La carta de la semana
Por qué la he premiado…
Porque quienes ahí estuvieron se han ganado, al menos, el derecho a que los escuchemos.
Lo volveríamos a hacer.
«Hace un año, no bromeábamos así», comentó mi enfermero. Estábamos trasladando a un paciente intubado por neumonía COVID que no respondía al tratamiento para que lo metieran en protocolo de Ecmo (básicamente puentearle sus pulmones y corazón con una máquina para darle tiempo a recuperarse). Es la última línea de tratamiento, después de eso no hay nada. El comentario me hizo ver que estar vacunado te da mucha tranquilidad en la asistencia de estos pacientes, pero también recordé cuando hace un año te metías de lleno en un ambiente COVID, con todos tus sentidos alerta, registrando lo que tocabas, con qué lo tocabas y qué te tocaba, porque eras consciente de enfrentarte a un bicho para el que no había tratamiento eficaz y que no solo podía matarte a ti (gajes del oficio), sino que podías llevártelo a tu familia. Pero, no obstante, seguimos entrando, día a día, a pesar de esa sensación que sientes cuando tu cerebro te dice: «Te estás metiendo en un sitio del que las personas sensatas solo quieren salir», y aun así dabas ese paso al frente para enfrentarte al bicho y ayudar a un ser humano. Lo hicimos muchas veces y lo volveríamos a hacer. Luego por la tarde, cuando oías los aplausos, pensabas, abrumado, que por lo menos la gente te agradecía el esfuerzo. No somos héroes, solo personas esforzadas que aman su trabajo. Pero el otro día los políticos nos devolvieron aquellos aplausos, todos de golpe y en la cara: a una propuesta para instaurar en España la especialidad de urgencias (solo quedan en Europa dos países que no la tienen), PSOE y Podemos se opusieron y la propuesta se rechazó. Muchas gracias. Y no se preocupen, vamos a seguir trabajando como siempre para ayudar a otro ser humano.