¿Por qué estoy bailando?
érase una vez, hace muchos muchos años, en esta galaxia, en el primer sencillo de Pet Shop Boys, West end girls, el cantante Neil Tennant cantó las líneas: «No tenemos futuro / No tenemos pasado. / Aquí y hoy / construido para durar».
Quince discos de estudio después, posiblemente no haya un verso mejor que capture la atemporalidad del impasible dúo pop británico que, de hecho, parece estar hecho para durar.
Conocidos por sus temas de baile, respaldados por sintetizadores con letras que consiguen ser adolescentes y a la vez maduras, Tennant y el teclista Chris Lowe crearon su propio estilo pop/eléctrico, influenciado por el glam rock y la música disco, que ha resistido la prueba del tiempo con lanzamientos constantes a lo largo de los años.
Todavía recuerdo como si fuera hoy una noche en Londres, en el Ministry of Sound, cuando sonó por primera vez Being boring: un silencio extraño invadió la pista y una ola de movimientos cadenciosos se apoderó de todos los que estábamos allí. Recuerdo a Mick, mi amigo inglés que era clavado a Jimmy Page, escribiendo, en el metro de vuelta al zulo donde vivíamos, la letra, con un lápiz para que no se nos olvidara, creyendo como yo creí también en ese momento que nunca nunca íbamos a ser aburridos… Él murió demasiado pronto para serlo. Cada vez que escucho esa canción, mi favorita del dúo, vuelvo a ese momento, a tener veinte años a las tres de la mañana en un club al que es un milagro que te dejen entrar, cuando una canción desconocida te resuena como si saliera de ti.
Desde ese momento, los Pet Shop Boys formaron parte de mi vida. Los he visto actuar unas diez veces a lo largo de los años: se mueven poco, son tremendamente educados, presentan sus canciones (bueno, Neil las presenta, al otro nunca nadie le ha oído hablar) y se largan. Sus shows no cambian demasiado, hay algo de terriblemente reconfortante en ellos, como encontrarte con un amigo al que ves poco, pero que, cuando lo ves, es como si os vierais todo el tiempo.
Su último álbum, Nonetheless, escrito durante la pandemia, es probablemente su mejor álbum hasta ahora. La voz simple de Tennant cuenta historias de soledad, anhelo y amor, elevadas por ritmos electrónicos y armonías orquestales en este disco agridulce con temas muy emocionantes.
Los fanáticos de la narración histórica de Neil Tennant disfrutarán de sus historias de pioneros queer.
Empezando por un arpa para evocar la brisa en las hojas de palmeras de la Riviera francesa, El amor es la ley imagina a Oscar Wilde en su visita a Niza después de su prisión en la década de 1890, observando la escena del cruising gay donde el deseo está presente, expuesto como «un truco del oficio» y «un desliz de la lengua». La historia de la deserción del bailarín de ballet Rudolf Nuréyev de la Rusia soviética en 1961 se cuenta con brío en Dancing star.
En A new bohemia, Lowe y Ford interpretan una melodía bastante laboriosa con cuerdas susurrantes y tambores retumbantes mientras Tennant canta «¿Dónde han ido / Les Petits Bon-Bons?». También se divierte rimando 'bohemia' con 'free-and-easy'. La inteligencia lírica de Tennant, su gramática perfecta y su tono ligeramente distante descansan contra el oído como una fresca y nítida funda de almohada de hotel. Neil Tennant y Chris Lowe son la clase de ídolos pop que nunca han jugado al juego de la fama, que han sabido decir lo que tenían que decir y luego se han ido a cultivar su jardín o a comprar a Tesco o a leer delante de la chimenea sin que se les ocurra dar un escándalo ni por asomo. Sólo así pueden ser capaces, a punto de cumplir los 70 años, de hacer una canción tan soberbia como Why I am dancing? ('¿Por qué estoy bailando?'): un himno a las personas que no se engañan, que tiran hacia delante con el convencimiento de que sólo de la duda es de lo único que podemos estar seguros. Y de que lo único que nos queda es bailar. ■
Tennant y Lowe son la clase de ídolos pop que nunca han jugado al juego de la fama y han sabido decir lo que tenían que decir y luego se han ido a cultivar su jardín