LA MAREA MARCA EL RITMO DE LA VIDA.
Todo gira alrededor de la marea. Llueve, truene o venga una galerna, las mariscadoras de las rías gallegas solo trabajan cuando el mar se retira y las 'autoriza' a rastrear las playas en busca de berberechos y almejas. Son apenas cuatro horas al día: dos antes de la bajamar, dos después. Un intervalo muy corto e irregular para ganarse la vida. Ellas lo saben, y por eso viven pendientes de la Luna y el calendario, mirando al mar, esperando la hora exacta para iniciar su carrera contra el reloj, contra la marea.
En la playa de Villarrube, al norte de Ferrol, la jornada empieza hoy a las 7:00, cuando un pequeño grupo se concentra en la garita de acceso al arenal. Son mariscadoras de la cofradía de Cedeira. Cada una porta un pequeño rastrillo y un barreño para depositar el marisco. En sus manos se aprecia el castigo del mar y de las horas cosechando moluscos; muchas se quejan de dolor de huesos, por la humedad, de la espalda o de la vista, torturada por el reflejo de la luz en el agua y la arena.
SI EXCEDEN LAS CUOTAS O FAENAN FUERA DEL HORARIO AUTORIZADO, SE ARRIESGAN A SER MULTADAS O A PERDER LA LICENCIA, SU MEDIO DE VIDA
Pilar López de Bellón, veterana de toda una vida en el mar, lidera el grupo. Antes de comenzar, informa a sus compañeras de la cuota autorizada para el día por la Consellería do Mar. Seis kilos de berberecho por barba. Con esa cantidad ganarán unos 500 euros limpios al mes. Si exceden las cuotas o faenan fuera de horario autorizado, se arriesgan a una multa o a perder la licencia, su medio de vida.
EL JUEGO SUCIO DE LOS FURTIVOS.
«Dependemos de las mareas, de los días que la Xunta nos permite mariscar, de si vendemos o no... –dice Pilar–. Porque, si no vendes, no mariscas, y la demanda varía mucho a lo largo del año». En Navidad, por ejemplo, se dispara, pero las cuotas no varían. El control biológico es aquí más importante que el mercado. Aunque no para todos.
«El marisqueo furtivo nos hace mucho daño. No respeta las cuotas, las vedas… Cada vez se encuentra menos género en la ría y gran parte de la culpa es de los furtivos y del mercado negro», denuncia Rocío Tarreiras, presidenta de playa de la cofradía de Barallobre, en la ría de Ferrol.
Tarreiras, licenciada en Ingeniería Forestal, tiene 40 años y pertenece a la generación que ha tomado las riendas del marisqueo a pie; mujeres que rompen con el cliché –esa mirada del regionalismo costumbrista anclada en el pasado– que la sociedad atribuye al colectivo. «Junto con el furtivismo, nuestro mayor problema es el machismo. No nos toman en serio –reclama Tarreiras–. Poco a poco vamos logrando
EN NAVIDAD LA DEMANDA SE DISPARA, PERO LAS CUOTAS NO VARÍAN. SIN EMBARGO, LOS FURTIVOS SIGUEN FAENANDO PARA ALIMENTAR EL MERCADO NEGRO