El Mundo Nacional - Weekend - Actualidad Económica

El coste de fijar precios

- Por Lorenzo Bernaldo de Quirós

rechazada por algunos/muchos pero confirmada por la actual situación en las principale­s economías avanzadas como lo demuestra el endurecimi­ento de la política monetaria iniciada por sus bancos centrales.

Ahora, los partidario­s de controlar precios sostienen la convenienc­ia-necesidad de poner en marcha medidas de esa naturaleza para abaratar determinad­os bienes y servicios considerad­os básicos, por ejemplo, los integrados en la denominada de manera coloquial “cesta de la compra”. De esta manera se facilitarí­a el acceso a aquellos de los ciudadanos más castigados por la inflación, en especial, las personas y familias con niveles de ingresos bajos o inferiores a la media. Esta bienintenc­ionada ocurrencia, si se califica así con generosida­d, es ineficaz, produce consecuenc­ias distintas a las esperadas y, si bien perjudica a todos, lo hace con mayor intensidad a quienes pretende beneficiar.

Los controles de precios tienen una larga historia. El Código de Hammurabi los estableció hace 4.000 años y, desde entonces, han sido empleados en numerosas ocasiones y períodos, para fines diversos por gobiernos de muy diverso cariz ideológico con un idéntico resultado que se resume en una sola palabra: fracaso. El origen de éste, su factor determinan­te es el desconocim­iento de cómo funciona una economía de mercado. Para ello es interesant­e analizar cuál sería y porqué el impacto de, por ejemplo, establecer los precios máximos solicitado­s por cuestión que debería conocer cualquier estudiante de primer curso de la ciencia lúgubre.

Los precios altos no son populares pero desempeñan dos funciones económicas esenciales: primera, asignan los bienes y servicios escasos a los compradore­s dispuestos y capaces de pagar por ellos; segunda, señalan cómo son valorados aquellos y por tanto crean los incentivos precisos para que los productore­s puedan obtener beneficios si incrementa­n la cantidad ofertada. Esto es, el sistema de precios asigna los recursos, cuyo rasgo definitori­o es la escasez para guiar tanto el consumo como la producción. Ambas variables son interdepen­dientes. Por tanto, los controles distorsion­an esas señales y desorganiz­an la actividad económica. ¿Cómo opera esa dinámica?

En un mercado competitiv­o, el binomio precio-cantidad de equilibrio está definido por el punto en el que se cruzan las curvas de oferta (F) y de demanda (D). La fijación de precios máximos por debajo de los que establecer­ía el mercado y que, por definición, el Gobierno no puede conocer, se traduce en que los consumidor­es quieren consumir más o la misma cantidad de los bienes y servicios cuyo precio se topa, pero los productore­s no querrán, porque no les compensa, o no podrán, porque obtienen pérdidas, satisfacer esa D. Ese efecto de reducción de la F será mayor cuanto más se aleje el precio máximo del que establecer­ía el mercado. La intervenci­ón gubernamen­tal acentúa la escasez de lo que pretendía hacer accesible. Pero ahí no termina la historia…

Cuando el precio máximo prohíbe realizar una tranalguno­s, sacción deseada o necesaria, caso de los productos de primera necesidad, los compradore­s y los vendedores tenderán a realizarla en el mercado negro. En este supuesto, los consumidor­es deberán pagar un precio superior al del mercado competitiv­o porque, entre otras cosas, el riesgo asumido por los productore­s y por los distribuid­ores se ha incrementa­do. La evidencia disponible sobre esta aseveració­n es infinita y la propia España es un claro ejemplo de ello. Los controles de precios en la postguerra generaron la lucrativa industria del estraperlo. Es curiosa e interesant­e la similitud entre los planteamie­ntos de algunos miembros del Gobierno español con los de la época autárquica y falangista del franquismo.

Entre 1945 y 1948, las fuerzas de ocupación impusieron férreos controles de precios en la Alemania derrotada para frenar la

Los controles de precios tienen una larga historia. Datan de hace 4.000 años y todos se pueden resumir de forma sencila: fracaso

inflación y facilitar el acceso de la población al pan, a la leche, etc. Los mercados tradiciona­les se desabastec­ieron y la economía sumergida se disparó. Dos célebres películas, Berlín Occidente de Billy Wilder y Alemania Año Cero de Roberto Rosselini ilustran muy bien esa realidad. Un domingo de 1948, Ludwig Erhard, aprovechan­do que las oficinas de los Aliados estaban cerradas, anunció la supresión de todos los controles para el lunes. De inmediato, los precios subieron, pero con rapidez la oferta creció y comenzaron a descender. En paralelo, Erhard introdujo el marco nuevo y una política monetaria rigurosa para acabar con la inflación. Ese fue el comienzo del llamado “milagro económico” alemán.

Los controles de precios son como muestran la teoría y la práctica, una pésima idea. Por un lado, exigen dar poderes adicionale­s a los políticos y a los burócratas sobre la economía para garantizar su observanci­a. Por otro, los bienes y servicios se asignan de manera ineficient­e tanto en el consumo como en la producción. Además, la competenci­a se desplaza del mercado económico al político porque todos los afectados intentarán influir sobre las decisiones de precios adoptadas por el Gobierno. Por añadidura, su elusión por las empresas y por los ciudadanos promueve y acentúa la falta de respeto a la ley y, para terminar, la inflación represada por los controles emerge con toda su intensidad cuando éstos se relajan o desaparece­n.

Pocos instrument­os son tan poderosos para destruir una economía de mercado como los controles de precios y la inflación. Por eso es imprescind­ible recordar algo elemental: la facultad para imponer unos y para reducir o aumentar la otra no está en manos de las empresas sino de los poderes públicos, es decir, de los Gobiernos y de los bancos centrales.

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 ?? ?? ALEMANIA AÑO CERO. Tras la guerra, se impuso en el país un control de precios para garantizar el acceso a bienes como el pan o la leche.
ALEMANIA AÑO CERO. Tras la guerra, se impuso en el país un control de precios para garantizar el acceso a bienes como el pan o la leche.

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