Hacer las Américas BAÑOS LIMPIOS.
Mesas, sillas, mecedoras (izda., Adirondack)... Los muebles de exterior de la americana Breezesta, fabricados en Pensilvania, llegan a España para quedarse de la mano de Pasa Jardin. www.pasajardin.es
Es como quedan cuando la precisión de la suiza Laufen
se mezcla con el buen hacer de la italiana Kartell.
Kartell by Laufen ofrece lavabos, sanitarios, grifos,
bañeras, duchas y accesorios revolucionarios y modernos.
www.kartellbylaufen.com
SE REINVENTA. CREADORES
CONTEMPORÁNEOS LUSOS LES HAN MODELADO
SOPERAS (ARRIBA, DE ADRIANA BARRETO), FUENTES
Y FIGURAS DISTINTAS.
sobre la Torre Woermann en Las Palmas, un proyecto de Ábalos & Herreros; también poseemos obra de Luis Gordillo, al que le hicimos el estudio hace años, y de amigos como Antoni Muntadas, Alberto Baraya, Mónica Fuster, Alexander Apóstol, Juan Ugalde, Juan Muñoz y Carlos Bunga. Tenemos piezas de Zoe Leonard, a quien diseñé la instalación de su exposición en el Reina Sofía, de Rirkrit Tiravanija, Caio Reisewitz, Mathias Goeritz, José Antonio Suárez Londoño o una rara cabeza de Carlos V de Oteiza, herencia familiar”, dice Juan. Lo primero que compró fue un Hamish Fulton. “Debió de ser en 1988. Vi una edición de este inglés a la que no me pude resistir. Al día siguiente me pareció que me había dejado llevar por un impulso y la quise devolver, pero en seguida recibí el cuadro de Inglaterra. Desde entonces me ha acompañado en todas mis mudanzas”, concluye. El vínculo entre el arte y su estudio viene de lejos e incluye las nuevas salas del Museo Reina Sofía inauguradas en 2012, el Munch de Oslo, la ampliación del MALBA de Buenos Aires, intervenciones para Arcomadrid 2008 y 2009, y múltiples instalaciones y textos críticos. “Son dos mundos paralelos. Es una inclinación natural”, aclara. Entre sus imprescindibles, las galerías Moisés Pérez de Albéniz, Formato Mínimo, Nogueras Blanchard, Elba Benítez y La Caja Negra y artistas como Tomás Saraceno, Trevor Paglen, Pedro G. Romero, Daniel García Andújar y Guillermo Mora. estudioherreros.com
DELFINA ENTRECANALES. En realidad, esta discreta mecenas lleva toda la vida ejerciendo como tal en la sombra. “Empecé financiando músicos (entre ellos Pink Floyd), pero grabar un disco es un proceso largo y costoso”. La casa de Delfina ha estado constantemente abierta a la creación y, dice, siempre ha habido un plato de comida caliente para compartir. “Mi padre amaba el arte y en su lecho de muerte se lamentó de no haber hecho más por él. Me emociona saber que he ayudado a muchos jóvenes a convertirse en artistas”, asegura. Sorprende la escasa presencia de contemporáneo en las paredes de su piso, con muebles clásicos, antigüedades españolas y estanterías repletas de libros y fotos de familia. En cambio, hay una buena selección de impresionistas españoles como Joaquín Sorolla, que Delfina heredó de su padre. Comparten metros y estética con pequeños dibujos y alguna fotografía de creadores que pasaron por la fundación, como un dibujito de Marlene Dumas. “No me considero coleccionista, aunque tengo piezas de gente con la que he conectado, sobre todo de Oriente Medio. El fotógrafo libanés Ziad Antar me retrató en una de sus series y el saudí Manal Al Dowayan me regaló una preciosa imagen que habla del empoderamiento femenino”. Pero su objeto preferido es un quilt de Fadi Yazigi, un artista sirio al que conoció en 2007. “Me recuerda a ese país, al que viajé mucho antes del actual conflicto”, asegura. Aconseja, para detectar tendencias, cambiar el foco. “Es hora de fijarse en los países de la periferia, donde el arte no es solo un objeto, sino algo vivo que puede traspasar fronteras más fácilmente que la política o la religión. He estado hace poco en Teherán y me quedé sorprendida con su maravillosa escena creativa”, declara. www.delfinafoundation.com
n La suya era una intervención de alto riesgo al tratarse de una construcción completamente nueva en un entorno inalterado durante siglos y cargado de historia (calificado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), y la tarjeta de visita de la ciudad: es lo primero que se ve al entrar. Por ello, prefirió dividirla en dos partes, conectadas por una pasarela elevada, y así no eclipsar el centenario fortín de St James Cavalier, otra obra arquitectónica de la Orden de Malta, que sigue resultando visible entre el patio que hay entre ellas. En una se aloja la cámara política, en la otra oficinas y salas de reuniones. Para integrar aún más si cabe lo nuevo con lo viejo, Piano impuso una condición sine qua non: usar la piedra caliza local, tremendamente complicada de trabajar y muy escasa, de la que están hechos todos los edificios con solera en la capital, La Valeta, y en las cercanas Senglea, Vittoriosa y Cospicua, las llamadas Las Tres Ciudades. Tanto, que se vieron obligados a contratar geólogos y abrir una nueva cantera en la vecina isla de Gozo. “Es una piedra muy irregular, llena de faltas y con color cambiante. Todo el mundo le dijo que era imposible pero él insitió”, recuerda Konrad. Tras ser extraída, se mandó a Italia para ser cortada por máquinas de control numérico extremadamente precisas. Algo necesario para esculpir la suerte de moucharabieh mineral que esconde a la vista las ventanas del Parlamento y refuerza la sensación monolítica sin perder luz. Las deterioradas murallas del bastión, erosionadas por los elementos, con las esquinas desgastadas y romas, fueron la inspiración. Las tres partes del proyecto City Gate: parlamento, entrada y teatro, se han ejecutado al mismo tiempo aunque por equipos diferentes. En 2010 se dieron comienzo a los trabajos, que finalizaron en 2015. Y aunque los bocetos poco cambiaron desde sus inicios, sí se vio retrasado, entre otras cosas, por la aparición de restos arqueológicos que fueron catalogados de interés. Tampoco faltó el debido componente ecológico. El Parlamento fue concebido para producir su propia energía: 40 pozos geotérmicos por debajo del nivel del mar y paneles fotovoltáicos en las azoteas cubren un 80% de sus necesidades energéticas en invierno. Como toda gran intervención (en este caso, ocho millones de euros), no ha estado exenta de polémica. Muchos consideran que podía haberse realojado al gobierno en uno de los muchos palazzos de la ciudad, lo que hubiera conllevado menos gasto, aunque parece que no había ninguno lo suficientemente capaz. Sin embargo, los mayores palos se los ha llevado el teatro al aire libre, concebido con una estética precaria y mecanicista que no gusta ni convence. Pero los expertos coinciden en que el autor del mítico Centro Pompidou demuestra, una vez más, su buen hacer respetando la identidad de un casco antiguo, como demostró con la rehabilitación del puerto de Génova, su ciudad natal, una obra gigantesca para celebrar el quinto centenario del descubrimiento de América, o la de la Postdamer Platz de Berlín. Con esta intervención deja claro a sus casi ochenta años que es posible dejar huella sin pisar alrededor.
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