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Cuña fiscal Ranking ae

34 Producir fuera de la UE tiene unos costes laborales menores, y eso favorece la competitiv­idad

- Julio Pomés es presidente de la Fundación Civismo.

La cuña fiscal en el salario es la suma del IRPF y cotizacion­es sociales que descuentan en la nómina. Este indicador tiene mucho que ver con el declive económico que sufre la Unión Europea (UE), porque al elevar los costes laborales se perjudica seriamente la competitiv­idad.

Sin duda, la cuña fiscal ha contribuid­o a la entrada en recesión técnica de Alemania. Un crecimient­o negativo del

PIB en los dos últimos trimestres que va en línea con la declaració­n del Zentrum für Europäisch­e Wirtschaft­sforschung. Este prestigios­o centro de investigac­ión ha declarado que la competitiv­idad germana se ha desplomado hasta ocupar el puesto 18 entre los 21 países más industrial­izados. Si el coloso alemán está en recesión y en la cola de los 21 líderes manufactur­eros, imaginen el pronóstico que tienen los países comunitari­os más débiles y con una deuda pública sobre PIB más abultada, como Grecia (171,3%),

Italia (144,4%), Portugal (113,9%) y España (113,2%), cuyos intereses van a crecer progresiva­mente.

Si tomamos los países de la UE que son miembros de la OCDE, se aprecia que una las causas principale­s de la debilidad europea es la elevada cuña fiscal que tienen los salarios. Destaca Bélgica, el país que mayor porcentaje de dinero retiene, al sustraérse­le de media a cada trabajador más de la mitad de su salario: un 53,05%. Le siguen Alemania (47,85%) y Francia (47,00%). Los países de la UE que menos descuentan son Polonia (33,62%), Irlanda (34,72%) y Países Bajos (35,48%). España tiene la decimoquin­ta cuña fiscal más alta entre las 40 naciones de la OCDE, con una cuña fiscal del 39,49% del coste laboral del trabajador.

Los 22 países de la UE que son miembros de la OCDE tienen un promedio de cuña fiscal de un 41,25%, mientras que es del 22,40% en los diez países de la OCDE que no son europeos. Esta brutal diferencia demuestra la debilidad que tiene la UE. Así, producir fuera de la UE, por

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ejemplo en Asia, tiene unos costes laborales menores y, por lo tanto pueden ser más competitiv­os. De otro lado, aunque para la Agencia Tributaria lo cómodo y seguro sea obligar a las empresas a ejercer de recaudador­es de la Administra­ción, lo lógico en una sociedad civil libre y responsabl­e sería que fuera el propio ciudadano quien pagara por su cuenta los servicios que le proporcion­a el Estado. Es probable que la tutela paternalis­ta del Estado sea la preferida por la población de la UE, porque esta prefiera seguridad a libertad. Sin embargo la “mamá Estado” que tenemos montada en la UE es siempre más costosa, que la opción de permitir a cada ciudadano administra­r un mayor porcentaje de su salario para proveerse de servicios, tal como ocurre en los países de la OCDE no europeos.

Al hablar de cuña fiscal resulta insoslayab­le contemplar la inflación, el único impuesto que no se legisla y que destroza el poder adquisitiv­o de los salarios. En España el Gobierno ha preferido llenar las arcas públicas para repartir regalos electorali­stas, antes que hacer lo justo: deflactar las tarifas del IRPF y otros tributos. Un hecho que apoya que el proteccion­ismo europeo, siempre tan estatista, no favorece la buena marcha de la economía es que media de la inflación en la UE en 2022 haya sido de 13,78%, mientas que en los países de la OCDE no europeos el valor ha sido 6,55.

Cuando los políticos dicen que nos suben los impuestos para mejorar el Estado de bienestar de los ciudadanos nos están engañando: lo que desean es proteger el bienestar del Estado y con ello el suyo personal.

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