UNA MUJER VERSÁTIL
A PESAR DE CARECER DE EDUCACIÓN FORMAL EN LA MATERIA SE VE A SÍ MISMA COMO UNA DISEÑADORA INTEGRAL. SEA UN ABRIGO, UNA MESA, UNA ESCULTURA, UNA JAULA, UNA INSTALACIÓN O LA CASA DE UN COLECCIONISTA, LA BRITÁNICA FAYE TOOGOOD PRACTICA EL TODO EN UNO.
C reció en una zona rural de Inglaterra sin televisión ni muchas distracciones, así que Faye Toodgood (Rutland, 1977), una de las diseñadoras más personales de la onda british, descubrió desde niña que la imaginación es un arma de construcción muy potente. “Mi infancia me acercó a la naturaleza. Mi mayor tesoro era una caja en la que metía cosas como huesos, palos, nidos de pájaros... Coleccionar es una parte importante de la creación, siempre me ha ayudado a pensar —nos cuenta—. Ahora vivo en Londres pero sigo teniendo la misma mirada de entonces para identificar formas y colores”. Estudió Historia del Arte y Bellas Artes en Bristol. “Quería ser escultora, pero mis padres y mi entorno me presionaron para escoger una profesión más convencional”. Colaboró con un estudio de arquitectura, pero le frustraba esperar 10 años para ver cómo se construían los proyectos. Necesitaba inmediatez. Así recaló en una entrevista de trabajo para la revista The World of Interiors, con ninguna experiencia editorial y un porfolio breve y radical. La contrataron. “Era la única publicación que me interesaba. La leía siempre en la universidad. Hablaban de una capilla antigua o una casa africana con el mismo respeto estético, dándole la misma validez —relata—. Estar en un medio me dio una formación impagable sobre espacios, interiores, diseñadores, arquitectos... Además, aunque se trataba de un medio de lujo trabajábamos con un presupuesto muy limitado, así que aprendí a crear belleza partiendo de cosas que aparentemente no tenían valor.