MAESTRO DE HISTORIA
EN LOS 50, EL AMERICANO EDWARD WORMLEY SIMBOLIZÓ LA CONVERGENCIA ENTRE EL MUEBLE CLÁSICO Y LOS CAMBIOS ESTÉTICOS DEL SIGLO XX. SUS PIEZAS CON MEMORIA HISTÓRICA AÚNAN ELEGANCIA, FUNCIONALIDAD Y PERICIA ARTESANAL.
o es uno de esos nombres en boca de todos como los Eames o Bertoia, pero contribuyó con sus muebles discretos, elegantes y excepcionalmente bien hechos a acercar el Movimiento Moderno a la sociedad y a hacerlo accesible. Nacido en Oswego (Illinois), una comunidad agrícola cerca de Chicago, Edward Wormley (1907-1995) comenzó a estudiar Diseño pero se quedó sin dinero antes de poder acabar, y tuvo que buscarse un trabajo en los almacenes Marshall Fields & Company, donde su cometido fue reproducir antigüedades inglesas del XVIII. Ahí surgió su gran amor por el pasado, del que terminó siendo un buen conocedor. Pero pronto abrazó el futuro: en 1931 conoció en París a Le Corbusier y Émile-jacques Ruhlmann, que le enseñaron los encantos de las formas depuradas y limpias. De vuelta a su país fue contratado por la marca de mobiliario Dunbar para mejorar su línea más económica, que la gente compraba con cupones de jabón, donde aplicó los nuevos códigos estéticos. Cinco años más tarde, las creaciones de Mr. Wormley habían hecho de la firma un faro de la modernidad en Norteamérica, y durante las casi cuatro décadas en las que trabajó para ella, llegando a ser director de diseño, realizó alrededor de 150 piezas anuales. Entre ellas, la butaca con patas en A de 1959 y un sofá de los 60 con acolchado rígido. “El Movimiento Moderno significa libertad. De mezclar, elegir, cambiar y adoptar lo nuevo, pero aferrándose a lo bueno”, escribió; una frase que resume bien su trayectoria, pues su mayor aportación fue mirar el mañana desde el ayer, creando muebles actuales sin ser rupturistas y consiguiendo una funcionalidad