AD (Spain)

Vivir máximo

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agradable “Quería en un ambiente

pudiera y divertido en el que el alcanzar su potencial”.

e mudé aquí hace 18 años, justo la edad de mi hijo”, dice con una discreta sonrisa. La creadora iraní India Mahdavi reconoce que en su piso, 230 m2 en un soberbio edificio del séptimo distrito de París, es realmente feliz. Clásica, luminosa y colorida, la vivienda alberga una colección de muebles y objetos con el sutil toque de modernidad tan afín a la arquitecta. “Cuando lo encontré estaba en un estado lamentable, pero sus molduras, sus numerosos pasillos, su plano en L, sus chimeneas de mármol negro ysu parquet en espiga alertaron mi radar; tenía un encanto especial”. Todo parecía encajar con lo que estaba buscando: “Un ambiente agradable y divertido en el que el diseño pudiera alcanzar su máximo potencial. Un sitio donde sentirme inspirada y relajada”. Se limitó a restaurar los elementos existentes y a desplegar en los espacios su colección de diseño propio y ajeno. Distribuid­o en salón, comedor, tres dormitorio­s, cocina, despacho y dos baños grandes, su hábitat es un compendio de desing excelso tratado sin pretension­es. En él hay una puesta en escena poco premeditad­a en la que los diseños de Mahdavi marcan la pauta muy bien arropados por un salpicón de muebles y objetos de estilos variados pero muy bien elegidos. “Si bien vemos aquí muchas de mis piezas, también hay otras ajenas que me apasionan, como las de Gio Ponti, Martino Gamper, Hubert Le Gall, Maarten Bass, Hans J. Wegner o Ronan y Erwan Bouroullec”. Y aunque no tenga nada suyo, entre sus grandes amores destaca a Ettore Sottsass: “Por la absoluta libertad en su trabajo con la forma, la función, el uso de los materiales y del color”. Mahdavi, Premio AD en 2014, es autora de interiores y muebles en los que conjuga funcionali­dad con libertad figurativa y tonos llenos de vitalidad, y da una vuelta de tuerca al clasicismo más ortodoxo con un sentido lúdico y relajado. Dibuja con pasión muebles, alfombras y textiles con estampados geométrico­s inspirados en sus viajes por la India, Egipto o Persia, en materiales ricos y con textura como el terciopelo, la cerámica o el mármol. Nacida en Teherán, de familia angloegipc­ia, se crió entre Francia, Estados Unidos y Alemania. “Fueron

mis padres quienes me inculcaron el gusto por los viajes y me enseñaron a tomarme el tiempo para ver las cosas que nos rodean”. Y fue con esta consigna que la arquitecta, educada en Suiza y en Bellas Artes en París, despertó su sentido artístico. Finalizado­s sus estudios estuvo siete años en el estudio del interioris­ta Christian Liaigre hasta que en 1999 abrió el suyo y empezaron a cuajar proyectos como el Hotel Townhouse de Miami que marcó el inicio de su despegue internacio­nal. “Para hacerlo pasé varios días en la ciudad. Mi vida nómada me enseñó a oler la esencia del lugar. Miami parecía una ciudad de sexo, de sol y playa. Y este sentimient­o fue el que determinó el estilo de los interiores que me caracteriz­a, una mezcla de masculino y femenino que se resume con el mobiliario muy estructura­l, geométrico, con telas de colores brillantes que le dan un ambiente luminoso y alegre y algo extravagan­te”. Luego llegaron otros encargos de diversos puntos del planeta. Su última colaboraci­ón la realizó con Bisazza, una colección de baldosas hidraúlica­s singulares y optimistas. Cortejada tanto por hoteleros como por clientes particular­es, India confiesa que también le gustaría hacer cine, pero solo detrás de la cámara. Mientras tanto, continúa trabajando con el rigor y exigencia que le caracteriz­an. Entre sus últimos hits, este año inauguró un restaurant­e para el chef con estrella Michelin Guy Martin en el aeropuerto de Roissy, un yate, un hotel en Copenhague, una residencia en California, otras al sur de Francia... No para. Todas sus obras están bien resueltas técnicamen­te y a la vez resultan físicament­e atractivas. “El aspecto sexy es importante para mí, las sillas deben ser envolvente­s y los materiales cálidos. Me gusta que expresen bienestar y confort”. Este lema con el que conquista a una clientela rica e internacio­nal también lo aplica en su casa parisina. Los sofás resultan acogedores, las alfombras mullidas, los colores animados sin ser chillones y los estampados chocan entre sí sin violencia, creando un convenient­e eclecticis­mo. Todo es tan suave y amable como la propia anfitriona, que además de ser una de las diseñadora­s de mayor proyección mundial, es una buena cocinera a la que trajinar en los fogones, a los que llama “el corazón de mi casa”, le parece el culmen de la felicidad.

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