ABC - XL Semanal

Criada humildemen­te en un pueblo de Rusia, Anna Sorokin, de 30 años, logró timar a buena parte de la alta sociedad neoyorquin­a haciéndose pasar por una rica heredera. Tras salir de la cárcel, le llueven ofertas para contar su increíble historia.

- POR LAURA PULLMANN / FOTOGRAFÍA: GUERIN BLASK

ESTA MUJER DE ORIGEN RUSO, ANNA SOROKIN, TIMÓ A LA ALTA SOCIEDAD DE NUEVA YORK. ENTRE ELLOS, AL HIJO DE CALATRAVA. LES SACÓ CIENTOS DE MILES DE DÓLARES HACIÉNDOSE PASAR POR UNA RICA HEREDERA. AHORA ACABA DE SALIR DE LA CÁRCEL Y YA HA FIRMADO CONTRATOS MILLONARIO­S CON NETFLIX Y HBO PARA CONTAR SU HISTORIA.

"NI LOCA IBA A LLEVAR UNA VIDA PROVINCIAN­A Y ABURRIDA"

Su 'aval' era su cuenta de Instagram, donde mostraba una vida de lujo y su habilidad para fascinar. "No conozco a mucha gente como yo . Tengo una notable capacidad para dominar el estrés"

RECIÉN SALIDA DE LA CÁRCEL,

la estafadora con cara de niña Anna Sorokin posa para una sesión de fotos. Está en su salsa, rodeada de asistentes, vistiendo ropa de diseño y haciendo muecas para el fotógrafo... Eso sí, por si las moscas, la estilista ha hecho un inventario completo del guardarrop­a antes de que esta timadora apareciese para la sesión de fotos.

Segurament­e para Anna, de 30 años, tanta precaución por un par de vestidos es una tontería. «Yo no me muevo por miserias –afirma–. Desde el primer momento tuve intención de sacar dinero a lo grande».

La historia de Sorokin, que desplumó a la alta sociedad de Nueva York, se ha convertido en una parábola de la era de Instagram. Llegó a Manhattan procedente de Europa en 2013 –por entonces se hacía llamar Anna Delvey– y se convirtió en una figura como salida de El gran Gatsby: una misteriosa alemana heredera de una fortuna de 60 millones de dólares que dejaba propinas de 100 dólares, subía fotos a las redes disfrutand­o a todo lujo y tenía planes aún más grandiosos, como abrir un lujoso club privado destinado al arte.

De hecho, este era el eje de su estafa. Delvey aseguraba que estaba a la espera de recibir su herencia para acabar de montar el centro en un histórico edificio en Park Avenue. Incluso contrató a un diseñador gráfico –a quien nunca pagó– para que creara el logo y la presentaci­ón. Mientras, colaba cheques sin fondos, escapaba de hoteles sin pagar y se fundía miles de dólares ajenos en cenas con champán, carísimos entrenador­es personales, vacaciones de lujo… En su juicio en 2019 se probaron fraudes por valor de 270.000 dólares, pero pudieron ser muchos más. Llegó a convencer al City Nacional Bank para que le concediese un préstamo de 100.000 dólares. También falsificó documentac­ión bancaria y se inventó la figura de un supuesto asesor financiero para gestionar un préstamo de 22 millones de dólares destinado a costear la Fundación Anna Delvey, aunque no llegó a hacerse efectivo.

Su capacidad para fascinar y ganarse a la gente está fuera de toda duda. En 2015 se hizo amiga de Gabriel Calatrava, hijo del famoso arquitecto Santiago Calatrava, y lo convenció para que diseñara el club de arte. Anna sabía qué nombres usar y cómo llegar a ellos.

La propia exhibición de su vida de lujo en Instagram era su 'aval'. Y su indudable capacidad para inventar historias... y que la creyesen. Llegó a contratar un

privado para asistir a la tradiciona­l conferenci­a anual de inversores en Omaha organizada por Warren Buffett. No pagó el avión, pero estuvo en la cena privada con Buffett.

Cuando se destapó el engaño, Anna –que en realidad había nacido en Rusia y era hija de un camionero– fue a parar a la cárcel de Rikers Island, conocida por haber albergado a Harvey Weinstein y Mark Chapman, el asesino de John Lennon.

Después de tres años entre rejas, Sorokin salió en libertad en marzo. Y hoy conversamo­s en el bufete de su abogado en Manhattan. Para variar, su abogado está pagando las cuentas del lujoso hotel donde vive gracias al anticipo abonado por Netflix, que va a hacer una serie sobre su vida. Se trata de 320.000 dólares que en su mayoría deberían ir destinados a devolver fondos a entidades bancarias y pagar minutas de abogados.

Ahora, Anna está luchando por no ser deportada a Alemania (su permiso de residencia temporal ha caducado), y está sujeta a las restriccio­nes de la libertad condiciona­l: no puede salir a la calle más allá de las siete de la tarde ni consumir drogas ni tener armas de fuego. «Tampoco me dejan abrir cuentas bancarias sin permiso explícito».

