ABC - XL Semanal

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Miles de edificios de nuestro patrimonio histórico están al borde de la desaparici­ón .' Pueblan' la España vaciada, un lugar camino de convertirs­e en inmenso cementerio para joyas arquitectó­nicas del pasado. Evitarlo es, por cierto, cosa de todos.

- POR FERNANDO GOITIA FOTOGRAFÍA­S: CARLOS CARRIÓN

La España vaciada está 'poblada', curiosamen­te, de miles de edificios de nuestro patrimonio histórico. Como tantos pueblos, también están al borde de la desaparici­ón. ¿Estamos aún a tiempo de evitarlo? Sí, y depende de todos.

Son víctimas colaterale­s de la 'España vaciada', miles de edificios que cuentan historias de nuestra historia. Palacios en ruinas, iglesias abandonada­s, necrópolis arrasadas, casonas de las que apenas se sostienen sus fachadas, parte todos ellos de nuestro patrimonio histórico. «Basta viajar un poco por nuestra geografía para toparte con infinidad de lugares como estos», resume Alfredo Pérez de Armiñán, uno de los mayores expertos españoles en la protección de este legado.

Falta de recursos, abandono rural y negligenci­a forman la trinidad que amenaza la preservaci­ón de miles de bienes de uno de los mayores patrimonio­s de Europa. «Somos el tercer país con más elementos en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. Y eso es bueno –señala quien fuera, precisamen­te, director general adjunto del gran organismo cultural de la ONU–. Pero esta política de Estado, la única sostenida por todos los gobiernos desde 1985, se ha convertido en gran coartada para encubrir la falta de diligencia en la protección de los bienes culturales».

Tropelías urbanístic­as, derribo de bienes protegidos o aberrantes rehabilita­ciones saltan de forma recurrente a los titulares. La desaparici­ón de una ermita, un palacio o un resquicio industrial en un pueblo desolado, sin embargo, suele pasar inadvertid­a. Por eso, dice el hoy académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, «son la parte más vulnerable del patrimonio».

El descenso demográfic­o está entre sus mayores amenazas, como señala Víctor Antona, arqueólogo y coordinado­r del comité científico de Hispania Nostra, principal asociación española en defensa de este legado. «Los vecinos limpian, retejan si se daña una cubierta... –dice–, pero, en cuanto se van, la destrucció­n se acelera». Dos años de abandono pueden ser suficiente­s para convertir un edificio en una masa de escombros irreconoci­ble. «Se mueven cuatro tejas, entra agua y, sin darte cuenta, tienes el techo en el suelo».

La España vaciada se está convirtien­do, así, en una especie de cementerio del patrimonio. «Como nadie lo ve y nadie lo usa –señala Pérez de

Armiñán–, nadie percibe que se está destruyend­o y, por lo tanto, nadie actúa para remediarlo». Así ocurre con una larga lista de edificios olvidados por las políticas de preservaci­ón.

Una ley específica, de 1985, protege todos los elementos del ingente acervo que conforma nuestro patrimonio histórico, aunque lo hace con más garantías a los llamados Bienes de Interés Cultural: unos 17.500 inmuebles en toda España (más otro tanto de objetos muebles). La cifra supone más del doble de los que recibían esta calificaci­ón hace 35 años, lo que revela el esfuerzo protector realizado

desde entonces. El patrimonio total, sin embargo, es mucho más amplio, con miles de construcci­ones sin protección específica o en grados que no han impedido su deterioro. Es lo que ocurre, sin ir más lejos, con las siete que ilustran este reportaje.

Todas ellas están incluidas en la Lista Roja, una herramient­a creada en 2007 por Hispania Nostra para visibiliza­r e intentar proteger los elementos en peligro del patrimonio cultural. La iniciativa surgió, precisamen­te, cuando Pérez de Armiñán presidía la asociación, fundada en 1976, y funciona como un semáforo del patrimonio que desnuda

LA LISTA R JA, READA P R LA AS IACI N HISPANIA N STRA Y ALIMENTADA N DENUN IAS IUDADANAS, SEÑALA MÁS DE MIL ELEMENT S DE NUESTR PATRIM NI ULTURAL EN RIES DE DESAPARI I N

las vergüenzas de quienes deben preservar las joyas del pasado. Esto es, sus propietari­os: particular­es, administra­ciones, Iglesia o institucio­nes culturales, en primer lugar; pero también la sociedad española en general, porque, como subraya Víctor Antona, «el patrimonio histórico es de todos».

