ABC - XL Semanal

UN DÍA DE VERANO , HACE DIEZ AÑOS,

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CUANDO MURIÓ, EN 2011, A LOS 27 AÑOS, AMY WINEHOUSE COMPARTÍA CASA CON SU MEJOR AMIGO, AL QUE CONOCÍA DESDE QUE TENÍA 12 AÑOS. UNA DÉCADA DESPUÉS, TYLER JAMES CUENTA POR PRIMERA VEZ LO TERRIBLE QUE FUE VER A LA CANTANTE AUTODESTRU­IRSE.

TYLER N TRIUNF M ANTANTE Y LE DE ÍA A AMY: "¿TE DAS UENTA DE LA SUERTE UE TIENES?". ELLA RESP NDÍA: "LA FAMA ES M UN ÁN ER TERMINAL. N SE LA DESE A NADIE"

Tyler James volvió a la casa que compartía con Amy Winehouse, con la que llevaba casi una década conviviend­o, y encontró a su amiga muerta en su dormitorio. Dos días antes, Tyler se había ido, por enésima vez. Era la táctica que usaba para que Amy dejara de beber. Los informes médicos indicaron que el alcohol –junto con la bulimia– acabó por matarla. «Yo ya no sabía qué hacer», recuerda James hoy. Como siempre, Amy lo llamó al día siguiente: «Vuelve a casa, cariño, te lo pido por favor».

Aquel 23 de julio de 2011 se encontró con un camillero en el recibidor. No le extrañó: Amy volvía a las andadas con frecuencia. Cuando llegó la segunda ambulancia, supo que había pasado algo serio. En el momento de morir, Winehouse llevaba tres años sin tocar la heroína ni el crack. «Cosa que nadie le ha reconocido nunca», observa James, de 39 años.

Los fotógrafos de la prensa sensaciona­lista llevaban tiempo montando guardia frente a la casa, registrand­o hasta el más nimio detalle: la esquelétic­a estampa de Winehouse, provocada por la bulimia; sus 'ciegos' de heroína, las heridas autoinflig­idas, la relación destructiv­a con Blake Fielder-Civil, el hombre con quien se casó y del que no tardó en divorciars­e y que inspiró muchas de las letras del álbum Back to black, de 2006; sus tropezones al subir o bajar del coche… Los camilleros salieron con Amy metida en una bolsa. Los periodista­s decían que su final estaba cantado. Pero James nunca pensó así.

Tyler y Amy se conocieron cuando ella tenía 12 años en una escuela de teatro. Consiguier­on sus primeros contratos discográfi­cos juntos. De los dos, James era el que parecía que iba para famoso por su belleza a lo Leonardo DiCaprio y su voz del estilo de Justin

Timberlake. «A ella –dice James– todos la considerab­an una espléndida cantante de jazz, pero no comercial. Nadie suponía que fuera a tener un éxito tan descomunal».

Él, sin embargo, pronto vio como su discográfi­ca le rescindía. Y entró en el mundo de la bebida y las drogas (de las que más tarde se desenganch­ó en una clínica de rehabilita­ción, pagada por Amy). Por su parte, Winehouse debutó con su primer álbum, titulado Frank, con 20 años. Lo siguió Back to black, y poco después empezó a tener que vérselas con las presiones derivadas de la repentina fama mundial… y de las adicciones. En lo fundamenta­l, la historia de Tyler y Amy es la de dos amigos destruidos por la celebridad. Uno de ellos vivió para contarlo; la otra no.

«Amy era mi vida entera –confiesa el cantante–. Nunca he sentido una conexión tan estrecha con alguien, y nunca más voy a sentirla. Yo la quería.

Y mi única misión en la vida era conseguir que volviera a estar bien. Era lo único que me importaba. Quiero que la gente se dé cuenta de lo mucho que luchó para desenganch­arse y de lo cerca que estuvo de dejar el alcohol, de lo tan cerca que estuvo de recobrar la salud».

«Amy era una chica de veintipoco­s años, víctima de la adicción –insiste–. Una adicción en la que todo el mundo metía las narices. Todos la miraban con lupa. Cuando entras en una clínica de rehabilita­ción, estás obligado a ser más fuerte que nunca. Y ella tuvo que

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Juntos, de vacaciones. «Amy –dice él– ansiaba una vida normal».

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