La mentira sistemática
Cuenta Milan Kundera, en El libro de la risa y del olvido, cómo un líder político, a quien un compañero de partido había prestado su sombrero para protegerlo del frío, arengaba al pueblo desde un balcón. Cuatro años más tarde, el colega cayó en una purga y fue ejecutado. Tras la modificación de la foto oficial de la antedicha arenga, de él solo quedó el sombrero... en la cabeza del superviviente, claro. Orwell, con su 'nuevalengua' descrita en la novela 1984, proponía también una 'nuevahistoria': son conocidos, en efecto, los experimentos más o menos recientes, propios de dictaduras de toda índole, de reescribir la historia, modificando secuencias enteras
del pasado, eliminando testimonios molestos, destruyendo archivos... ¿Qué ocurriría –se preguntaba el filósofo judío Hans Jonas– si se lograra que esta falsificación fuese perfecta, constituyéndose en el único material documental disponible para posteriores historiadores? ¡Una falsificación perfecta de las fuentes ya no se podría poner en cuestión! Según los criterios de la verdad histórica, esa impostura sería entonces
'la historia'. Si, de acuerdo con Kant, pensamos que el deber de no mentir es una ley moral inviolable, pues la mentira sistemática genera desconfianza y desemboca en la imposibilidad de vivir en sociedad, y a la vista de ciertas orientaciones sospechosamente desvirtuadas referidas a determinados acontecimientos de un pasado más o menos próximo, resulta lícito plantearse la cuestión: memoria, sí, pero... ¿histórica? JAVIER POCH ZATARAIN. SAN SEBASTIÁN. (GUIPÚZCOA)