pescadores, con sus redes, te atraparon, te metieron en una caja, te llevaron a la lonja y, con otros muchos conocidos, te subastaron al mejor postor. No sabías qué pasaba a tu alrededor: jamás habías tenido contacto con seres humanos. A lo sumo, una vez viste a unos buceadores tratando de coger alguna buena foto para ilustrar un libro sobre las bellezas que esconde el mar. Y ahora, en el fragor de la lonja, entre voces y carreras, paletadas de nieve y chorros de agua, esperas tu destino mientras vives angustiado con problemas de respiración fuera del agua. En una furgoneta oscura, entre cajas de plástico apiladas, viajas hasta el supermercado, donde en exposición te pondrán un precio y te venderán a unas personas que, en la cena de fin de año, habrán presumido de menú entre sus invitados. Y mientras llega el momento de tu venta, peso y envasado, te han situado en un mostrador sobre una gruesa capa de hielo que estremece tu cuerpo y lo congela. Para más inri, te han atado con una vulgar cinta de plástico, tus apéndices, para que no comas de otros peces muertos y estropees una mercancía que no podrá ser vendida. ¡No naciste para tanta desdicha, bogavante!