2. El Niño Jesús: rigidez obligada
El bebé ocupa el centro del cuadro y concentra toda la atención. El Niño Jesús aparece envuelto en una tela que, de algún modo, parece aprisionarlo. Esta inmovilidad es reforzada por las manos grandes de la Virgen. Desde esta postura tan firme, el niño transmite cierta superioridad, presente quizá también en el rostro. Sobre su cabeza flota una sutil aureola realizada con suaves pinceladas blancas.