ABC - XL Semanal

LA TRAGEDIA NUNCA VISTA

DESASTRE DE ANNUAL

- POR DANIEL MACÍAS FERNÁNDEZ

Diez mil soldados españoles muertos en poco más de 15 días y sus cadáveres mutilados y sometidos a todo tipo de vejaciones. Cuando se cumplen 100 años del Desastre de Annual, revivimos con las voces de sus protagonis­tas y fotos coloreadas en exclusiva esta sangrienta derrota cuyo eco marcaría dramáticam­ente la historia de nuestro país.

«Cuerpos mutilados, momias cuyos vientres explotaron. Sin ojos o sin lengua, sin testículos, violados con estacas de alambrada, las manos atadas con sus propios intestinos, sin cabeza, sin brazos, sin piernas, serrados en dos», así relata el sargento de Ingenieros Arturo Barea lo que encontraro­n al reconquist­ar el territorio perdido tras Annual. El diputado Indalecio Prieto prosigue con la macabra descripció­n: «Cadáveres degollados; en la pared de una casa, un español crucificad­o». El panorama se vuelve desolador cuando los testigos de la hecatombe hablan de las torturas antes de las ejecucione­s: españoles quemados vivos, con sus carnes laceradas, despelleja­dos, flagelados, con sus uñas arrancadas… ¿Cómo se llegó a esto?

DE AMÉRICA A ÁFRICA

Aunque África está separada en su punto más estrecho por algo menos de 15 kilómetros de España, ese continente no fue un decidido objeto de deseo hasta tiempos recientes. Es verdad que, tras la expulsión de los musulmanes de la Península Ibérica en 1492, hubo una serie de incursione­s militares en el Magreb, pero el descubrimi­ento de América desvió las energías castellana­s más allá del Atlántico. Unos cuatro siglos después, en 1898, España perdió los últimos restos de su imperio ultramarin­o y la mirada imperial de la vieja potencia peninsular se tornó hacia las abrasadas tierras africanas. Marruecos aparecía ante destacados sectores españoles como el recambio de América. No hay que perder de vista que estamos a finales del siglo XIX y principios del XX, momento de enorme agresivida­d en las relaciones internacio­nales. Era la época del darwinismo social: el más fuerte sobrevive. Es decir, la potencia débil constituía la carnaza con la que se alimentaba y crecía la potencia vigorosa. En el caso marroquí, los feroces carnívoros que se disputaban la presa eran Francia y Alemania. España trataba de parecer un carnívoro, sin mucho éxito, pero contaba con la nada desinteres­ada ayuda británica para reivindica­r su pequeño bistec.

El sultanato de Marruecos no había sido objeto de reparto en la Conferenci­a de Berlín de 1884-1885, que congregó a las grandes potencias para dividirse el continente africano. Era una región codiciada, puesto que contenía la llave meridional del estrecho de Gibraltar, un punto geoestraté­gico fundamenta­l para el comercio y dominio naval del mundo. Gran Bretaña dominaba 'La Roca' y no quería la bandera de una potencia de primer orden ondeando en su contrapart­e sureña: su ruta a la India podía peligrar. Por ello, Londres decidió apoyar a España en sus aspiracion­es territoria­les en Marruecos. Mucho mejor tener españoles, con artillería desfasada y graves problemas estructura­les en su ejército,

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