La Lista Roja suma ya 1043 informes sobre elementos en riesgo de desaparici­ón, destrucció­n o alteración esencial de sus valores. Todo ello alimentado con denuncias enviadas por ciudadanos y entidades de todo tipo implicadas en esta lucha contra la degradació­n y el olvido. Hasta hoy, el proyecto ha inducido intervenci­ones en 176 elementos que han dejado de estar «en riesgo», pasando así a una segunda lista, verde en este caso, que reúne los hoy recuperado­s. Una tercera, negra, incluye bienes ya irrecupera­bles, otros afectados por atentados urbanístic­os a su entorno y aquellos cuya rehabilita­ción ha alterado de manera irreversib­le sus valores esenciales. Son apenas

"S M S EL TER ER PAÍS N MÁS ELEMENT S EN LA LISTA DE PATRIM NI MUNDIAL DE LA UNES .L S BIERN S HAN NVERTID ES EN LA ARTADA PARA EN UBRIR SU FALTA DE DILI EN IA" –ALFREDO PÉREZ DE ARMIÑÁN, ANTIGUO DIRECTOR GENERAL ADJUNTO DE LA UNESCO–

nueve, pero revelan el tipo de amenazas a las que, más allá de la despoblaci­ón y el abandono, se enfrenta nuestro patrimonio histórico.

Figuran ahí las murallas de Ávila. No por su conservaci­ón, sino por la edificació­n de un centro de exposicion­es y congresos y de múltiples construcci­ones en su entorno exterior, lo que ha causado un «atroz impacto visual a la vista histórica mantenida durante siglos», en palabras de Antona.

Marcados en negro están también el malagueño palacete de los Condes de Benahavís-La Mundial, derruido hace dos años para construir un complejo de diez plantas, pese a formar parte de un bien de interés cultural protegido como el centro histórico de Málaga. También el palacio de Inestrilla­s, del siglo XVIII, que colapsó este enero en la localidad riojana de Aguilar del Río Alhama. O la Casa de Pico de Velasco, en Carasa (Cantabria), ejemplo de la arquitectu­ra civil del siglo XVII en cuyo interior se levanta hoy un edificio moderno que altera el alzado del inmueble original.

Descartado­s estos nueve, quedan pues 858 elementos en rojo. La mayoría de ellos (29 por ciento), en Castilla y León, principal escenario de la despoblaci­ón, pero también la comunidad autónoma donde más bienes se han conseguido recuperar para la Lista Verde (33 por ciento). Labor que la ha convertido en referente a la hora de proteger el patrimonio en riesgo. Su director general de Patrimonio Cultural, Gumersindo Bueno, enumera con orgullo varios ejemplos.

«Tenemos el caso de Valcabado del Páramo, en León, que con menos de 300 habitantes y aliado con Hispania Nostra ha conseguido más de 30.000 euros, vía crowdfundi­ng, para rehabilita­r con nuestra ayuda y supervisió­n el artesonado mudéjar del siglo XVI de su iglesia». Bueno habla también de la resurrecci­ón de Foncebadón, en el Camino de Santiago, que llegó a tener una sola familia y cuenta hoy con restaurant­es, albergues, ultramarin­os y una pensión. Y de la cuenca minera de Fabero, recién declarada Bien de Interés Cultural. Y de Fuenteodra, en el Geoparque Mundial de Las Loras, cuyos ocho vecinos, gracias a otro crowdfundi­ng, han recaudado más de 52.000 euros para recuperar su iglesia gótica.

De hecho, la mitad de las iniciativa­s de micromecen­azgo activadas por Hispania Nostra han surgido en esta comunidad autónoma con, revela Bueno, «2570 bienes de interés cultural, 24.000 yacimiento­s arqueológi­cos, 12 catedrales, más de 500 castillos, torres y fortalezas, monasterio­s...». Una colección descomunal cuya preservaci­ón se hace cada día más difícil.

«Desde 2008, la inversión se ha reducido en un tercio en toda España –lamenta Bueno–, cuando sabemos positivame­nte que invertir en patrimonio ayuda a reactivar la economía». La Unesco y la Organizaci­ón Mundial del Turismo calculan, de hecho, que el 40 por ciento del turismo se mueve por interés cultural. «Es decir –añade Pérez de Armiñán–, que si el 13 por ciento de nuestro

PIB procede de este sector, buena parte ello se lo debemos al patrimonio. No se me ocurre mejor argumento para que entre todos lo cuidemos».

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