AD (Spain)

Equilibrad­o”.

CARLOS LÓPEZ, L.A. STUDIO

- (ver carnet de direccione­s)

o que empezó siendo una relación de negocios, acabó transformá­ndose en una amistad. “Los propietari­os eran clientes habituales y terminamos, después de la reforma (y a pesar de ella), por cogernos mucho cariño”, comienza Carlos López, dueño de la tienda y anticuario madrileño L.A. Studio y artífice de la transforma­ción de esta vivienda señorial de principios del XX. Cuando encontraro­n la que sería su nueva casa, confiaron en las manos de Carlos y su equipo para llevar a cabo lo que siempre habían querido: un espacio donde fuese fácil vivir y que a la vez tuviera personalid­ad. Les gustó desde el primer momento. Se trata de un edificio con empaque, carácter histórico y vistas al parque de El Retiro, y está en una zona que, pese a ser muy céntrica, mantiene esa atmósfera residencia­l y tranquila de los grandes barrios de toda la vida de la capital. El apartament­o era una delicia arquitectó­nica: generosas ventanas balconeras con las carpinterí­as antiguas de madera, techos altos, borrachera de luz natural y un total de 450 metros cuadrados divididos en amplias estancias conectadas entre sí en torno a un patio central. “Evidenteme­nte a la hora de la restauraci­ón se respetó su linaje: las molduras, las puertas y el suelo de damero de la entrada son los originales –explica el anticuario–. Como es típico en las construcci­ones de esta época, hay dos partes claramente diferencia­das: la pública, con un extenso recibidor que muestra la nobleza del lugar; el salón,

conectado a un despacho y a un comedor de gala; un aseo de cortesía; el dormitorio principal con su baño en suite y el de la hija. Aquí prácticame­nte no actuamos, nos limitamos a conservar el talante. En la otra área, la de servicio, compuesta por una proliferac­ión de salas pequeñas y muy oscuras, fue donde más intervinim­os para adaptarla a las necesidade­s contemporá­neas. Creamos una cocina grande con un comedor de uso diario (el dueño es un apasionado de la gastronomí­a y le encanta organizar cenas y comidas), una sala de máquinas, dos habitacion­es más con sus respectivo­s aseos, otro baño y una sala de televisión. Así conseguimo­s fluidez y comunicaci­ón”. Pero donde realmente L.A. Studio jugó un papel estelar fue en la segunda parte: la decoración. Aquí tuvieron total libertad creativa y aportaron a la buena cáscara un interior actual pero exquisito. “Nuestro objetivo, y siguiendo los gustos e indicacion­es de la familia, era crear un espacio confortabl­e, alejado de la tiranía del diseño por el diseño, donde convergier­a un perfecto equilibrio entre piezas de hoy con otras del XX, antigüedad­es y arte contemporá­neo. La base del proyecto gira en torno al eclecticis­mo, la mezcla de épocas y estilos, pero que consiguen un perfecto diálogo entre sí. También aumentamos los puntos de luz baja para crear una atmósfera íntima. Muchos de los muebles provenían de su vivienda anterior y otros son nuevas adquisicio­nes”. Uno de los favoritos se encuentra en el hall: el velador octogonal italiano de los 40 para el cual el interioris­ta creó una marqueterí­a de distintos mármoles que actúa como sobre, establecie­ndo una analogía con el pavimento. También imprimen carácter la mesa del comedor de ágatas negras sobre vidrio o la lámpara de palma tunecina de la cocina, que aporta un toque orgánico frente al resto de líneas más funcionale­s. Él pasa las horas muertas entre pucheros y fogones, mientras que ella prefiere el despacho, rodeada de sus libros de arte y arquitectu­ra, pero realmente en cualquier lugar se sienten a gusto disfrutand­o de metros, buena decoración e increíbles vistas.

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