Su abogado alegó en el juicio que «todos somos un poco como Anna», en el sentido de que todos vivimos en un mundo de apariencia­s. Sin embargo, ella no se cree como todo el mundo. «No he conocido a muchos que se parezcan a mí», responde, hablando en inglés con un deje centroeuro­peo. «Tengo una especial capacidad para dominar el estrés. Siempre la he tenido. No soporto a las personas que pierden los nervios y montan numeritos».

Sus sueños siempre fueron más allá del horizonte. Cuando tenía 15 años, su familia abandonó Rusia y se instaló en una pequeña ciudad alemana que ella describe como «provincian­a y aburrida». «Veía a mis vecinos y me decía que ni loca iba a llevar su vida».

Fascinada por la moda, al acabar la secundaria, obtuvo una plaza para estudiar en Saint Martins, la prestigios­a

escuela londinense de bellas artes. Pero renunció a la plaza y se fue a París, donde trabajó como becaria en Purple, una revista de tendencias. Allí fue, por cierto, donde adoptó su alias. ¿Qué la llevó a escoger el apellido Delvey? «No lo sé. Se me ocurrió». Empezó a codearse con los ricos y famosos, pero la vida en París le resultaba sosa. «Allí, todo está cerrado a las seis de la tarde». Lo que le gustaba era la frenética atmósfera de Nueva York, la ciudad que nunca duerme.

A la hora de contentar a sus seguidores en Instagram, Anna Sorokin juega con su reputación de mujer fatal, pero en la distancia corta niega ser una delincuent­e. «Es verdad que hice alguna que otra trampa y que no siempre dije toda la verdad, pero eso no es delincuenc­ia. No siempre fui un dechado de virtudes, pero de ahí a ir a parar a la cárcel… ¡Por favor!».

Las cosas empezaron a torcerse en junio de 2017, cuando invitó a una amiga llamada Rachel DeLoache Williams –por entonces editora gráfica en la revista Vanity Fair– a un viaje «gratis total» a Marruecos, con estancia en un riad que salía por la friolera de 7000 dólares la noche. Tras una imaginativ­a sucesión de pretextos y promesas, su compañera se encontró con que había 'apoquinado' 62.000 dólares en gastos. DeLoache describe ahora a su antigua amiga como una sociópata, ante lo cual nuestra embaucador­a se encoge de hombros. «Para mí es un elogio. Porque la gente también trata de sociópatas a Mark Zuckerberg, Elon Musk y Steve Jobs. No tengo problema en que me comparen con ellos».

La de Marruecos fue una de sus últimas escapadas. En julio de ese año fue detenida por primera vez, por impago de varios millares de dólares a los hoteles Beekman y W New York. El juez la dejó en libertad con cargos y de inmediato huyó a California, donde estuvo escondida en Passages, una clínica de desintoxic­ación que sale por 60.000 dólares al mes. «Fue un buen precalenta­miento para mi estancia en la cárcel», bromea.

DeLoache Williams se vengó tomando parte en un operativo policial destinado a sacar a Sorokin de su refugio. Se las arregló para quedar con ella en un restaurant­e y la Policía la cazó por sorpresa. «De locos, un montaje de locos», describe Anna.

Cuando se le pregunta si se arrepiente de algo, Anna se pone a la defensiva. «A ver. No voy a decir que soy un ejemplo, un modelo. Claro que no. Tomé unas decisiones que en su momento me parecieron acertadas… y luego se vio que no. Y ahora lo estoy pagando con creces. ¡¿Qué más tengo que hacer, por favor?!».

En todo caso, sus planes no son quedar en segundo plano. Inventing Anna, la serie de Netflix inspirada en su caso, se estrenará a finales de este año. HBO está preparando otra producción y, mientras, la propia Anna está escribiend­o un libro sobre su etapa en la cárcel. Allí, dice, conoció a gente que la ha marcado. Una mujer que mató a su novio a cuchillada­s después de que este subiera unas fotos de ella desnuda a la Red. Una chica que mató a una anciana por accidente mientras trataba de robarle 20 dólares… «Lo que te hiela la sangre es que son personas completame­nte normales». Se calza las gafas de sol y comenta: «La gente disfruta con los monstruos de feria, no cabe duda».

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Después de pasar tres años en la cárcel (a la izquierda, durante su juicio), Sorokin tiene grandes planes de nuevo: además de las series sobre su vida, está implicada en negocios digitales con NFT y dice que quiere reformar el sistema penitencia­rio... con ayuda de Kim Kardashian.
UN FUTURO POR DELANTE Después de pasar tres años en la cárcel (a la izquierda, durante su juicio), Sorokin tiene grandes planes de nuevo: además de las series sobre su vida, está implicada en negocios digitales con NFT y dice que quiere reformar el sistema penitencia­rio... con ayuda de Kim Kardashian.
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Anna Sorokin en imágenes de su Instagram. En una, con su amiga Rachel DeLoache, editora gráfica de una famosa revista, a quien engañó; le sacó 62.000 dólares. En venganza, DeLoache facilitó su detención tendiéndol­e una trampa. Y ha escrito un libro sobre Anna.
AMIGA Y DELATORA Anna Sorokin en imágenes de su Instagram. En una, con su amiga Rachel DeLoache, editora gráfica de una famosa revista, a quien engañó; le sacó 62.000 dólares. En venganza, DeLoache facilitó su detención tendiéndol­e una trampa. Y ha escrito un libro sobre Anna.
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